Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

29 ago 2010

Se nos va el VERANO No me cuentes el final


Lo malo del verano es que ya sabemos cómo termina: con una tormenta que baja la temperatura cinco grados irrecuperables. Seguiremos llevando sandalias con los pies congelados hasta que nos convenzamos de que no hay vuelta atrás, lo mismo que sufrimos los calcetines hasta el bendito 40 de mayo.
Todo esto para decir que, según la brillante deducción de Schopenhauer, las cosas tienen un final.


Uno solo da por leídos los libros mediocres. Nadie deja de ir a ver 'Las Meninas' porque ya las vio
También los libros tienen un final.
Otra brillante deducción. De hecho, la diferencia entre un libro malo y uno bueno es que los malos solo tienen eso, final.
Claro que antes de la página 301 el autor se ha preocupado de escribir otras 300, pero tanto para él como para sus lectores, el trabajo de escribirlas y el de leerlas no es más que una fatiga absurda, un peaje. A la gente le gustan los finales, pero nadie pagaría solo por ellos.

Los libros buenos, sin embargo, a veces tienen el final en la primera página. Aunque este sea de armas tomar. Un ejemplo: "La mañana del sábado 9 de enero de 1993, mientras que Jean-Claude Romand mataba a su mujer y a sus hijos, yo asistía con los míos a una reunión en el colegio de Gabriel, nuestro hijo mayor. Luego nos fuimos a comer a casa de mis padres y Romand a la de los suyos, a los que mató tras el almuerzo". Así arranca El adversario, de Emmanuel Carrère (Anagrama), un libro sin trampa ni cartón que ni siquiera tiene la desfachatez, y hubiera sido fácil, de hacerse pasar por ficción.
En ocasiones el elogio más venenoso que puede hacerse de una obra literaria es que se lee como una novela. La etiqueta es minúscula. ¡Pero si ni siquiera Los hermanos Karamazov se lee como una novela!

El caso es que todo lo que cuenta El adversario es real. Romand vive hoy en una cárcel francesa y Carrère lo conoció cuando decidió escribir sobre él. Aquel 9 de enero el escritor estaba terminando otro libro inquietante: Yo estoy vivo y vosotros estáis muertos (Minotauro), la biografía de Philip K. Dick, el autor del cuento en el que se basa Blade runner y uno de los tipos más extraños del gremio literario, negociado en el que, como se sabe, no faltan los raritos (ni los que se lo hacen). K. Dick estaba convencido, como Platón, de que él conocía la verdad que sustenta el universo y de que Nixon le perseguía por ello. Tenía motivos para la paranoia, pero no los que él imaginaba: cuando murió su hermana gemela, con un mes de vida, sus padres la enterraron bajo una lápida en la que escribieron también el nombre de Philip. Para ir adelantando.

Romand, sin embargo, no es un perturbado, ni siquiera un genio perturbado. No es más que un mentiroso. Se pasó 18 años haciendo creer a todos -a sus padres primero, a su esposa después, a sus hijos más tarde- que era quien no era y, sobre todo, que tenía el trabajo que no tenía. Y ese trabajo era el de médico, nada menos. Cada mañana se despedía de los suyos y se iba a una oficina de la OMS en la que no paraban de lloverle los ascensos, con sus consiguientes subidas de sueldo. Los libros de verdad interesantes no responden a la pregunta de quién sino de por qué. Carrerè, de paso, responde a otra más: cómo.
No cómo mata Romand a su familia cuando ve que su mentira va a derrumbarse sino cómo vivía hasta entonces. Resumiendo: de dónde sacaba el dinero. Todo eso cabe en 200 folios en los que lo realmente bueno es que al final ni siquiera las preguntas importan, importa el camino hasta ellas, la vida de un padre de familia ejemplar que no puede salir de la enorme ficción que él mismo ha construido.

Decía Northrop Frye que la gran literatura se distingue de la que no lo es porque aquella es dueña de una visión más vasta que la de sus mejores lectores.

En las grandes obras, en efecto, el horizonte siempre es inalcanzable. En las pequeñas puedes llegar a la línea en la que acaba el océano para tocar el decorado, como en El show de Truman. Solo en las novelas menores no hay agua detrás de esa línea. Basta echar un vistazo a la historia de la literatura para comprobar que casi todo el mundo sabe ya el final de los libros importantes.
Incluso de los que no ha leído. Nadie ignora cómo terminan la Odisea, el Quijote o Madame Bovary. En el fondo, el verdadero detector de libros-que-merecen-la-pena no es la lectura sino la relectura. Y releer es leer sabiendo el final. Uno sólo da por leídos los libros mediocres. Nadie deja de ir a ver Las meninas porque ya las ha visto.

Durante años se editó en el extrarradio de Madrid una revista cuyo colaborador más ilustre era Leopoldo María Panero, pero cuya sección más revolucionaria era la de cine. En ella no había críticas largas ni clasificaciones con estrellas, todo se reducía a una relación de películas en las que cada título iba acompañado de su correspondiente desenlace.
El sexto sentido: así. Ocho mujeres: asá. Los otros: también así. Es imposible no añadir, cada tanto, una película o un libro a esa lista: El lector, El niño con el pijama de rayas, Crónica de una muerte anunciada, Familia... Solo los mejores pasan la prueba. No es nada popular, es cierto, pero en tiempos en los que la excelencia compite con la publicidad, contar el final de los libros tal vez sea la última forma de crítica literaria que nos queda. O la primera.

