Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

24 nov 2009

Lugares que fueron tu Rostro

Presentación del libro de poemas de José Carlos Cataño: Lugares que fueron tu rostro

Jueves 25 de junio de 2009 a las 20,00 horas
Sala Polivalente del CAAM
C/ Los Balcones, 11. Las Palmas de Gran Canaria

Intervienen en la presentación: Antonio Becerra y Juan Jiménez

El poeta José Carlos Cataño presentará su libro ‘Lugares que fueron tu rostro’ en un acto que tendrá lugar el jueves 25 de junio, a las 20.00 horas, en la Sala Polivalente del Centro de Atlántico de Arte Moderno. Esta presentación, que también contará con la participación de Antonio Becerra y Juan Jiménez, se enmarca dentro del programa general de ‘Junio, Mes de Poesía’ que organiza la Consejería de Cultura y Patrimonio Histórico y Cultural del Cabildo de Gran Canaria. La entrada para esta nueva actividad del Plan de Fomento de la Lectura promovido por el Gobierno insular, es libre.

Sin agruparse en las corrientes dominantes, el poeta José Carlos Cataño (Islas Canarias, 1954) prosigue su andadura con un nuevo libro de poemas, Lugares que fueron tu rostro (Bruguera, Barcelona, 2008), que viene a ser el primero después de la publicación de la poesía reunida en El amor lejano (Reverso, Barcelona, 2006). Poeta de la memoria, al decir de la crítica, Cataño revive lugares y sentimientos con la sangre de las palabras. De ahí el intenso trabajo de perfección formal de estos poemas escritos en los últimos ocho años y que, sin embargo, no ahoga la emoción expresada por sus versos. Como ocurría en los libros que lo fundamentan como poeta ¾Disparos en el paraíso (1982) o El cónsul del mar del Norte (1990)¾, la realidad, física y metafísica, toma forma mediante la mirada y la memoria. Una lengua esencial recorre esta mirada que es recuerdo y presencia. Pero, como ya sucedía en el siguiente libro de poemas, A las islas vacías (1997), el recuerdo y la presencia, convertidos en solo acto poético, se deja envolver por la cadencia rítmica, por la musicalidad. Evocación, premonición y acto en el poema. Así lo sintetiza Cataño en Rumor final: “Y cuando cierres los ojos y sientas / El sordo rumor del mundo que sigue / Por la débil memoria de los otros, / La raíz del estruendo en las entrañas, / Y pasee por ellas la luz que ya no sientes, / Alguien te nombrará en los labios: / Tú fuiste la deshabitada sangre.”


En palabras de Albert Roig:
“Como en los soliloquios de las grandes tragedias de Shakespeare, el hombre, la mujer, se desnuda frente al espejo. Y he aquí lo que el espejo refleja: el recuerdo nebuloso de la infancia y de la juventud o el de la embriaguez que le condujo a escribir aquel primer libro de las maravillas. Borradores, palimpsestos, silencios. Pero ahora, a solas consigo mismo, desespera por completo. Y he aquí lo que ve: su cuerpo ya no es la palabra bella ni el grácil discurso. Ahora no es más que un corazón que late, la verdad que se ha librado de toda la literatura del mar, de la isla, de la estrella o de la piedra. Ahora es vida la palabra mar y la palabra estrella y la palabra piedra y la palabra isla. Son sangre estas palabras, vuelven a serlo, vuelven a estar vivas. Y sucede tan pocas veces... Yo les llamo poetas trágicos: R.M. Rilke, W.B. Yeats, Yannis Ritzos, José Ángel Valente, Antonio Gamoneda, Joan Vinyoli, Andreu Vidal y José Carlos Cataño. Los demás vivimos una mortecina y académica juventud hecha de tinta, no de sangre, de sangre vieja, de sangre de Muerte”.


