12 sept 2010
La trompeta arrasa en Venecia
"No he llegado a tener una relación sentimental con Quentin Tarantino a pesar de que lo he intentado; como compensación me ha dado dos premios", soltaba un eufórico Alex de la Iglesia a El PAÍS diez minutos después de llevarse dos premios gordos y poner a la Mostra a sus pies. El payaso nunca había tenido una noche tan grande: Balada triste de trompeta se llevó los premios al mejor guión y dirección y a de la Iglesia se le salía el corazón por la montura de las gafas. El realizador de Bilbao abandona la Mostra con la satisfacción del deber cumplido y con una historia de amor disfrazada de fábula oscura y terrorífica conquista el Olimpo de los leones: se lleva el de plata a casa, envuelto para regalo, con una sonrisa tan grande que la barba parecía no caberle en la cara. El cineasta se lo merece, especialmente por tener los bemoles de entregar una película semejante sin que en ningún momento le haya traicionado el miedo escénico, sin arredrarse ni plegarse a más ley que la suya, la del tipo con más personalidad del moderno cine español.
El timonel de la Mostra explota
"Mi especialidad han sido siempre los gilipollas"
Alex de la Iglesia
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Nacimiento: 04-12-1965Lugar:Bilbao
La 'Mostra' llena Venecia de glamour
FOTOS - REUTERS - 10-09-2010
El presidente llega en lancha. Quentín Tarantino, presidente del jurado del 67 festival de cine de Venecia, llega a la sede, acompañado del director italiano Gabriele Salvatores, en un 'taxi acuático'.- REUTERS
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El vasco ha guardado las formas cuando ha recogido el premio al guión ("que bonito es", dijo mirando al premio), pero se abandonó a la fiesta cuando Guillermo Arriaga dijo aquello de "odiamos a los payasos pero este hombre nos ha hecho amarlos". En ese momento, y con su traje negro por bandera, Alex de la Iglesia gritó a voz en cuello: "¡Por el amor de Dios, muchísimas gracias! Estos días en Venecia han sido los mejores de mi vida". Su discurso no fue muy largo pero se le entendió todo.
Otra cosa que ha quedado clara es que Quentin Tarantino manda, y mucho. Y es que el icono estadounidense ha repartido los galardones cortando él la baraja: su ex novia, Sofia Coppola, se ha llevado el León de Oro; su padrino y mentor Monte Hellman se ha llevado un León especial a su contribución artística; y su amigo Vincent Gallo ha mojado por partida doble. Tarantino ha sido el hombre-orquesta de la ceremonia y, a pesar de que es dudoso que nombres como Danny Elfman o Guillermo Arriaga se hayan plegado a sus deseos, no es menos cierto que su ascendencia habrá sido inmensa.
La cuestión es que al final los pronósticos fueron buenos y de la terna de candidatos que todos consideraban dignos de optar al León de Oro finalmente fue Sofia Coppola la que se llevó el gato (león en este caso) al agua. Su Somewhere, la historia de un actor venido a menos cuya vida da la voltereta y vuelve a ponerse en pie con la visita de su hija de once años, conquistó a algunos/as -que no a todos/as- pero no encabezaba las quinielas. Sin embargo, su excelente película acabó sacándole varias cabezas al resto de favoritos y cruzó la línea de meta sin necesidad de mirar atrás. El suyo es un premio merecido a una película con detalles deliciosos y sin miedo de resultar contemplativa, algo sumamente extraño pero que se agradece sobremanera. Cine raro, lento, pero auténtico e impecable.
"El león de oro ha sido unánime. Esta película nos encantó desde el primer momento y luego creció en nuestros corazones (...) cuando nos preguntábamos qué estábamos buscando en el León de Oro, siempre acabábamos hablando de ella. Tengo que decir que es un tremendo honor dar este premio a Sofia Coppola", pontificaba Tarantino, echándole un poco de emoción y un mucho de teatro. Luego abrazo a la ex, aplausos y a dormir.
Antes se había entregado la Copa Volpi. El galardón fue una auténtica sorpresa y es que lo de Vincent Gallo casi parece una broma; cierto es que el actor lo daba todo en su talibán a la fuga de Essential killing, pero Stephen Dorff o Paul Giamatti le daban mil vueltas sin despeinarse. Por supuesto, el actor no subió a recoger el premio ni cuando el director del filme, Jerzy Skolinowsky, le desafíó desde el escenario a dar la cara. Y es que Gallo y el circo siempre van de la mano. Eso sí, al menos el jurado tuvo el buen gusto de premiarlo por esta película y no por su otra aportación al séptimo arte, Promises writen in water, que aparecía como la peor valorada en todos los ránking clasificatorios de los críticos de la Mostra: menos mal que en algo estamos todos de acuerdo.
