Entre la chulería del primer partido de la oposición y los balbuceos bienintencionados del partido gobernante tiene que existir alguna salida de urgencia mínimamente sensata que nos tranquilice. Porque nos están comunicando su histeria. Tomemos tila.
Recapacitemos. La ira del ciudadano -un sujeto que, en una evaluación de promedio, parece mucho más maduro que sus líderes políticos- también debe calmarse. Pues somos, en estos momentos, más necesarios que nunca. Reflexionemos. Claro que el ambiente no ayuda.
Desde doña Rita Barberá, que tiene -o me lo parece- un plan para doña Sonsoles Espinosa cuando esta deje a su marido, hasta el señor Camps que, poseído por el síndrome de san Isidro, busca capotazos en plaza de toros, pasando por el hecho de que se nos propina el ricino de los reajustes con cuentagotas... Solo entran ganas de gritar: "¡Basta! ¡Que alguien tome las riendas!".
Pero eso sería lo más peligroso. Como venga un salvador, estamos listos. Puedo comprender las vacilaciones del Gobierno. Ni en sus peores sueños contaba el señor Zapatero con que la mala suerte global se le cayera encima. Entiendo menos que el PP se lance a interpretar un guión que tampoco le cuadra, como es el de defender a los más débiles.
Y que lo haga tan obtusamente, poniendo en peligro la estabilidad del país y su credibilidad. Para eso tienen ya a su malasombra itinerante, el señor Aznar. Sin embargo, sepan todos que lo que ningún ciudadano está dispuesto a comprender, y mucho menos a perdonar, es que toda la clase política no se junte para repensar este país. Y eso incluye a quienes gobiernan o están en la oposición, en Madrid, en autonomías, en alcaldías.
A los grandes partidos políticos y a los que no lo son tanto porque les perjudica la ley electoral. Ahora mismo, y aquí mismo, todos somos necesarios. Repiensen el país, cuéntennoslo, pongámonos a ello. Antes de que nos hagamos daño.
27 may 2010
La Cenicienta
Hubo una vez una joven muy bella que no tenía padres, sino madrastra, una viuda impertinente con dos hijas a cual más fea. Era ella quien hacía los trabajos más duros de la casa, y como sus vestidos estaban siempre tan manchados de ceniza, todos la llamaban Cenicienta.
Un día el rey de aquel país anunció que iba a dar una gran fiesta a la que invitaba a todas las jóvenes casaderas del reino.
-Tú, Cenicienta, no irás -dijo la madrastra-. Te quedarás en casa fregando el suelo y preparando la cena para cuando volvamos.
Llegó el día del baile y Cenicienta, apesadumbrada, vio partir a sus hermanastras hacia el Palacio Real. Cuando se encontró sola en la cocina no pudo reprimir sus sollozos.
-¿Por qué seré tan desgraciada? -exclamó.
De pronto se le apareció su Hada Madrina.
-No te preocupes -exclamó el Hada-. Tú también podrás ir al baile, pero con una condición: que cuando el reloj de Palacio dé las doce campanadas tendrás que regresar sin falta.
Y tocándola con su varita mágica la transformó en una maravillosa joven.
La llegada de Cenicienta al Palacio causó honda admiración. Al entrar en la sala de baile, el Príncipe quedó tan prendado de su belleza que bailó con ella toda la noche. Sus hermanastras no la reconocieron y se preguntaban quién sería aquella joven.
En medio de tanta felicidad, Cenicienta oyó sonar en el reloj de Palacio las doce.
-¡Oh, Dios mío! ¡Tengo que irme! -exclamó.
Como una exhalación atravesó el salón y bajó la escalinata, perdiendo en su huida un zapato, que el Príncipe recogió asombrado.
Para encontrar a la bella joven, el Príncipe ideó un plan. Se casaría con aquella que pudiera calzarse el zapato. Envió a sus heraldos a recorrer todo el Reino. Las doncellas se lo probaban en vano, pues no había ni una a quien le fuera bien el zapatito.
Al fin llegaron a casa de Cenicienta, y claro está que sus hermanastras no pudieron calzar el zapato, pero cuando se lo puso Cenicienta vieron con estupor que le quedaba perfecto.
Y así sucedió que el Príncipe se casó con la joven y vivieron muy felices.
Otro dia más sin verte
http://www.youtube.com/watch?v=0Wv3Ya9nskA
Otro día más sin verte, parece como si fuera el inicio de la canción, pero no, sólo que a veces de nuevo sientes algo especial y por mucho que una intente huir de todo compromiso, no puede olvidar que más allá existe alguien pensando en tí, y evidentemente yo en él, a pesar que me sentía invulnerable a ese tipo de emociones, pero si os llega el momento, tomar ese tren, que vale la pena el viaje.
Recuerdo como varias pitonisas pitas, de esas que polulan por ahí y evidentemente por aquí en internet, no hacían más que avisarme, estás a punto de iniciar una nueva relación.
Me reía de ellas o ellos para mis adentros pensando lo felíz que me siento sóla con ms animales y mi propia independencia.
Uno de mis amigos cuando me hablaba de soledad, no podía y sigo sin comprenderle.
¿Soledad con tantas cosas bellas que la vida te ofrece? Parece casi imposible, aún sin salir de casa, encuentras a quien menos te los esperas, y a veces dudas, qué y quien te conviene más, pero sólo de pensar en perder mi libertad, me asusto.¡Con lo bien que se está solo!
En este momento estoy viendo una antigua película, para después procesarla y pasarla, el sólo hacer felíz a alguien que te solicita una canción, película o poema, me compensa.
Y mientras tanto, despejo mi mente del mal que nos están haciendo los más despreciables.......
Pero si el tren pasa de nuevo por vuestra vida, no lo dudeis, tomarlo aunque el viaje pueda ser corto.
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