4 jun 2010
?DÓNDE?
¿Dónde estás?
¿Dónde?
Busco... Miro... Cierro los ojos y escudriño cada lugar, cada pensamiento, cada sentir.
¿Aquí? ... No... No estás.
¿Dónde?
¿Por qué mi mente ya no colorea tu figura?
Lo quiero... Lo imploro... Y las luces, sordas, se llevan tu sombra.
¿Es que no escuchas mi llamado?
¿Qué está pasando?
¡Ah!... Ya sé.. ¡Qué alivio!..
Ahora recuerdo... Al final no te conocí.
¿SERÁ?
¿Dónde irán las palabras para quien amo?
¿Dónde quedarán los “te quiero” recibidos?
¿Dónde estarán los momentos de pasión?
¿Dónde meceré los sueños no alcanzados?
Cuando nazca mi nada. ¿Dónde habitará este todo?
¿Quedará el eco de la lírica danzando solo eternamente?
Pero tal vez... Quizás suceda... Puede que...
El amor entregue un último querer apasionado
Y despierte un eco eterno que more en mi nada,
Entonces seré todo... todos... uno.
En alguna vida... Quizás suceda.
Giran lentos y a lo lejos los vencejos en el cielo
Giran lentos y a lo lejos los vencejos en el cielo. Tal vez allá arriba tengan otro nombre. Gavilla de hojas aventadas en un aire pautado por la pesadumbre de la humedad. Bajo las nubes, el espectro de la lluvia reverbera y es por eso que las gaviotas pasan por delante de la ventana enardecidas y cegadoras.
Y un helicóptero, con sangre fría de psicópata, se va deteniendo sobre cada tramo del centro de la ciudad. Son los únicos ruidos, a esta hora de la tarde -nácar, ópalo y náusea-: las aspas del aparato, la eterna monserga de las cotorras que anidan no lejos de aquí.
Es triste cuando las nubes no tienen perfiles.
Cuando se amasan unas con otras. Es como la ataraxia de la tarde, a la que sólo le cantan, ahora, los vencejos. La tarde sin perfiles, sin padeceres, que rueda porque sí. Otra página que sin más remedio se hunde en el océano.
Lejos de aquí, sobre esta bruma, por encima de esta indolencia, los cielos serán azules y tirando a oro. Olerán los campos; hablarán las pequeñas hierbas amarillas sin nombre.
La miel se verterá sobre el borde del mar, y los peces ignorados reconocerán en sus abismos los cielos líquidos, los corales, la danza espaciosa de las algas.
Está por desaparecer la editorial que publicó mi último libro de poemas. Cada escrito se hunde en el olvido.
Jose Carlos Cataño
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