12 jun 2010
Solo hay que verlo con los Ojos cerrados
En el sueño que será digno de tu recuerdo siempre hay una casa solariega que reconoces, y sin embargo, de manera fortuita, surge con los pasos la habitación inimaginada, la cámara escondida, el espacio repentino. Por eso será maravilloso. Por eso el sueño dejará en ti un sabor de extrañeza y de reconocimiento, una estancia que ya será tuya, si bien no la buscaste, y cuyo aire habrá de repetir en tu memoria una de las formas más felices del encantamiento.
A veces son los desarraigados quienes reciben esta clase de sueños. No hay más que verlos con los ojos cerrados y los labios respirando una suerte de embriaguez extática. Como si la bondad de los dioses y el azar les hubiera devuelto por un momento el origen que un día habitaron y en el cual han encontrado la porción nunca hollada, ni deseada ni presentida por ellos mismos; la parte de la que no existía noticia alguna.
No podremos apenas hablar de la cámara escondida. Es una imagen tan nuestra como el cristalino del ojo. Sólo podemos ofrecerla de la forma en que miramos las cosas.
La Mujer en el Arte
Magdalena Penitente de Pedro de Mena es una obra realizada en madera de cedro (material reservado para las obras excelentes) tratándose de una escultura finamente tallada.
Consigue comunicar el fervor religioso mediante gestos muy meditados: la mano derecha de finos dedos reposa sobre el pecho; la mano izquierda sostiene con fuerza el crucifijo, símbolo de la redención; el cuerpo ligeramente inclinado hacia delante ayuda a centrar la atención en la mirada que dirige la mujer a la cruz en busca de auxilio; en el rostro es donde cuida más los detalles: los labios resecos, la boca entreabierta, los ojos enrojecidos, las mejillas rígidas del llanto y la frente arrugada muestran el arrepentimiento de la joven Magdalena; cualquier indicio de sensualidad queda oculto bajo la túnica de palma, que esconde las formas femeninas hasta el punto de que ni siquiera de insinúan; el sobrio uso de colores más bien oscuros (ocres y marrones rojizos) llamados tierras de Sevilla, realzan la espiritualidad de la obra.
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