La etiqueta de Obama
No hay nada como tener una etiqueta y que todos crean lo que dice en ella. Resulta que hace un año que Obama está en la Casa Blanca, a donde llegó con la etiqueta de progresista salvador. Como dice Paco Suárez, lo creyeron hasta en la Fundación Nobel, y le dieron el Nobel de la Paz. Obama es mulato, alto, guapo, y sólo le falta la pluma en el sombrero para parecerse al flautista de Hamelín, porque sí que tiene la flauta de su discurso lleno de sofismas, en el que hasta las guerras más estúpidas quedan justificadas en nombre de la paz y la democracia.
Probablemente Obama haya decepcionado a algunos, pero tengo que decir que no a mí. Ya dije antes de que tomara posesión, que desde Theodore Roessevelt (todo el siglo XX), los presidentes norteamericanos están todos cortados por el mismo patrón. Ni Truman fue más bestia que ninguno por lo de Horoshima, ni Wilson fue una hermanita de la caridad porque impulsara la Sociedad de Naciones, ni Kennedy fue tan listo ni Bush Jr. tan tonto. Responden todos a los intereses de los grandes monopolios americanos, y Obama no iba a ser la excepción. Sigue en Irak y Afganistán, se meterá en Pakistán si es lo que les conviene y procurará, como todos los presidentes yanquis, ningunear a Europa. De manera que, esperemos si acaso milagros de otra clase (Paco Suárez dixit) porque Obama es exactamente eso: Presidente de Los estados Unidos, uno más, como Reagan, como Truman y como Bush, por mucha etiqueta que le pongan, aunque ya parece que se le está borrando.
24 ene 2010
Sobre la Información de Haití
Sobre la información de Haití
Tengo que decir ante todo que creo firmemente en la libertad de expresión, y que cada medio tiene su propia perspectiva de un mismo hecho, por lo que es importante y fundamental que haya pluralidad informativa.
Es normal y necesario que en la guerra haya corresponsales libres que informen para así conocer lo más aproximado a la verdad, y esto es sin duda un freno para los excesos que siempre se cometen. No en vano, cuando los ejércitos quieren hacer una operación determinada y no les conviene que se sepa todo restringen las corresponsalías y sólo dejan ver lo que les interesa.
Esto es así, pero cuando se produce una catástrofe natural de las dimensiones de lo ocurrido en Haití, no acabo de entender que cientos de medios desplacen hasta allí a su gente y sus equipos.
Cierto es que la información ayuda a conocer la magnitud del desastre, pero también lo es que todos estos periodistas -que por otra parte realizan un trabajo muy meritorio y arriesgado- consumen agua, alimentos, electricidad y gasolina. Todos los medios importantes de España tienen ya en Haití a sus enviados especiales, y supongo que lo mismo ocurrirá con los medios de otros países, lo cual da una cifra enorme de personas, con cámaras que consumen energía, usan coches y aviones y, por supuesto, comen y beben agua.
Digo yo, que, ante la enorme falta de medios de toda clase, poner más carga al burro es contraproducente, y entendería que, bajo el paraguas de la ONU, hubiese varios equipos informando continuamente y que esas señales, fotos y artículos fueran de uso general para cualquier medio de cualquier país.
En Haití hace falta de todo, y es bueno que se sepa al minuto, pero tal vez sea un exceso, porque tanto periodista entorpece sin querer el trabajo necesario. No sé si tengo razón, o es un exceso -esta vez por mi parte-, pero siempre que veo estas cosas, sea ahora, sea en el tsunami de 2005, sea en los terremotos de Turquía, Italia o Irán, me viene a la mente la foto del niño somalí moribundo por el que estaba esperando un buitre.
No deja de machacarme la idea de que el fotógrafo -que ganó el Pulitzer por esa foto- había comido y estaba a dos metros de distancia. Y digo esto por ser práctico, porque los periodistas trabajan desde la buena fe y la profesionalidad, que es éticamente plausible, al contrario de esos cruceros de lujo que -según informa The Guardian- celebran fiestas en playas haitianas a pocos kilómetros de la tragedia, aunque también sobre eso hay informaciones confusas.
Tengo que decir ante todo que creo firmemente en la libertad de expresión, y que cada medio tiene su propia perspectiva de un mismo hecho, por lo que es importante y fundamental que haya pluralidad informativa.
Es normal y necesario que en la guerra haya corresponsales libres que informen para así conocer lo más aproximado a la verdad, y esto es sin duda un freno para los excesos que siempre se cometen. No en vano, cuando los ejércitos quieren hacer una operación determinada y no les conviene que se sepa todo restringen las corresponsalías y sólo dejan ver lo que les interesa.
Esto es así, pero cuando se produce una catástrofe natural de las dimensiones de lo ocurrido en Haití, no acabo de entender que cientos de medios desplacen hasta allí a su gente y sus equipos.
