10 jun 2010
“Stiwa”
“Stiwa” es el acrónimo que he creado de “Transformación Social que Incluye a las Mujeres en África” (Social Transformation Including Women in Africa). Este nuevo término describe mi orden del día para que las mujeres de África no tengan que responder a las acusaciones de imitación, o para no tener que definir constantemente nuestras prioridades en el continente africano con respecto a otros feminismos, en particular los euro-americanos de las blancas.
“STIWA” me permite hablar de las necesidades de la mujer africana hoy en día en la tradición de los espacios y estrategias que existen en nuestras culturas indígenas y que definen la existencia social de las mujeres.
Mi tesis ha sido siempre que los feminismos indígenas también existieron en África, y ahora nosotros estamos preocupados por sacarlos a la luz e investigarlos. “STIWA” se refiere a la inclusión de las mujeres africanas en la transformación social y política de África hoy en día. ¡Hazte stiwanista!
Estoy segura de que habrá pocos hombres africanos que se opongan a la idea de incluir a las mujeres en la transformación social de África, que de eso se trata. Las mujeres tienen que formar parte como co-partícipes en la transformación social. Yo creo que el feminismo es una cuestión tanto de hombres como de mujeres en cualquier parte, y en África. Todos los hombres negros de África o de la diáspora necesitan ser feministas liberadores para asegurar a sus madres, a sus hijas y a sus hermanas una vida más plena.
La agenda feminista en todo el mundo tiene que incluir a los hombres y movilizarlos para que nosotras podamos alcanzar la meta de humanizar la sociedad con éxito completo.
Cuánto tiempo les hablaremos
De la sacralidad de la madre, de la diferencia sin veneno
Durante cuánto tiempo les diremos, hay un mundo
Que no gira sobre el eje de la masculinidad
Sino que es redondo y completo,
Repartiendo por muchos riachuelos su justicia distributiva.
Como un pájaro
Como un pájaro
“¡No camines junto al abismo! ¡Si ella fuera a descubrir su fuerza! ¡Si fuera, de pronto, a gozar,a disfrutar de su inmensidad! ¡Si diera el salto! Y no cayera, como una piedra, sino como un pájaro. ¡Si se descubriera navegante ilimitado!
¡Suéltate! ¡Suelta todo! ¡Pierde todo! Toma aire. Hazte mar adentro. Hazte de letra. Escucha: nada ha sido hallado. Nada está perdido.
Todo está para buscarlo. Anda, vuela, salta, corre, cruza, ama lo desconocido, ama lo incierto, ama lo que aún no fue visto, ama a nadie, que tú eres, que serás, déjate, libérate de las viejas mentiras, atrévete a lo que no te atreves, ahí es donde gozarás, haz siempre tu aquí de un allí, y alégrate, alégrate del terror, síguelo por donde tienes miedo de ir, lánzate, ¡es por ahí! escucha: no le debes nada al pasado, no le debes nada a la ley. Gana tu libertad: devuelve todo, vomita todo, dalo todo [...]. Sal, sal del viejo cuerpo, libérate de la Ley. Déjala caer con todo su peso, y tú corre, no mires atrás: no vale la pena, detrás de ti no hay nada, todo está por llegar”.
Hélène Cixous, La llegada a la escritura, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 2006
"En la mar vuelvo a nacerme
Con la mano en la mar, así lo espero
"En la mar vuelvo a nacerme
(Pienso en la habitación a oscuras,
construida en la playa,
con la puerta en la mar.)
¿Es esto soledad o es paraíso?
la oscuridad me protege de las cosas de afuera.
cuatro paredes pueden ser un vientre,
Un vientre que no cabe en el haz de la tierra
y se acoge al rumor de las aguas.
Si me escucho hacia atrás
me contemplo mirando
con años que no ven,
años sin ojos,
aun si la presencia de la luz;
ojos que ignoran que son años que ya han nacido
y se han puesto a morir hacia su nacimiento
recordando una mano que fue descanso y fuente.
Soy un niño en el vientre de su madre
que aun no sabe llorar
ni se babea
ni orina los zapatos.
