11 sept 2010
http://www.vincere.es/
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Nota: VINCERE
Dirección: Marco Bellochio
Guión: Marco Bellochio y Daniela Ceselli
Reparto: Giovanna Mezzogiorno, Fillipo Timi, Corrado Invernizzi, Michela Cescon, Fausto Russo Alesi
Fotografía: Daniele Ciprì
Montaje: Francesca Calvelli
Música: Carlo Crivelli
Arte: Marco Dentici
Productores: Mario Gianani
Productores ejecutivos: Olivia Sleiter
Productora: Offside, Celluloid Dreams, Instituto Luce
Distribución: Vincere es una historia enormemente personal sobre una chica atrapada, ignorada y finalmente enclaustrada por el hombre al que ama, padre de su hijo, que dedica el resto de sus días a reivindicar su nombre; pero el contexto en el que transcurre el film lo cambia todo: el hombre es el dictador Benito Mussolini y la chica es Ida Dalser, desaparecida (hasta hace sólo una década) de los libros de historia del régimen fascista italiano y recuperada en nuestros días por el veteranísimo director Marco Bellochio, quien se aprovecha de sus 71 años de edad, su formación salesiana y su posterior evolución a la izquierda para examinar el increíblemente convulso período de la Italia de principios de siglo y entreguerras desde una perspectiva apasionada como pocas veces se ha visto esta década y el contrapunto emocional frente a examenes más fríos, calculados y “psicológicos” como los que emplea Michael Haneke en la Alemania de La Cinta Blanca (que transcurre en una época próxima).
Aquí, Vincere es todo ópera, todo el metraje.
El mayor mérito, desde mi punto de vista, es que Bellochio lo asuma con todas sus consecuencias. Vincere es excesiva, y por ello un poco agotadora, que corre el peligro de convertirse en un culebrón.
No lo hace por el aplomo de su director y, sobre todo por la impresionante interpretación que ejecuta Giovanna Mezzogiorno, que lucha contra el mayor déficit del film: hay momentos en los que la historia de Dalser, por muy emocionante que sea, no es ni tan fascinante o terrible que los acontecimientos que se desarrollan a su alrededor: dos historias que nunca llegan a integrarse del todo bien. Es un problema, dependiendo de cómo se mire.
La película nos proporciona el ejemplo perfecto a través de Filippo Timi, el actor que da vida a un joven Mussolini, quien aparece en pantalla durante sólo la primera mitad del film. Pasada la primera hora, cuando desaparece de la vida de Dalser, es reducido a un conjunto de imágenes de archivo.
Sin un contrapunto real (al fin y al cabo, es el objeto de los deseos de Dalser), el film sufre, más a tenor de que Timi realiza una interpretación monótona, pero extraordinariamente intensa: incluso en carne y hueso, Bellochio le concede una dimensión mística (a través del montaje con la crucifixión cuando languidece herido tras la guerra).
Pero es una decisión consciente, y es lógica. Vincere es una trágica historia de amor entre personas e ideales: Dalser enamorada de Mussolini, el hombre, quien a su vez está enamorado de su percepción de Italia. Dalser se está enfrentando al peor rival posible, uno que es intangible.
Comienza reclamando sus derechos a un ser humano, y termina luchando contra una imagen en blanco y negro. Su batalla es una tragedia épica, y es justo la perspectiva que emplea Bellochio para relatarnos el film: no hay escena en la que coros multitudinarios, cuerda y viento no restallen por encima de las imágenes, plagadas de símbolos, desde un clásico duelo a espadas en contraste con el paisaje de decenas de fábricas expulsando humo de sus chimeneas hasta enormes banderas negras colgando de los balcones de Sarajevo pasando por la misma enseña italiana ondeando sobre las llamas de una hoguera. El efecto es contundente, directo y enormemente poderoso –al margen de que rompa el ritmo del film, de nuevo, es inevitable– Vincere no quiere ser en ese momento tanto un drama de personajes como la expresión de los sentimientos de una época, y ahí funciona.
Es curioso. Siempre he interpretado que, frente al análisis frío, calculador, “follow the money”, que la Era de la Información hace de las guerras de hoy en día, uno recuerda lo que se le enseñó de la Europa de las Dos Guerras como el escenario de una batalla de ideologías, de sentimientos nacionalistas, de exhaltación popular, fuerza bruta y pasiones sociales.
Vincere ha ido a caer en manos de un hombre como Bellochio que, por edad y circunstancias personales, ha decidido rememorar estos hechos siguiendo estos principios –un poco simplistas por mi parte–, y lo ha hecho recuperando la fantástica tradición del cine operístico italiano con una pareja de actores –en particular Mezzogiorno, una actriz con una mirada como un taladro y auténtico cimiento del film– absolutamente convencidos de que “más es menos, pero demasiado es mejor”. El resultado es un film que necesita que todos sus elementos caigan en el lugar adecuado para ser la gran película a la que aspira, cosa que sólo ocurre en momentos aislados, pero que incluso en sus episodios menos interesantes, recuerda tristemente a todas las víctimas que acabaron en el silencio, atrapadas en el camino de un líder hacia su “grandeza”. “Las ideas son a prueba de balas”, sí, pero también de cariño.
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