Cierto es que la información ayuda a conocer la magnitud del desastre, pero también lo es que todos estos periodistas -que por otra parte realizan un trabajo muy meritorio y arriesgado- consumen agua, alimentos, electricidad y gasolina. Todos los medios importantes de España tienen ya en Haití a sus enviados especiales, y supongo que lo mismo ocurrirá con los medios de otros países, lo cual da una cifra enorme de personas, con cámaras que consumen energía, usan coches y aviones y, por supuesto, comen y beben agua.
Digo yo, que, ante la enorme falta de medios de toda clase, poner más carga al burro es contraproducente, y entendería que, bajo el paraguas de la ONU, hubiese varios equipos informando continuamente y que esas señales, fotos y artículos fueran de uso general para cualquier medio de cualquier país.
En Haití hace falta de todo, y es bueno que se sepa al minuto, pero tal vez sea un exceso, porque tanto periodista entorpece sin querer el trabajo necesario. No sé si tengo razón, o es un exceso -esta vez por mi parte-, pero siempre que veo estas cosas, sea ahora, sea en el tsunami de 2005, sea en los terremotos de Turquía, Italia o Irán, me viene a la mente la foto del niño somalí moribundo por el que estaba esperando un buitre.
No deja de machacarme la idea de que el fotógrafo -que ganó el Pulitzer por esa foto- había comido y estaba a dos metros de distancia. Y digo esto por ser práctico, porque los periodistas trabajan desde la buena fe y la profesionalidad, que es éticamente plausible, al contrario de esos cruceros de lujo que -según informa The Guardian- celebran fiestas en playas haitianas a pocos kilómetros de la tragedia, aunque también sobre eso hay informaciones confusas.
Confrontación
Confrontación
Cada vez tengo más claro que en política nada sucede por casualidad. Por eso me han llamado la atención varios hechos encadenados que se ha producido en los últimos días. Para empezar, Obama ha perdido la mayoría demócrata en el Congreso, con lo cual peligra su reforma sanitaria, y esto sucede al mismo tiempo que el Presidente se enfrenta a la banca y los conservadores orquestan una campaña de tierra quemada contra cualquier atisbo de avance, poniendo trabas a para que al final parezca que Obama no ha cumplido sus promesas.
En este clima, Zapatero es invitado al Desayuno de Oración que cada año se celebra en Washington, que, aparte de consideraciones religiosas, es la constatación de las buenas relaciones de nuestro Presidente con el inquilino de la Casa Blanca, y no es baladí que en este momento Zapatero presida la UE. Y es entonces cuando Aznar se presenta en los Desayunos de TVE y desempolva un discurso que los del PP actual quieren olvidar. Y todo esto, con la denuncia de la UE de que la OMS ha patinado gravemente en el asunto de la Gripe A, que viene a ser otra maniobra de los neocon para seguir llenando el saco.
Y con esto ya tenemos la confrontación servida en bandeja de plata. Aznar dice que no tiene la menor intención de volver a la política, y mientras hace política no se sabe a favor de quien, porque incluso perjudica a los suyos. Hacer política no es sólo presentarse a cargos públicos, y si fuera verdad que no quiere volver lo mejor sería que se tomase unas largas y silenciosas vacaciones en el rancho de su amigo Bush. Un ex-presidente hace política hasta sin hablar, y puede hacerla, pero que no diga lo contrario mientras echa su cuarto a espadas.
Cada vez tengo más claro que en política nada sucede por casualidad. Por eso me han llamado la atención varios hechos encadenados que se ha producido en los últimos días. Para empezar, Obama ha perdido la mayoría demócrata en el Congreso, con lo cual peligra su reforma sanitaria, y esto sucede al mismo tiempo que el Presidente se enfrenta a la banca y los conservadores orquestan una campaña de tierra quemada contra cualquier atisbo de avance, poniendo trabas a para que al final parezca que Obama no ha cumplido sus promesas.
En este clima, Zapatero es invitado al Desayuno de Oración que cada año se celebra en Washington, que, aparte de consideraciones religiosas, es la constatación de las buenas relaciones de nuestro Presidente con el inquilino de la Casa Blanca, y no es baladí que en este momento Zapatero presida la UE. Y es entonces cuando Aznar se presenta en los Desayunos de TVE y desempolva un discurso que los del PP actual quieren olvidar. Y todo esto, con la denuncia de la UE de que la OMS ha patinado gravemente en el asunto de la Gripe A, que viene a ser otra maniobra de los neocon para seguir llenando el saco.
Y con esto ya tenemos la confrontación servida en bandeja de plata. Aznar dice que no tiene la menor intención de volver a la política, y mientras hace política no se sabe a favor de quien, porque incluso perjudica a los suyos. Hacer política no es sólo presentarse a cargos públicos, y si fuera verdad que no quiere volver lo mejor sería que se tomase unas largas y silenciosas vacaciones en el rancho de su amigo Bush. Un ex-presidente hace política hasta sin hablar, y puede hacerla, pero que no diga lo contrario mientras echa su cuarto a espadas.
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