Essential killing también se alzó con el premio especial del jurado y Skolinowsky volvió a subir al escenario para ponerse metafísico: "Dios me avisó de que mantuviera mi discurso al mínimo pero el diablo me dijo que nombrará a toda la gente que ha colaborado conmigo en esta película...". " continuación nombró a todos los que le habían llevado por el buen camino y santas Pascuas.
Mientras Tarantino seguía pegando gritos y sonriendo a carcajadas, un pelín pasado de vueltas, se anunciaba la Copa Volpi a mejor actriz. Este premio fue probablemente el más inesperado de la noche, y se lo calzó Ariane Labed por la película griega Attenberg, en su papel de lunática introvertida obsesionada con los documentales de Sir Richard Attenborough.
La chica en cuestión vive de las clases de sexo que le imparte su mejor amiga hasta que un día un extraño irrumpe en su vida y todo se va al garete, como acostumbra a suceder. Labed se deshizo por el camino de Natalie Portman, Elle Fanning y hasta de la mismísima Catherine Deneuve. Vivir para ver. No es que la chica lo hiciera mal, ni mucho menos, pero Portman se la comía con patatas, literalmente.
Faltaba un premio gordo y ese fue para Monty Hellman, el padrino de Tarantino, el hombre que en 1992 le produjo Reservoir dogs y que se presentaba en Venecia con el aura de rebelde que le ha acompañado desde sus tiempos tortuosos con Jack Nicholson.
Hellman subió al escenario, se fundió en un abrazo con su hijastro Tarantino y empuño el premio: "Todo lo que puedo decir es que habiendo sido el más viejo en competición debo entender con este premio estáis tratando de matarme. Esta película es mi primera película, todo lo que hecho hasta ahora solo ha sido una preparación para esto". La verdad es que Tarantino se lo había puesto difícil, al describirle como "gran artista y poeta minimalista". "Supera eso", debía pensar el director de Pulp Fiction.
Eso fue lo que dio de si la noche más española que nos ha regalado Venecia en años, donde por una vez lo de "vencedor moral" es una verdad como un templo. El vencedor moral, que quede claro, ha sido un tipo con zapatones, nariz roja y del mismo Bilbao.
El cineasta Claude Chabrol ha fallecido hoy en París a los 80 años
El cineasta Claude Chabrol, que retrató la trastienda de las clases altas, ha fallecido hoy en París a los 80 años, según han informado fuentes municipales. Considerado precursor de la nouvelle vague, el movimiento que revolucionó el cine francés en los años sesenta, Chabrol debutó en 1958 con El bello Sergio y desde entonces firmó més de medio centenar de películas que se cuentan con una posición de honor en la historia del séptimo arte.
Cineasta, productor, montador y crítico de la prestigiosa revista Cahiers du cinema, en 1997 obtuvo la Concha de Oro en el Festival de San Sebastián con No va más y en 2001 presidió el jurado oficial del certamen. El adiós de Chabrol llega ocho meses después de la muerte de Éric Rohmer , otro miembro de la deslumbrante generación de cineastas franceses que incluye a Jean-Luc Godard, François Truffaut, Louis Malle, Agnès Varda y Alain Resnais, entre otros.
Fue una especie de precursor de la nouvelle vague. Ya había firmado sus dos primeros títulos, El bello Sergio y Los primos, cuando el galardón de mejor director a François Truffaut en el Festival de Cannes de 1959, por Los 400 golpes, marcó la fecha inaugural del movimiento cinematográfico que iba a romper con el cine clásico francés. Al año siguiente, ya le consideraban un veterano con fuste suficiente como para dar consejos técnicos al mismísimo Godard en el rodaje de Al final de la escapada.
Nacido en París en 1930, Chabrol estudió Letras y Farmacia y acabó desempeñando las principales facetas de la creación cinematográfica. Entre sus principales películas son El bello Sergio (1958); Los primos (1958), Landrú (1962), La mujer infiel (1968), Accidente sin huella (1969), El carnicero (1969), Al anochecer (1971), La década prodigiosa (1971), Relaciones sangrientas (1972), Inocentes con manos sucias (1974), Locuras de un matrimonio burgués (1976), Violette Nozière (1979) y El caballo del orgullo (1980), Merci pour le chocolat (2001) y Bel ami (2009).
