Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

30 abr 2010

Albert Camus


Albert Camus
Albert Camus




Albert Camus (Mondovi, 7 de noviembre de 1913 — Le Petit Villeblevin, Francia, 4 de enero de 1960) fue un novelista, ensayista, dramaturgo y filósofo franco-argelino.

Vida y obras de Albert Camus:



Novelista, dramaturgo y ensayista francés, es considerado uno de los escritores más importantes posteriores a 1945.
Nacido de una modesta familia de colonos franceses (pieds-noirs) dedicados al cultivo del anacardo en el departamento de Constantina .
Comenzó a escribir a muy temprana edad: sus primeros textos fueron publicados en la revista Sud en 1932. Tras la obtención del bachillerato obtiene un diploma de estudios superiores en letras, en la sección de filosofía. La tuberculosis le impide participar en la convocatoria de agregación.

Desarrolló en su muy diversa obra un humanismo fundado en la concienciación de lo absurdo de la condición humana. En 1957 se le concedió el Premio Nobel de Literatura. La novela La caída había sido publicada el año anterior, pero el comité Nobel citó sus escritos en contra de la guillotina.
Está considerado el representante del existencialismo «ateo». Nació en Mondovi (actualmente Drean, Argelia), el 7 de noviembre de 1913. Hijo de colonos, queda huérfano de padre antes de cumplir los 3 años. Toda su niñez la pasó en uno de los barrios más pobres de Argel, y por supuesto con ausencia absoluta de libros y revistas.
Gracias a una beca que recibían los hijos de las víctimas de la guerra, pudo comenzar a estudiar y a tener los primeros contactos con los libros. En medio de dificultades económicas cursó su primaria y culminó el bachillerato.
Estudió filosofía y letras y fue rechazado como profesor a causa de su avanzada tuberculosis, por lo que se dedicó al periodismo como corresponsal del Alter Republicain Camus se muda entonces a París.
En 1939 se presentó al ejército como voluntario, pero no le aceptaron por su delicada salud. En ese mismo año publicó Bodas, un conjunto de artículos que incluían reflexiones inspiradas por sus lecturas y viajes. Entra a trabajar en el Diario del Frente Popular, creado por Pascal Pia: su investigación La miseria de la Kabylia tiene un resonante impacto.
En 1940 el Gobierno General de Argelia prohíbe la publicación del diario y se las arregla para que Camus ya no encuentre trabajo. Al año siguiente contrae segundas nupcias, se instala en París y es corresponsal de París-Soir. Durante la Segunda Guerra Mundial fue miembro activo de la Resistencia francesa dentro del grupo Combat, que publica en la clandestinidad un periódico homónimo.
Tras la liberación de París se mantiene en él como redactor en jefe. Antes de finalizar la contienda, publica la novela El extranjero (1942), ambientada en Argelia, como la mayoría de sus narraciones siguientes. Esta obra y el ensayo en el que se basa, El mito de Sísifo (1942), revelan la influencia del existencialismo en su pensamiento, así como las obras de teatro El malentendido (1942) y Calígula (1944). Con la novela La peste (1947) logra el Premio de la Crítica. Aunque en esta novela todavía se interesa por el absurdo fundamental de la existencia, reconoce el valor de los seres humanos ante los desastres y su pensamiento evoluciona hacia un sentido más solidario ante el sufrimiento humano y la rebelión contra la injusticia. Actitud que quedará plasmada en Los Justos (1949) y en el ensayo El hombre rebelde (1951).
Este último es sin duda su libro más polémico y complejo, a tal punto que provocaría la ruptura con Sartre.
En él se pregunta por qué los ideales se pervierten, por qué cuando vence la rebeldía se transforma en opresión. Confiará en la rebelión pero individua, el hombre rebelde hará de su rebelión un deber de conciencia, donde de lo absurdo se sale con un desplazamiento hacia la vida de los otros. Existen corrientes de opinión que afirman que esta ruptura nunca tuvo lugar realmente. La confusión entre las cartas a Sartre enviadas en la década del 1932 al 1954 fue el indicador de que Camus denegaba su influencia achacándola de 'malinterpretaciones intencionadas'. Futuras indagaciones ponen en duda la autoría real de dichas cartas.