Sino que trabaja nutriéndose de horas y silencios.
Porque el silencio también hace crecer,
da fortaleza,
tiene canto y mejillas como un nido.
El rumor de las olas es quien da compañía,
quien mece su canastilla de espumas.
Por la puerta, estas cuatro paredes
darán a luz al alba a todo el mar,
saldré yo mismo a luz.
Atrás queda la tierra,
con su cuerpo de rocas y repechos,
con todo lo que es valle, césped, caricia de mujer.
Esta cuatro paredes no lo verán,
están dentro de todo lo que mire,
son un vientre que nunca rozarán labios ni pechos,
que no conoce orilla ni claridad,
que me tiene sentado en su regazo,
me respira y me palpa.
No sé cómo estas cuatro paredes
pueden tener tanta ternura,
cómo puede albergar reposos de lecho,
cómo han podido reciénnacerme ahora.
Nada tiene aquí semblante, todo está suspendido
en el cuerpo de este rumor,
en la justicia de la sombra,
que es igual para las manzanas y las maderas,
para las sillas pálidas como monjes
y los claveles de trapo y las cortinas
anegadas en rojo.
Nada aquí encierra frente, sólo tiempo de alcoba,
presencia de piedra que estuviera a punto de latir.
Todo yace posado, como incubando el vuelo
en el corazón de una nube,
y en el pecho de una guitarra.
Y todo este silencio
que ha crecido en el musgo de la noche,
este silencio que han pensado los árboles,
este silencio que molturan los niños,
el amor cuando se tuesta en la parrilla de la ausencia,
la boca cuyos besos son brazos que llegan a la luna.
Todo este silencio que ha llegado de adentro
-lde sótanos de mí mismo,
de las entrañas de las islas-
y se ha echado en la arena,
es todo cuanto poseo,
mi riqueza en este instante,
mi familia y mi herencia,
mi libertad formando cascada con mi espalda.
Mañana me naceré como un pez de toda soledad,
de las cuatro paredes de este vientre.
Será la mar mi madre,
la madre que no muere ni enterramos nunca.
Con la mano en la mar así lo espero".
Pedro García Cabrera, en La esperanza me mantiene (1959)
"En la mar vuelvo a nacerme
(Pienso en la habitación a oscuras,
construida en la playa,
con la puerta en la mar.)
¿Es esto soledad o es paraíso?
la oscuridad me protege de las cosas de afuera.
cuatro paredes pueden ser un vientre,
Un vientre que no cabe en el haz de la tierra
y se acoge al rumor de las aguas.
Si me escucho hacia atrás
me contemplo mirando
con años que no ven,
años sin ojos,
aun si la presencia de la luz;
ojos que ignoran que son años que ya han nacido
y se han puesto a morir hacia su nacimiento
recordando una mano que fue descanso y fuente.
Soy un niño en el vientre de su madre
que aun no sabe llorar
ni se babea
ni orina los zapatos.
Sino que trabaja nutriéndose de horas y silencios.
Porque el silencio también hace crecer,
da fortaleza,
tiene canto y mejillas como un nido.
El rumor de las olas es quien da compañía,
quien mece su canastilla de espumas.
Por la puerta, estas cuatro paredes
darán a luz al alba a todo el mar,
saldré yo mismo a luz.
Atrás queda la tierra,
con su cuerpo de rocas y repechos,
con todo lo que es valle, césped, caricia de mujer.
Esta cuatro paredes no lo verán,
están dentro de todo lo que mire,
son un vientre que nunca rozarán labios ni pechos,
que no conoce orilla ni claridad,
que me tiene sentado en su regazo,
me respira y me palpa.
No sé cómo estas cuatro paredes
pueden tener tanta ternura,
cómo puede albergar reposos de lecho,
cómo han podido reciénnacerme ahora.
Nada tiene aquí semblante, todo está suspendido
en el cuerpo de este rumor,
en la justicia de la sombra,
que es igual para las manzanas y las maderas,
para las sillas pálidas como monjes
y los claveles de trapo y las cortinas
anegadas en rojo.
Nada aquí encierra frente, sólo tiempo de alcoba,
presencia de piedra que estuviera a punto de latir.
