28 abr 2010
Las mujeres que no amaban a los hombres, de Diego de los Santos
Las mujeres que no amaban a los hombres, de Diego de los Santos
Mis mujeres no pueden vivir sin mí, por lo tanto estoy muy interesado en un mundo donde las mujeres no aman a los hombres. Me da mucha curiosidad.
Diego de los Santos, con Almuzara en los platos, plantea a la soci ibérica este Las mujeres que no amaban a los hombres, en apabullante oportunismo productivo: similar es el título al del best seller sueco, similar es la portada. Pero, aparte de que no es una novela, hay otra diferencia deficitaria en la propuesta editorial: no lo escribe una mujer.
Los escritores malos últimos han hecho de la estupidez femenina un gran negocio. Decirles a las mujeres que son mejores que los hombres, que son víctimas, que el mundo funcionaría lindamente si ellas lo timonearan, hace vender muchos libros, porque a todos nos gusta que nos digan lo bien que nos queda el martirio. Es una treta comercial nauseabunda, que define perfectamente la desvergüenza de los Larsson de turno, y también la escasa consideración que dan a la inteligencia de las mujeres.
Cualquier hombre que diga que las mujeres son mejores que los hombres piensa que las mujeres son idiotas, y se las quiere tirar. Eso es así.
La polémica que intuye uno habrá cercado el presente ensayo (es un decir, lo de ensayo) alejará nuestra atención del hecho de que este ensayo (era un decir, dijimos) es perfectamente insolvente.
Su tesis informativa nos interesa: muchas mujeres aprovechan la ley de Igualdad para joderles la vida a sus hombres; pero, aparte de eso, que he reducido a una línea, y que como mucho da para un artículo en ABC, y de algunas cifras convenientes, en este ensayo (etc.) no hay nada más.
Hoy en día es muy difícil encontrar un ensayo hecho de ideas y no, como es el caso, de recortes del periódico.
Menos da una piedra, podemos pensar, porque, a fin de cuentas, nada hay tan sano como la discrepancia y la denuncia, aunque cuando discrepas del discurso mainstream te puedan caer todos los palos de pico, como al pobre y admirable Quico Alsedo al decir que Los planetas son una santa basura.
Quizá la dolencia de este volumen, su superficialidad, está en la avería apuntada: no lo escribe una mujer.
Porque nadie como las mujeres puede indicarnos con tino y exactitud la filiación maligna de las féminas, cuando se da, su ser serpiente en el mundo, cuando se da, su venenoso procedimiento social, cuando se da.
Que es a menudo, como sabe cualquiera que tenga una ex novia catalana.
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