1 mar 2010
SOBRESALTO
Sobresalto
Entonces sucede, usted lo sabe, son cosas nimias, sin trascendencia,
no salen en la tele, ni las dice la radio, usted sabe, son esas cosas,
esas pequeñas tonterías; usted ha apagado el pitillo, y el café,
ya frío, posos en la taza, helado como un rostro ajeno, o ceniza,
en la mesa, restos, la pieza de fruta, y la radio suena monótona,
se oyen gritos del de siempre, oh, los contertulios, y la carcajada
del gracioso, el amaneradamente simpatiquísimo que escupe,
y todos ríen, y usted, ya se sabe, son esas cosas que suceden a veces,
las decía aquel poeta, aquel raro, maldito algunos le llamaron,
ese que tenía un apellido tan largo como su soledad y su derrota
[en noches como ésta, cuando a usted, o a él, les venía como un vómito, ]
o una irrefrenable sensación de que nada era como está previsto,
[y no es posible salvo la quemazón infinita de las ausencias, derrelictos, ]
notas a pie de página que nadie leerá, o el simple aletear de un pájaro
[que se muere bajo las estrellas de una ciudad inexcusablemente vacía. ]
[Entonces, sí, entonces sucede, usted ya no mira, entrecierra párpados, ]
la radio ahora escenifica música para la madrugada, qué atenta,
se derrama usted en el sofá, largo, como un río o una orilla,
[mas allá de los alborotos, del recuerdo contrariado de un negador de síes, ]
más allá de los desencuentros entre su corazón y su palabra, lejano
[al gratísimo- oh, mi gratísimo amigo- afilar de cuchillos bajo sonrisas ]
extemporáneas, dúctiles, a tanto la hora, ya no. ya no.
Entonces sucede:
en el reflejo del ventanal que lo refleja,
se mira usted como si fuera otro y no se reconoce.
y se sobresalta.
DONDE YA NO
Donde ya no.
Esta noche he regresado donde ya no. Donde nunca más. Donde piedra y camino. Donde quizás perdón pero jamás olvido.
¡Ah, sonreís ¡... sois capaces de la sonrisa. A través de los años, el tiempo, la vida, sois capaces de la sonrisa.
Helasteis mi corazón entonces. Y sonreís. No recordáis. No hay memoria. Ni tiempo para las heridas.
Nunca fueron vuestras.
Solo con una palabra, con un desvío de la mirada, con un silencio, instaurasteis el ya no en mi vida. Hasta ser solo esta fotografía donde yo no estaré jamás.
Porque nunca se olvida lo que asesina la infancia.
Si NO FUERA POR...
Si no fuera por las rosas, las nubes azules, el mar en calma,
Si no fuera por el horizonte de trigales miniados por el viento,
Si no fuera por las luces encendidas de las viejas chimeneas,
Por las ventanas iluminadas en las tardes del invierno largo,
Por los amaneceres lentos del café pausado y el aroma del pan,
Por las tardes tranquilas mientras se muere el sol en los tejados
Y caminan las gentes y las vemos y miramos al trasluz su paso,
Por las farolas de la noche encendiendo esquinas donde pasa
El perro del vecino, la mujer del capazo, el viejecito del cigarro,
Por las faldas al vuelo de cada primavera y los brazos al aire
De las eternas adolescentes presuntuosas de su cuerpo aún grácil,
Y los torsos desnudos de los muchachos siempre los mismos
Que transitan y ríen y cantan y alborotan porque la juventud
Ah, la juventud es siempre donaire y presteza y ventura.
Si no fuera por esos pájaros que aletean en la plaza, antes
De beber en la fuentecilla y saciarse y dorarse al sol lento,
Frío sol de este invierno de nieve y ventisca y lluvia,
Si no fuera por la vida, como un cántico o un presagio,
Afirmación hacia lo alto de verticales certidumbres en sosiego;
Vivir es ser cada día, cada instante, cada minutero, totalidad
Del mundo contenida en esta calma que atraviesa el domingo
Para donarme los dones cotidianos del crecer en síes
En tanto el mundo me habita y yo me entrego y lo alzo.
Si no fuera por el horizonte de trigales miniados por el viento,
Si no fuera por las luces encendidas de las viejas chimeneas,
Por las ventanas iluminadas en las tardes del invierno largo,
Por los amaneceres lentos del café pausado y el aroma del pan,
Por las tardes tranquilas mientras se muere el sol en los tejados
Y caminan las gentes y las vemos y miramos al trasluz su paso,
Por las farolas de la noche encendiendo esquinas donde pasa
El perro del vecino, la mujer del capazo, el viejecito del cigarro,
Por las faldas al vuelo de cada primavera y los brazos al aire
De las eternas adolescentes presuntuosas de su cuerpo aún grácil,
Y los torsos desnudos de los muchachos siempre los mismos
Que transitan y ríen y cantan y alborotan porque la juventud
Ah, la juventud es siempre donaire y presteza y ventura.
Si no fuera por esos pájaros que aletean en la plaza, antes
De beber en la fuentecilla y saciarse y dorarse al sol lento,
Frío sol de este invierno de nieve y ventisca y lluvia,
Si no fuera por la vida, como un cántico o un presagio,
Afirmación hacia lo alto de verticales certidumbres en sosiego;
Vivir es ser cada día, cada instante, cada minutero, totalidad
Del mundo contenida en esta calma que atraviesa el domingo
Para donarme los dones cotidianos del crecer en síes
En tanto el mundo me habita y yo me entrego y lo alzo.
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