José Carlos Cataño (La Laguna, Tenerife, 1954)
ocupa un lugar propio en la poesía española reciente. Insularidad, desarraigo, extranjería, errancia, nomadismo, extrañamiento, exilio, disidencia, independencia, son algunas de las palabras que mejor definen la actitud poética de alguien para quien la escritura funda, construye y define un territorio único, al margen de la realidad convencional.
Tras darse a conocer con el cuadernillo Jules Rock. 1973 (1975), publica su primer libro, Disparos en el paraíso, en 1982; después, vinieron Muerte sin ahí (1986), El cónsul del mar del Norte (1990), A las islas vacías (1997) y En tregua (2001), todos ellos recogidos luego, en edición corregida y revisada, bajo el título de El amor lejano. Poesía reunida 1975-2005 (2006). Su obra, vista en su conjunto, se caracteriza por una marcada unidad dentro del cambio continuo. Es la poesía concebida como «aventura espiritual», como búsqueda constante de lo desconocido, lo que se traduce en una gran variedad formal.

Márquez

ARTURO PÉREZ-REVERTE | XLSemanal | 22 de Noviembre de 2009



Es el cámara de televisión más valiente que conocí. Y eso que tuve el privilegio de trabajar con unos cuantos.
Tenía la sangre fría y el pulso de hierro, el cabrón, hasta el punto de que a veces, cuando estábamos ganándonos el jornal, yo tenía que decirle que moviera un poquito la cámara o se agachara porque, si no, nadie creería que estuviese grabando de verdad aquello de cerca, sin trípode y de pie.
Recuerdo que una vez, en un sitio llamado Gorne Radici, se mosqueó mucho porque, en vista de que no se movía cuando cascaban cebollazos, yo intentaba empujarlo disimuladamente para que no sacara los planos tan perfectos.
Se rebotó con aquello y empezamos a discutir en mitad del pifostio, y pasamos el resto de la mañana, yo dándole empujoncitos cada vez que nos arrimaban candela, y él apartándose de mí y diciendo que me iba a calzar una hostia, mientras los de las escopetas que andaban pegando tiros nos miraban como si estuviéramos majaras.

De Vietnam a los Balcanes pasando por la plaza de Tiannanmen, la biografía de Jose Luis Márquez cubre más de un cuarto de siglo de historia bélica. De conmociones internacionales que abrieron telediarios.
Tuve la suerte de trabajar a su lado muchas veces, en especial durante la larga guerra de los Balcanes. Con él pasé en Mostar mi última Navidad como reportero, la del año 93. Creo que nunca respeté tanto a nadie.
Y no fui el único.
Ese fulano gruñón, compacto y duro, de ojos azules y jeta impasible, con su voz de carraca vieja y su sempiterno cigarrillo colgado en la boca, era y es una leyenda en el mundo de los reporteros gráficos internacionales.
Yo mismo vi, después de que grabara unas imágenes de belleza y horror perfectos –a veces una cosa y otra eran compatibles, pues no siempre lo peor es la sangre– en un lugar llamado Kukunjevac, acudir a la sala de montaje a los más fogueados cámaras de las televisiones internacionales para contemplar su trabajo, admirados. «Es la guerra de verdad», comentó Rust, de la CNN. Y por Dios lo era.

Ustedes mismos, quienes veían aquellos telediarios, recordarán otro de sus momentos de gloria profesional, pues unas imágenes suyas dieron la vuelta al mundo, emitidas cientos de veces: un croata tumbado en el suelo, intentando acertarle con un lanzagranadas a un tanque serbio, en Vukovar, mientras las balas trazadoras que disparaba el tanque pegaban en el asfalto alrededor, entre las piernas de Márquez; que, de pie junto al soldado, grababa la escena.
Luego, un impacto en una pierna del soldado, éste saltando a la pata coja, las manos del reportero que estaba con Márquez metiéndole un paquete de kleenex al herido en el agujero de bala para taponar la hemorragia, y en ese momento, pumba, un zambombazo que hizo a herido y reportero buscar resguardo a toda leche, mientras el cámara, que seguía grabándolo todo de pie y sin inmutarse, se limitaba a pulsar la tecla de zoom abriendo a plano general.

