Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

2 ago 2010

Nada de nada

Lo que necesitas es amor, Ana María Moix


Lánguida, de piel muy blanca, más bien menuda pero bien proporcionada y grácil, Ma no era activa pero tampoco podía aplicársele el calificativo de apática, o al menos eso opinaba él al poco de conocerla.
No era la encarnación de la alegría, cierto, pensó cuando decidió pedirle matrimonio, pero en ocasiones, cuando creía que nadie la observaba, él descubría que su mirada destellaba brillos de una suerte de malicia cosquilleante e ingenua que le llenaba de ternura. En su vida cotidiana, no era una mujer entusiasta que aliviara la, con frecuencia, monotonía de la vida en común.
Aunque, a decir verdad, su vida en común no abarcaba solo a ellos dos, sino también a la madre y a la hermana mayor de su mujer, ambas increíblemente parecidas a ella pero, pensó él al conocerlas, con una diferencia inquietante: los rasgos físicos y de personalidad que compartían
las tres mujeres aparecían más exagerados en la madre y en la hermana mayor y, en su acentuación, se le antojaban sumamente peligrosos. La languidez de Ma era casi postración en las otras dos; su elegante lentitud, pura indolencia; su falta de alegría, insatisfacción constante, y, en su fin, su inactividad, dejadez absoluta. Además, madre y hermana mayor carecían de aquel interminente brillo que, de vez en cuando, muy de vez en cuando, chispeaba en la mirada de Ma.
Por eso, ante el temor de que la madre y la hermana mayor pudieran representar el futuro de su mujer, no dudó él en jugarse el todo por el todo cuando, al año de haberse consumado el matrimonio ante el altar, la mirada de Ma dejó de brillar durante meses, ella empezó a vivir casi la mitad del día en la cama, como su madre y su hermana mayor; su tez, antes pálida, se tornó cadavérica; su figura menuda empezaba a ser esquelética y...


Nunca hubiera podido imaginárselo, pero resultó ser cierto: un matrimonio no solo se consuma ante el altar.
Puesto en práctica el remedio, Ma abandonó el lecho de día a no ser que consiguiera, pergeñando tretas casi infantiles, arrastrarlo a él consigo; empezó a infundir ritmos musicales a la marcha de la casa, aplicando distintas canciones olvidadas a cada actividad hogareña, se la oía reír por los pasillos, se extrañaba de ganar peso sin comer más de lo habitual, la tenía todo el día encima, haciéndole carantoñas, en fin, había dado en clavo.
Debía reconocerlo. Aunque, en su fuero interno, ahora consideraba a Ma excesivamente rígida al hacerle cumplir con sus obligaciones maritales de modo, en su opinión personal, exagerado, y al calificar de egoísmo su tendencia a disminuir el ejercicio marital. Pero no quería ser egoísta, de modo que a los insistentes lamentos de Ma referentes al estado de postración de su madre y de su hermana mayor, pensó que no le quedaba más remedio que cumplir con los deberes de su función de hombre de la casa: ya eran tres las que se pasaban el día cantando por los pasillos, tres las que recobraban color y lozanía, tres las que mantenían la casa radiante de orden, de limpieza y de alegría. Tres.

Fue él quien empezó a adelgazar, a inquietarse por cualquier nadería, a adquirir un tono de piel ceniciento, a descubrirse una mirada apagada, muerta, ante el espejo, a arrastrar los pies al caminar por el pasillo, a desear no levantarse de la cama y pasarse el día encerrado, a oscuras. El anuncio de la llegada de la hermana menor le aterró: ¡cuatro, no! Pero su aparición fue como un milagro: alta, robusta, enérgica, la tez coloreada por el sol... parecía de otra familia. Respiró aliviado. Pero no fue milagro, sino mero espejismo.
Sentado en un sillón de la sala de estar, a solas, en silencio, no la oyó llegar, y el pánico se apoderó de él cuando el cuerpazo lleno de vida de la hermana menor se le vino encima y oyó que, en voz insinuante y queda, le susurraba al oído: "Pobrecito, estás que das pena, déjate hacer, yo sé que lo que necesitas es amor".

CECILIA - UN RAMITO DE VIOLETAS

1 ago 2010

El desgraciado desencadenante de la tragedia de Romy



La vida se ponía muy dulce para la actriz. Walt Disney la premió como la muchacha más bonita del mundo y las propuestas de trabajo son continuas. Gracias a la popularidad que alcanzó con Sissi, muchos directores querían trabajar con ella, convirtiéndose en una de las actrices europeas más famosas de los cincuenta. Romy trabajó bajo las órdenes de Alfred Heidenman en “Kitty” y dirigida por Helmunt Kautner en “Llévame contigo”.