11 sept 2010
http://www.vincere.es/
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Nota: VINCERE
Dirección: Marco Bellochio
Guión: Marco Bellochio y Daniela Ceselli
Reparto: Giovanna Mezzogiorno, Fillipo Timi, Corrado Invernizzi, Michela Cescon, Fausto Russo Alesi
Fotografía: Daniele Ciprì
Montaje: Francesca Calvelli
Música: Carlo Crivelli
Arte: Marco Dentici
Productores: Mario Gianani
Productores ejecutivos: Olivia Sleiter
Productora: Offside, Celluloid Dreams, Instituto Luce
Distribución: Vincere es una historia enormemente personal sobre una chica atrapada, ignorada y finalmente enclaustrada por el hombre al que ama, padre de su hijo, que dedica el resto de sus días a reivindicar su nombre; pero el contexto en el que transcurre el film lo cambia todo: el hombre es el dictador Benito Mussolini y la chica es Ida Dalser, desaparecida (hasta hace sólo una década) de los libros de historia del régimen fascista italiano y recuperada en nuestros días por el veteranísimo director Marco Bellochio, quien se aprovecha de sus 71 años de edad, su formación salesiana y su posterior evolución a la izquierda para examinar el increíblemente convulso período de la Italia de principios de siglo y entreguerras desde una perspectiva apasionada como pocas veces se ha visto esta década y el contrapunto emocional frente a examenes más fríos, calculados y “psicológicos” como los que emplea Michael Haneke en la Alemania de La Cinta Blanca (que transcurre en una época próxima).
Aquí, Vincere es todo ópera, todo el metraje.
El mayor mérito, desde mi punto de vista, es que Bellochio lo asuma con todas sus consecuencias. Vincere es excesiva, y por ello un poco agotadora, que corre el peligro de convertirse en un culebrón.
No lo hace por el aplomo de su director y, sobre todo por la impresionante interpretación que ejecuta Giovanna Mezzogiorno, que lucha contra el mayor déficit del film: hay momentos en los que la historia de Dalser, por muy emocionante que sea, no es ni tan fascinante o terrible que los acontecimientos que se desarrollan a su alrededor: dos historias que nunca llegan a integrarse del todo bien. Es un problema, dependiendo de cómo se mire.
La película nos proporciona el ejemplo perfecto a través de Filippo Timi, el actor que da vida a un joven Mussolini, quien aparece en pantalla durante sólo la primera mitad del film. Pasada la primera hora, cuando desaparece de la vida de Dalser, es reducido a un conjunto de imágenes de archivo.
Sin un contrapunto real (al fin y al cabo, es el objeto de los deseos de Dalser), el film sufre, más a tenor de que Timi realiza una interpretación monótona, pero extraordinariamente intensa: incluso en carne y hueso, Bellochio le concede una dimensión mística (a través del montaje con la crucifixión cuando languidece herido tras la guerra).
Pero es una decisión consciente, y es lógica. Vincere es una trágica historia de amor entre personas e ideales: Dalser enamorada de Mussolini, el hombre, quien a su vez está enamorado de su percepción de Italia. Dalser se está enfrentando al peor rival posible, uno que es intangible.
Comienza reclamando sus derechos a un ser humano, y termina luchando contra una imagen en blanco y negro. Su batalla es una tragedia épica, y es justo la perspectiva que emplea Bellochio para relatarnos el film: no hay escena en la que coros multitudinarios, cuerda y viento no restallen por encima de las imágenes, plagadas de símbolos, desde un clásico duelo a espadas en contraste con el paisaje de decenas de fábricas expulsando humo de sus chimeneas hasta enormes banderas negras colgando de los balcones de Sarajevo pasando por la misma enseña italiana ondeando sobre las llamas de una hoguera. El efecto es contundente, directo y enormemente poderoso –al margen de que rompa el ritmo del film, de nuevo, es inevitable– Vincere no quiere ser en ese momento tanto un drama de personajes como la expresión de los sentimientos de una época, y ahí funciona.
Es curioso. Siempre he interpretado que, frente al análisis frío, calculador, “follow the money”, que la Era de la Información hace de las guerras de hoy en día, uno recuerda lo que se le enseñó de la Europa de las Dos Guerras como el escenario de una batalla de ideologías, de sentimientos nacionalistas, de exhaltación popular, fuerza bruta y pasiones sociales.
Vincere ha ido a caer en manos de un hombre como Bellochio que, por edad y circunstancias personales, ha decidido rememorar estos hechos siguiendo estos principios –un poco simplistas por mi parte–, y lo ha hecho recuperando la fantástica tradición del cine operístico italiano con una pareja de actores –en particular Mezzogiorno, una actriz con una mirada como un taladro y auténtico cimiento del film– absolutamente convencidos de que “más es menos, pero demasiado es mejor”. El resultado es un film que necesita que todos sus elementos caigan en el lugar adecuado para ser la gran película a la que aspira, cosa que sólo ocurre en momentos aislados, pero que incluso en sus episodios menos interesantes, recuerda tristemente a todas las víctimas que acabaron en el silencio, atrapadas en el camino de un líder hacia su “grandeza”. “Las ideas son a prueba de balas”, sí, pero también de cariño.
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