Se jubiló hace algún tiempo de la tele. Nos vemos de vez en cuando, o hablamos por teléfono con esa bronca aspereza que era, y sigue siendo, nuestra manera de ser amigos. Vete a tomar por saco. Mamón. Etcétera. Nunca hablamos entre nosotros de batallitas, ni falta que hace.
Como mucho, recordamos a Miguel Gil Moreno, a Julio Fuentes y a los otros compadres que dejaron de fumar.
Cuando me pasé del todo a la tecla, escribí Territorio Comanche y dediqué el libro al puente de Petrinja y a Márquez –Carmelo Gómez lo encarnó de maravilla en la película de Gerardo Herrero–, los jefes de la tele quisieron vengarse en él, pues yo estaba fuera de su línea de tiro.
Lo pusieron a hacer guardias en la puerta de la Audiencia Nacional.
Es la única vez en mi vida que he usado el teléfono para algo así: llamé a Ramón Colom, director de TVE, y le dije que, si no lo dejaban en paz, igual me daba por escribir sobre otros territorios y sus habitantes, y entonces nos íbamos a reír mucho, todos. Ramón captó el mensaje, cumplió como un caballero, y Márquez volvió a sus guerras: Kosovo, Chechenia, Iraq y todo eso. Luego aceptó la jubilación anticipada, y ahora vive junto al mar, con un enano que, estoy seguro, tiene la misma cara de rubio cabrón, la voz de carraca y la mala leche que su padre.

Sólo una vez en veintiún años lo vi moquear. No trabajando, pues ya he dicho que era impasible. Se lo comía todo para sí, y al acabar el curro dejaba la cámara en el suelo, se sentaba en cuclillas con la espalda contra la pared y encendía un pitillo en silencio.
Decía que cuando se jubilara iba a comprarse un Rolex, y decidí adelantarme gracias a los derechos de autor de Territorio Comanche.
Una noche lo invité a cenar un chuletón en El Schotis, en la Cava Baja de Madrid, y le tiré el reloj sobre la mesa. «Toma, gilipollas», dije. Se lo quedó mirando, sin tocarlo, y sólo dijo dos veces: «En mi puta vida». Fue entonces cuando lloró. No mucho, claro. Una lagrimita de nada. Estamos hablando de Márquez.

Aminatu Haidar Su huelga puede matarla.Ni España ni Marruecos hacen nada

Hoy voy a escribir sobre Aminatu Haidar y la causa saharaui. Espera, no te vayas de este artículo.
Una de las armas más eficaces con que cuentan los poderes represivos es la volatilidad de la atención de la gente.
Al verdugo, sobre todo si su víctima es pequeña, le basta con aguantar el escándalo de las primeras denuncias.
Al poco, los gritos de los heridos nos suenan repetidos, y la causa en cuestión, sobre la que enseguida nos parece que ya sabemos todo, empieza a resultarnos aburridísima.
Y en ese embotamiento de la conciencia pública se crecen los criminales. La víctima se invisibiliza mientras el verdugo persevera.


Eso es lo que está sucediendo con los saharauis. Hace ya 33 años que los españoles les traicionamos y que Marruecos les machaca impunemente, mientras los demás miramos para otro lado.
Los refugiados, más de 200.000, llevan un tercio de siglo viviendo en la extrema penuria de los campamentos, y a la vez los saharauis que residen en el Sáhara padecen una represión brutal y recalcitrante de la que Aminatu es un ejemplo.
Nacida en 1967, a los 21 años participó en una manifestación pidiendo el referéndum de autodeterminación que la ONU reclama, y a consecuencia de ello fue desaparecida, es decir, fue internada sin cargos ni juicio durante tres años y siete meses en las prisiones secretas marroquíes, en donde además la torturaron (cientos de saharauis han sido secuestrados del mismo modo).
En 2005, tras un juicio de pacotilla, fue encarcelada de nuevo. Salió a los siete meses y fotos de su rostro machacado dieron la vuelta al mundo.
Ahora Aminatu hace una huelga de hambre por un asunto de pasaportes que quizá te parezca confuso. En realidad sólo intenta reclamar tu atención sobre el drama saharaui con lo poco que tiene, que es su propia vida.
No te confundas, pero, sobre todo, no te vayas.