Todo yace posado, como incubando el vuelo
en el corazón de una nube,
y en el pecho de una guitarra.
Y todo este silencio
que ha crecido en el musgo de la noche,
este silencio que han pensado los árboles,
este silencio que molturan los niños,
el amor cuando se tuesta en la parrilla de la ausencia,
la boca cuyos besos son brazos que llegan a la luna.
Todo este silencio que ha llegado de adentro
-lde sótanos de mí mismo,
de las entrañas de las islas-
y se ha echado en la arena,
es todo cuanto poseo,
mi riqueza en este instante,
mi familia y mi herencia,
mi libertad formando cascada con mi espalda.
Mañana me naceré como un pez de toda soledad,
de las cuatro paredes de este vientre.
Será la mar mi madre,
la madre que no muere ni enterramos nunca.
Con la mano en la mar así lo espero".
Pedro García Cabrera, en La esperanza me mantiene (1959)
Maalouf
Maalouf
Miren lo que dijo de él Mario Vargas Llosa: “Cuando le insisten en que confiese si, en el fondo de su alma, se siente más francés que libanés, o a la inversa, a Amin Maalouf le sobrecoge la angustia porque comprueba lo extendida que está la costumbre, mejor dicho el prejuicio, de imponer a los seres humanos una identidad unívoca, para entenderlos mejor”. Lo curioso, y esta es una anécdota, es que cuando Vargas Llosa vio a su colega de “identidad unívoca” no lo vio realmente.
Se desató en elogios –en esos elogios—sobre el escritor libanés que ahora ha ganado el premio Príncipe de Asturias en una cena a la que el peruano estaba invitado. Y cuando concluyó su discurso laudatorio alguien le dijo: “Es que Maalouf es él”. Oh, exclamó el autor de Conversación en la Catedral.
Ahora la anécdota sirve para evocar la unanimidad con la que se trata la figura de Maalouf, constructor de un mundo que desprecia (de manera categórica, violenta en el sentido literario, y humano, de la palabra) los muros que sigue habiendo en el mundo y que rompen la idea de libertad y de dignidad de las personas. Hace unos meses (en septiembre) le entrevisté por su libro El desajuste del mundo (Alianza), y me llevé la impresión de que su testimonio no es sólo un edificio literario, sino profundamente humano, el de un hombre herido que ha visto el vientre tremendo de la bestia. De eso habló Vargas Llosa cuando le conoció sin conocerle, y ahora el Príncipe de Asturias ha ratificado esa opinión con un premio merecidísimo.
Miren lo que dijo de él Mario Vargas Llosa: “Cuando le insisten en que confiese si, en el fondo de su alma, se siente más francés que libanés, o a la inversa, a Amin Maalouf le sobrecoge la angustia porque comprueba lo extendida que está la costumbre, mejor dicho el prejuicio, de imponer a los seres humanos una identidad unívoca, para entenderlos mejor”. Lo curioso, y esta es una anécdota, es que cuando Vargas Llosa vio a su colega de “identidad unívoca” no lo vio realmente.
Se desató en elogios –en esos elogios—sobre el escritor libanés que ahora ha ganado el premio Príncipe de Asturias en una cena a la que el peruano estaba invitado. Y cuando concluyó su discurso laudatorio alguien le dijo: “Es que Maalouf es él”. Oh, exclamó el autor de Conversación en la Catedral.
Ahora la anécdota sirve para evocar la unanimidad con la que se trata la figura de Maalouf, constructor de un mundo que desprecia (de manera categórica, violenta en el sentido literario, y humano, de la palabra) los muros que sigue habiendo en el mundo y que rompen la idea de libertad y de dignidad de las personas. Hace unos meses (en septiembre) le entrevisté por su libro El desajuste del mundo (Alianza), y me llevé la impresión de que su testimonio no es sólo un edificio literario, sino profundamente humano, el de un hombre herido que ha visto el vientre tremendo de la bestia. De eso habló Vargas Llosa cuando le conoció sin conocerle, y ahora el Príncipe de Asturias ha ratificado esa opinión con un premio merecidísimo.
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