En 1958, la joven actriz compartió cartel con Alain Delon en la película “Amoríos” y la joven cayó prendada del afable actor.
Tal fue el apasionado romance para Romy que la pareja se comprometió en público frente a las atentas miradas de periodistas. La madre de Romy no estaba nada contenta con aquella historia de amor y advertía a la joven que aquel seductor le iba a hacer sufrir mucho.
Poco meses de aquella sentencia, tras un distanciamiento de madre e hija, Romy sintió que su progenitora no iba nada mal encaminada. Tras uno de sus viajes para filmar las películas que fue realizando, Romy regresó al hogar que compartía con Alain pero allí sólo le esperaba un ramo de rosas y una carta de despedida.

Entre los directores que trabajaron con la bella actriz, se encuentra el aclamado Woody Allen y su hilarante comedia “¿Qué tal Pussycat?”, donde comparte rodaje con Ursula Andrés y meter Sellers.
En la inauguración de un restaurante, la actriz conoce a Harry Meyen, actor y director de teatro que en aquel entonces se encontraba casado. Romy consigue seducir a Harry pese a que nuevamente su madre le advirtiera del peligro, “nunca puede salir bien una historia que surge de una infidelidad” - le advertía la sabia madre.
Pese a ello, en un caluroso julio de 1968, Romy se casa con Harry y se mudan a Berlin.
La felicidad reina inicialmente aquel nuevo hogar con la llegada de David Christopher, el primer hijo de la actriz. Ilusionada con la maternidad, la actriz se dedica dos años a cuidar del bebé y recibe la mala noticia de la muerte de su padrastro. Es el principio de una atmósfera gris que se apodera de la casa, Harry cambia su humor aquejado de fuertes dolores de cabeza y lo paga con ellos.
Romy decide poner fin a su matrimonio con Harry, consiguiendo la custodia del niño a cambio de una gran fortuna que cede a Harry.
Fue un proceso duro y el matrimonio terminó de muy malas maneras. Esto hace que Romy se sienta fatal cuando años más tarde le avisan que su ex-marido se ha ahorcado en una de sus habitaciones de su castillo de Hamburgo.
Fue un duro golpe para ella, la imagen de Harry ahorcado tardó años en borrarse de su mente pese a que ella ya se había vuelto a casar con otro actor, Daniel Biasmi. Es ahí cuando se inician las borracheras y noches de insomnio para la joven.
Romy mandó a su hijo con sus abuelos paternos sólo durante un tiempo pues, a los pocos meses, la abuela paterna también fallece.
Romy siente gran impotencia al ver que su nuevo matrimonio comienza a quemarse, por lo que la actriz cae en fuertes depresiones y graves problemas con el alcohol. Durante el rodaje de “La visitante del Cabaret”, Romy se quebró un pie y la operaron de urgencia del riñón, con un principio de cáncer.


Sin embargo, aún estaba por llegar la peor de sus desgracias. El 5 de julio de 1981, su hijo David muere con tan solo 14 años trepando las rejas de su casa, resbaló y quedó atravesado por una de ellas que perfora sus intestinos. Romy nunca se recompuso de tal tragedia.
La actriz ya había confesado en más de una ocasión que su hijo era su único amigo y, ahora que ya no lo estaba, una espiral de desolación comenzó a llevársela consigo.
Alain Delon, con el que trabajó en tres ocasiones más después de que él la hubiese abandonado, dio todo su apoyo a Romy.
Nada fue posible, la actriz nunca se recompuso de aquel duro azote, aquel jaque-mate de la vida tras haberle arrebatado lo que más quería.
Romy apenas comía, pasaba gran parte de sus días escribiendo cartas a los amigos y hablaba de su hijo como si estuviera vivo.
El 29 de mayo de 1982, diez meses después de la muerte de David, encuentran el cadáver sin vida de Romy en su apartamento de Paris.
Al no realizarse autopsia, no se sabe si murió de una crisis cardiaca o un suicidio a base de la mezcla mortal de alcohol y barbitúricos.
Romy Schneider se encuentra enterrada con su hijo a pocos kilómetros de Paris, una ciudad que ella amaba con locura y donde admitía haber vivido sus pocos momentos de felicidad.
Dos meses después de su entierro, su tumba fue profanada y su diario íntimo desapareció.
Al parecer, existían partes de aquel diario que hablaban sobre unos traficantes de drogas involucrados en el asesinato de Stefan Markovich, el secretario personal de Alain Delon que fue asesinado en 1968. ¿Qué oscuro secreto se llevó Romy a la tumba?