Camus deja otras obras como las novelas El revés y el derecho (1937), Cartas a un amigo alemán (1948); La caída (1956), inspirada en un ensayo precedente; la obra de teatro Estado de sitio (1948); y un conjunto de relatos, El exilio y el reino (1957) y Los poseídos (1959).
Colecciones de sus trabajos periodísticos aparecieron con el título de Actuelles (3 vols., 1950, 1953 y 1958) y El verano (1954). Una muerte feliz (1971), aunque publicada póstumamente, de hecho es su primera novela. En 1994, se publicó la novela incompleta en la que trabajaba cuando murió, El primer hombre, una autobiografía novelada. Sus Cuadernos, que cubren los años 1935 a 1951, también se publicaron póstumamente en dos volúmenes (1962 y 1964).
Su obra, caracterizada por un estilo vigoroso y conciso, refleja una sociedad abocada al nihilismo, tras la destrucción de sus valores y la sensación de alienación y desencanto junto a la afirmación de las cualidades positivas de la dignidad y la fraternidad humana.
En 1957 recibió el Premio Nobel de Literatura .
Camus murió el 4 de enero de 1960, en un accidente de coche cerca de Le Petit-Villeblevin, lo cual para muchos resulta una muerte irónica, pues él, días antes de su accidente había dicho "No conozco nada más idiota que morir en un accidente de automóvil".
Entre los papeles que se le encontraron había un manuscrito inconcluso, El primer hombre, de fuerte contenido autobiográfico y gran belleza.
Fue enterrado en Lourmarin, pueblo del sur de Francia donde había comprado una casa. Camus, con su obra humanística y de lucha por el ser humano, tiene un sitio en el recuerdo de generaciones de hombres, y seguramente, el futuro le reservará un lugar en la historia por sus aportes a la literatura y la política del siglo XX

28 abr 2010

Las mujeres que no amaban a los hombres, de Diego de los Santos




Las mujeres que no amaban a los hombres, de Diego de los Santos
Mis mujeres no pueden vivir sin mí, por lo tanto estoy muy interesado en un mundo donde las mujeres no aman a los hombres. Me da mucha curiosidad.

Diego de los Santos, con Almuzara en los platos, plantea a la soci ibérica este Las mujeres que no amaban a los hombres, en apabullante oportunismo productivo: similar es el título al del best seller sueco, similar es la portada. Pero, aparte de que no es una novela, hay otra diferencia deficitaria en la propuesta editorial: no lo escribe una mujer.

Los escritores malos últimos han hecho de la estupidez femenina un gran negocio. Decirles a las mujeres que son mejores que los hombres, que son víctimas, que el mundo funcionaría lindamente si ellas lo timonearan, hace vender muchos libros, porque a todos nos gusta que nos digan lo bien que nos queda el martirio. Es una treta comercial nauseabunda, que define perfectamente la desvergüenza de los Larsson de turno, y también la escasa consideración que dan a la inteligencia de las mujeres.
Cualquier hombre que diga que las mujeres son mejores que los hombres piensa que las mujeres son idiotas, y se las quiere tirar. Eso es así.

La polémica que intuye uno habrá cercado el presente ensayo (es un decir, lo de ensayo) alejará nuestra atención del hecho de que este ensayo (era un decir, dijimos) es perfectamente insolvente.
Su tesis informativa nos interesa: muchas mujeres aprovechan la ley de Igualdad para joderles la vida a sus hombres; pero, aparte de eso, que he reducido a una línea, y que como mucho da para un artículo en ABC, y de algunas cifras convenientes, en este ensayo (etc.) no hay nada más.

Hoy en día es muy difícil encontrar un ensayo hecho de ideas y no, como es el caso, de recortes del periódico.

Menos da una piedra, podemos pensar, porque, a fin de cuentas, nada hay tan sano como la discrepancia y la denuncia, aunque cuando discrepas del discurso mainstream te puedan caer todos los palos de pico, como al pobre y admirable Quico Alsedo al decir que Los planetas son una santa basura.

