Lecciones de historia de Pérez-Reverte en la presentación em Madrid de El asedio.
La expresión abrir el fuego es algo más que una metáfora tratándose de El asedio (Alfaguara), la novela en la que Arturo Pérez-Reverte narra el sitio del ejército napoleónico a Cádiz en 1811. Pues bien, ayer en el teatro Español el que abrió el fuego fue el actor Ginés García Millán, que leyó unos fragmentos de la obra ante cerca de 800 personas. "Disponga maniobra. Nos vamos", concluyó el actor un segundo antes de que aparecieran el novelista y Juan Ramón Lucas. El periodista comenzó desvelando la propuesta que Pérez-Reverte lanzó hace unos meses de trasladar por un día el pleno de la Real Academia a la casa de Miguel Delibes como homenaje a un compañero que hacía tiempo no les rendía visita. La muerte el pasado viernes del autor de El camino dejó el viaje en pura intención.
Hecho el homenaje, la velada fue un duelo entre caballeros. Pero duelo. Entregado a una novela en la que la sangre que vierte un asesino en serie se mezcla con la que provoca el cerco francés, Lucas no dejó de contradecir a su interlocutor: "¿Cómo puedes decir que no es un libro de historia? De historia, física, moda, náutica...". "Yo soy un novelista", cortó Pérez-Reverte. Lucas seguía: "...de botánica, taxidermia... ¡Son 725 páginas!". Y Reverte, irónico: "Había que llenarlas con algo".
La seriedad sin corbata condujo, no obstante, la charla, que fue un poco una lección de historia y otro poco una lección de literatura. Pérez-Reverte insistió en presentar el Cádiz de aquellos años como una oportunidad perdida: "Tenía la apertura mental de Manchester o Hamburgo. El peso lo tenían los comerciantes, no el clero ni la aristocracia. El mar era un camino, no una frontera". Y a la desazón que le produjo pasear por unas calles que simbolizan lo que pudo ser atribuye el escritor el "tono crepuscular" de la novela. "España se equivocó de Dios en Trento. Apostó por uno intransigente. Algunos arzobispos actuales tienen la cara de ese Dios", añadió antes de deslizarse por el tobogán de la incorrección política marca de la casa: "Una guillotina en la Puerta del Sol en el momento adecuado nos hubiese hecho a todos iguales, eliminando particularismos regionales. La educación moderna empieza por tener unas cabezas de reyes en el cesto".
La lección literaria no fue menos contundente. "Una novela es como una emboscada al lector", dijo el autor de El asedio. Y también: "Lo importante es que el estilo sea eficaz. Una novela con tantos personajes es muy compleja de escribir, pero el lector no tiene por qué pagar la factura". La contundencia, no obstante, se tiñó de melancolía: "Un escritor es alguien que siempre lleva encima varias novelas por contar, y a mi edad sé que hay algunas que ya no contaré. Varias de las que tenía pendientes están en El asedio. Por ejemplo, una romántica en la que una especie de Jane Austen se enamora de Cayetano Rivera". Pero habrá más, aseguró.
10 abr 2010
Como cuando los días son de Colores...
Como cuando los días son de colores aunque no lo sean dejaré mi cansancio aparcado en una esquina rota donde duele a veces vivir. Miraré lejos, y, paso a paso, lenta, sin prisa, iré doblando las sucesivas colinas porque nací para andar.
Como cuando los días son de colores, y la luz es ancha, y el viento es largo, y el cielo transparece de amarillos y azules, y la ciudad es amable, y la gente sonríe, y alguien de pronto llama y pregunta, y cómo estás, y sabes, recordaba yo...
Como cuando los días son de colores y amanezco despacio, y el café aromea, y el sol destila ventanas en las baldosas de la casa, y hay una calle hecha de sueños para habitarla, y nombres que existen y que me recuerdan que existo, y pájaros, claro, siempre los pájaros, y la metáfora de los pájaros...
Como cuando los días son de colores...me miraré las manos en los días grises, cansados, gastados, viejos, sucios, arrugados de noes, macilentos de humo y vaho que enrarece y cansa, y cansa, y cansa...me miraré las manos, sí, en esos días, sin sueño, y entonces...
Otra vez, escribiré palabras para llenarlos de luz, de pájaros, de amarillos y azules, para inventarme ciudades amables, baldosas de ternura, calles hechas de sueño y metáforas.
Como cuando los días son de colores, y la luz es ancha, y el viento es largo, y el cielo transparece de amarillos y azules, y la ciudad es amable, y la gente sonríe, y alguien de pronto llama y pregunta, y cómo estás, y sabes, recordaba yo...
Como cuando los días son de colores y amanezco despacio, y el café aromea, y el sol destila ventanas en las baldosas de la casa, y hay una calle hecha de sueños para habitarla, y nombres que existen y que me recuerdan que existo, y pájaros, claro, siempre los pájaros, y la metáfora de los pájaros...
Como cuando los días son de colores...me miraré las manos en los días grises, cansados, gastados, viejos, sucios, arrugados de noes, macilentos de humo y vaho que enrarece y cansa, y cansa, y cansa...me miraré las manos, sí, en esos días, sin sueño, y entonces...
Otra vez, escribiré palabras para llenarlos de luz, de pájaros, de amarillos y azules, para inventarme ciudades amables, baldosas de ternura, calles hechas de sueño y metáforas.
EL AGUA CAE
9 abr 2010
Acuarela de Nieve
De "Acuarelas de nieve":
¡Ay de los que pasaron confiados por esta cárcel navegable
y blanda!
-¿Me amas todavía?
-¿Y tú qué piensas?
Desmesurados, paralelos, lentos, dóciles y esquimales.
El dulce escalofrío de ser tacto y pared, color y torbellino,
gaviota de la espuma, línea erecta, oro y tizne a la vez.
En aquel solemne exilio resplandecía su tenaz murmullo
casi lascivo.
Esta mancha sonora
que fue música y nieve,
¿qué es?
Esta música tibia
qué dibujo va a ser,
¿qué no es?
La noche que aquí yace vaticina otra isla más menguante.
El reino de la luna está fundado sobre una esponja.
La puerta empieza a devanar sus hilos.
Nadie saca la aguja del candado.
Los azules desmienten el deseo dentro de las palabras
desechadas. Es más sensato amar cuanto rechazas.
Ahora, cuando el asco ya llega a su destino.
No pierda más quien ha perdido tanto: las plegarias irán,
Melancolía, allí donde ´l sol tace. Despinta el aire este rincón
sagrado con mudable quietud. Y arden hierbas de amor
que no recuerdas.
Ojo dócil, lo mismo que la niebla del arcano final.
*
Humo de la mirada, crimen cóncavo cuando el agua amanece.
Paisaje, amor, revolución...
Fantasmas y piratas en la costa, protegidos por cañas palpitantes.
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