LOS DEMÄS INVITADOS

Entre las demás invitadas al evento, destacó la elegancia de otra recién casada, Victoria de Suecia, quien optó por un vestido en color coral de corte imperio que le favorecía mucho. Su hermana Magdalena, por su parte, se volvió a decidir por un vestido largo en tono verde pastel, tal y como suele hacer en todas sus apariciones públicas.

Impresionante hacía su aparición Rosario Nadal con un vestido largo en color nude que combinó con unos altísimos 'peep toes' dorados de Christian Louboutin.

Por este color se decantó también la siempre elegante Marie-Chantal Miller, mujer de Pablo de Grecia, quien combinó su sencillo vestido de corte recto con un impresionante mantón bordado de flores.

Los vestidos estampados también tuvieron su protagonismo en esta boda griega. Aparte del vestido que lució la Infanta Elena, Máxima Zorreguieta y Mary Donaldson también se decantaron por los estampados de flores, mucho más apropiados para la ocasión.

La Princesa Letizia, entre las mejor vestidas de la gran boda griega


La boda de Nicolás de Grecia y Tatiana Blatnik, que este miércoles reunió en la isla de Spetses a un gran número de invitados de las Casas Reales europeas, también sirvió para ver desfilar a nuestros representantes españoles, como si de una auténtica alfombra roja se tratara. Guapísima como ya la hemos podido ver en enlaces anteriores, Doña Letizia volvió a deslumbrar con un vestido de inspiración griega, eclipsando incluso a sus cuñadas Cristina y Elena.

En un ambiente lleno de encanto y un destino paradisíaco, Nicolás de Grecia y su ya mujer Tatiana Blatnik se dieron el 'sí quiero' rodeados por casi 400 invitados que aprovecharon el enlace para sacar del armario sus mejores galas. Entre los asistentes más esperados se encontraba, como siempre, doña Letizia, así como sus cuñadas, las Infantas Elena y cristina.

Las representantes de la Casa Real española, que en este tipo de eventos siempre suelen ser elegidas entre las más elegantes, no lucieron tan espectaculares como en otras ocasiones, excepto Doña Letizia, que fue el blanco de todas las miradas gracias al espectacular vestido azul por el que se decantó.
Aunque no deslumbró como cuando se decide por el rojo, la mujer de Don Felipe fue una de las invitadas más elegantes gracias a su vestido largo de corte asimétrico y de inspiración griega, muy adecuado para la ocasión y el lugar. En tonos azul cielo y con detalles de pedrería y plata, el diseño de la Princesa de Asturias fue uno de los más elegantes y más comentados de la ceremonia.

Aunque por el momento se desconoce quién es el diseñador que lo firma, este vestido, muy del estilo de Marchesa, probablemente haya sido creado por su diseñador fetiche, Felipe Varela. (Esperaremos atentamente a que el modisto vuelva a exponer en su escaparate de Madrid la réplica exacta del modelo).

Para el peinado, Letizia optó por dejar su melena suelta y se maquilló en tonos muy naturales, completando un look perfecto para esta 'gran boda griega'.

Si la relación entre Letizia y sus cuñadas ya parecía tensa antes del enlace, probablemente su desfile en la boda de Nicolás y Tatiana no haya conseguido suavizar las cosas. Las Infantas, que nos tenían acostumbrados a deslumbrar con sus modelos -en la boda de Victoria de Suecia fueron dos de las más elegantes-, esta vez no convencieron con sus respectivas elecciones.

Mientras la mujer de Iñaki de Urdangarín optó por un vestido-túnica de estampado de flores grandes en color blanco y negro de Jesús del Pozo -poco apropiado para una boda veraniega-, Elena cambió su maravilloso traje de goyesca de la boda sueca por un vestido de rayas en tonos pastel y una torera en color rosa palo. La Reina Sofía, por su parte, apostó por un favorecedor traje rojo español con bolero de encajes.

Nada Nuevo Bajo el Sol


Una quiere ser original y resulta que miles de personas piensan lo mismo. Anoche era tema de Debate la mala relación de las infantas con su cuñada, vaya que lo mismo que yo puse aqui, en mi blog le da que pensar a mucha gente y parece que el lado mmenos de derechas lo encuentran normal, y los cortesanos dicen que deben guardar las apariencias.
Pero ¿Que apariencias ni se ven en todo el año? Tampoco Cristina se la veía de compras o en el Parque con Elena, cada una iba por libre, Nunca vi a los tres en alguna salida, Así que si no tragan a Leticia supongo que serán correspondidas,Ya dije que la Princesa de Asturias, que no del Pueblo, se le nota esa soberbia porque creo que es la única que está contenta de ser de la realeza. Nunca se le ha notado tanto como ultimamente que cada vez anda más estirida, no hay quien la tosa.
Cuando fueron los de La Roja a vsitar a los Reyes y enseñarle la Copa, ella a través de sus hijas acaparó todas las fotos.
La Infanta Elena tb estaba pero no sus hijos, esos que no son rubios ni de jos azules y dan la sensación de desamparo sobre todo la niña, el niño parece mas un gamberrillo como lo fue su madre de niña.
Pues eso que haber quien aguanta vacaciones en familia con cuñadas hermanos padres hijos y con la sonrisa puesta.
La misma de esa cursi boda de Grecia, que tal y como está el pais debieron ahorrar en carruaje porque le pusieron a los novios uno que parecía un cochito de niño pero un poco más grande.
Leticia creo que se puso un traje poco favorecedor, antes si que le hacian algunos bonitos con los que estaba guapa, dentro de su carrera cada vez más vertiginosa para parecerse a Rania de Jordania.