Quizá la dolencia de este volumen, su superficialidad, está en la avería apuntada: no lo escribe una mujer.
Porque nadie como las mujeres puede indicarnos con tino y exactitud la filiación maligna de las féminas, cuando se da, su ser serpiente en el mundo, cuando se da, su venenoso procedimiento social, cuando se da.

Que es a menudo, como sabe cualquiera que tenga una ex novia catalana.

24 abr 2010

Dormir bien



Dormir bien


Duermo nueve horas. Tengo tan buena cara que todos me saludan con una sonrisa un poco exagerada, como esperando alguna broma o algún comentario jocoso de mi parte. Parece que todo el mundo está de buen humor hoy.
Intento no defraudarles.
O no lo intento; me sale. Todos me parecen buenas personas, y hasta simpáticos, cada uno en su estilo.
Dormir hace milagros, pienso. Pero de vez en cuando echo en falta la ebriedad del mal dormido, que me hace más llevaderas algunas horas, como si pasaran un poco de puntillas a mi lado, no queriendo molestar demasiado.


***


No entiende todas las palabras, pero yo le leo igual. Muchos cuentos para críos están escritos por pedantes, con una retórica que en una novela normal no toleraríamos. Son cuentos actuales. O versiones actuales de clásicos. Más de una vez, mientras leo, tengo que traducir esas frases literarias absurdas y rancias a un lenguaje normal.
Aun así, algunas veces, después de una parrafada, me pregunta; ¿y qué pasó? Es decir; ¿qué es lo que realmente pasó, además de un montón de palabras? Al final del cuento le pregunto algunas cosas sobre lo leído. Se ve que lo entendió.
Busca las palabras para explicarse, y vacila, como si esas palabras no fuesen todavía suyas y tuviese que tomarlas de prestado o como si las trajese de muy lejos. Ya puede buscar las palabras sin bailar. Cuando era más pequeña solía moverse mucho al explicar algo. Parecía que estuviese a punto de mearse y todo fuesen contorsiones para evitarlo. Se le desataba el cuerpo al hablar.


Hice la prueba; las cosas de Gloria Fuertes le hacen gracia. Gloria Fuertes, qué se le va a hacer. Bueno, a mí también me hace gracia. Conozco a una señora que se persigna al oír hablar de Gloria Fuertes. Gloria Fuertes es el Bob Esponja de la poesía. No le voy a leer a Vicente Aleixandre. Otros poetas, por ahora, no le hacen tilín. Le recito como un loco. A los dos versos ya me siento Alberti ante un auditorio y se me pone su voz. Da mucho gusto recitar como Alberti. Ese tono. Espero no crearle ningún trauma.


***


Los viejos fuman y ven la tele. Un documental sobre dinosaurios. Leo el periódico. Me rodea una nube de humo. En Vigo el gobernador del Banco de España. La conselleira de Facenda sale muy favorecida en la foto. Dan ganas de enamorarse de ella. Me la imagino con la cabeza llena de números y llamándome tonto mientras mueve una mano como espantando una mosca imaginaria y esboza una sonrisa picarona.


***


Alguien en Radio 3 dice; ¿qué se puede esperar de un país que ignoró a los Sex Pistols?

Música que no existe


Música que no existe



Stravinsky era muy feo. Aquí Martha Argeririch, pianista.


Tengo para rato con el libro de Alex Ross. Cuando me canse lo dejo.
Por ahora me interesa más de lo que pensaba. Hay detalles que se me quedan grabados. Por ejemplo; Mahler en el metro de Nueva York, solo y con la mirada perdida (hay testigos), camino de un concierto. No me pega Mahler y el metro.
A nadie se le ocurriría pensar que el tipo que compuso eso viajó en metro alguna vez. Y no lo digo como algo negativo. Simplemente su música no viajó nunca en metro. Teniendo en cuenta lo que cobraba de la Metropolitan Opera de Nueva York lo del metro es algo meritorio ("75.000 coronas por tres meses de trabajo o, en dinero actual, alrededor de 220.000 euros").
Casi le da para un chalet (y en la primavera de 1907 para algo más, creo). Después los yanquis se hartarían de adorar a los músicos y compositores europeos y se montarían sus propias fiestas, con gente suya, blancuchos estupendos que mezclaban lo popular y lo clásico.
De Gershwin hableremos otro día. Miraban a los negros con desconfianza, pero los negros se salían. Los negros y de fondo los judíos (siempre tan discretos estos últimos). Poco a poco la dama clásica y un poco dadaísta de la música de principios de siglo fue, al menos en Estados Unidos, metiéndose en los garitos llenos de humo en los que nacía el jazz, arte negro, alma negra, etcétera. He ahí la música que escuchamos. Elvis era muy negro. Hubo un momento en el que los norteamericanos tuvieron que decidir entre Beethoven y el ragtime. Eligieron lo segundo. Quizá por simple nacionalismo. Beethoven era demasiado alemán. Beethoven era sordo. Y Wagner un canijo.


Es también llamativa la facilidad que tenía el público de principios de siglo para escandalizarse. Qué barbarie. Qué poca educación. Qué garrotazos. Cualquier concierto punki hoy en día es más respetuoso y civilizado.
A la mínima que la obra escuchada se metiese en ruidos ya empezaban los caballeros y las damas más respetables a patalear como criaturas, a gritar, a tirarse de los pelos, a hacer pedorretas con la boca, a romper chisteras y cabezas. A pedir la cabellera del compositor. Cuenta Ross los altercados en los primeros conciertos con obras de Schoenberg.
Los periódicos de la época entran en detalles. Pasaría un poco después lo mismo con la Consagración de Stravinski. Y algunos años antes con Salomé, de Strauss. Cualquier compositor verdadero sabía que su estreno había sido un fracaso rotundo si no se montaba una batalla campal en la sala.


Cuando el libro se convierte en crítica musical pura y dura no me espanta, aunque quizá debería. Siempre me gustaron esas retóricas periodísticas especializadas. Las admiro. Son ejercicios fabulosos, ante los que me siento disminuído, dudando mucho de que uno pudiera escribir alguna vez algo así. Leo esas frases varias veces con la boca abierta, sin acabar de creerme lo que leo. Por ejemplo, hablo de las críticas de coches o de cocina.
También las musicales, aunque casi nunca leo críticas musicales. Las de coches sí. Los coches me dan igual, pero las críticas son estupendas. Supongo que son casi tan derrochadoras de jerga como las de arte contemporáneo, aunque estas me interesan mucho menos. Yo creo que estas cosas hay que leerlas como quien lee un poema. Lo mismo que cierta filosofía.
Supongo que habrá algún ser vivo que sepa de qué habla el autor, pero para el que no tenga la preparación necesaria es evidente que lee un idioma marciano, y lo mejor es disfrutar con los múltiples sentidos que tienen como poema en prosa. Ejemplo; el famoso Tractatus de Wingenstein.
El Tractatus no es para leer borracho, precisamente. A falta de otras lecturas, quizá más racionales, yo le encuentro gusto como uno de los mejores poemas de la literatura del pasado siglo. Una maravilla, desde el prólogo (uno de los mejores prólogos leídos en mi vida; "Posiblemente sólo entienda este libro quien haya pensado alguna vez por sí mismo los pensamientos que en él se expresan o pensamientos parecidos"), hasta el aserto final; "De lo que no se puede hablar hay que callar".
Eso sí, saltándonos algunos versos de orientación futurista con simpáticas ecuaciones que no traspasan nunca la barrera de nuestra retina.
Enlazando con el tema, de lo que no se puede hablar, me pregunto: ¿Se puede hablar de música?


Al menos Ross lo intenta: "En la primera de las piezas orquestales, […], las voces instrumentales se disuelven en gestos, texturas y colores, muchos de ellos derivados de Salome: figuras de tonos enteros girando hipnóticamente, instrumentos de viento-madera aullando en sus registros más agudos, diseños de dos notas chorreando como la sangre sobre el mármol, un quinteto de trombones y tuba tocados con la técnica Flatterzungen o frullato que no cesan de escupir y gruñir. […] acordes monstruosos de ocho, nueve y diez notas, que saturan los sentidos y desconectan el intelecto."