30 oct 2009
".... Lo primero fué el llanto
".... Lo primero fué el llanto
"y estamos en el llanto.
"Porque aún no ha dicho el Verbo:
"Que el llanto se haga luz.
"- ¿Lo dirá?
"- Lo dirá, porque, si no,
"¿para qué sirve el mar?
"(Nuestro llanto son los ríos
"que van a dar a la mar....)
"¿O puede ser la vida eternamente
"un lamento encerrado en una cueva?
"Dios es el mar.
LEON FELIPE.-
EL DON DEL LLANTO
Don de llanto
Escrito por: Ángeles Mastretta el 28 Oct 2009 - URL Permanente
¿Por qué han llorado, a lo largo de la historia, en todas las culturas, todos los seres humanos? ¿Es llorar nuestro privilegio o nuestra debilidad? ¿Nuestra fortaleza o nuestro consuelo? ¿Quiénes han llorado más: los hombres o las mujeres? ¿Quién con más venia? ¿Quién con más donaire? ¿Quién por desamor? ¿Quién por derrota? ¿Quién como invocación? ¿Quién como un salmo? ¿Quién para acompañar la risa?
Como las cascadas y los atardeceres, como la intrépida memoria, las lágrimas no piden explicación, se explican solas.
Llorar es un don. No sé si un don que se pierde. Yo lo traigo medio desequilibrado, pero la suma de lo que va y viene, da paz.
Punto y aparte: Salió en México la minuciosa y bella biografía de Gabriel García Márquez.
Escrito por: Ángeles Mastretta el 28 Oct 2009 - URL Permanente
¿Por qué han llorado, a lo largo de la historia, en todas las culturas, todos los seres humanos? ¿Es llorar nuestro privilegio o nuestra debilidad? ¿Nuestra fortaleza o nuestro consuelo? ¿Quiénes han llorado más: los hombres o las mujeres? ¿Quién con más venia? ¿Quién con más donaire? ¿Quién por desamor? ¿Quién por derrota? ¿Quién como invocación? ¿Quién como un salmo? ¿Quién para acompañar la risa?
Como las cascadas y los atardeceres, como la intrépida memoria, las lágrimas no piden explicación, se explican solas.
Llorar es un don. No sé si un don que se pierde. Yo lo traigo medio desequilibrado, pero la suma de lo que va y viene, da paz.
Punto y aparte: Salió en México la minuciosa y bella biografía de Gabriel García Márquez.
26 oct 2009
AGUA DE ROCÍO
Trémula oscuridad soñada
desde una lúgubre soledad,
caricias….,
abrazos....,
y besos….,
ensalza la razón
y arritmia el corazón.
¿Qué deidad esconden las sombras?
que mi cuerpo acaricia,
besa mis labios,
e inquieta el alma.
¿Quién es ella?,
que la pasión transforma en amor
y el amor en romántica pasión,
¿Quién es?.
Incógnita desvelada en fragancia,
envuelve el ambiente
en “Agua de Roció”,
y revelan tu nombre,
es ella, mi Princesa…,
mi Amor…,
mi Amiga…,
mi Vida…,
Mía.
Autor/a: José Antonio González
El mar de la tierra (Juan Cruz)
26 octubre, 2009 - 01:45
El mar de la tierra
He estado en Iguazú. Un espectáculo natural inconmensurable; fuerte, bello, insólito. Las cataratas caen a una velocidad vertiginosa; el agua adquiere todas las texturas posibles, como si estuviera creciendo en el contacto del agua con la roca una roca más, una roca de agua, o de tierra. En algún momento, si uno fija la vista en esa secuencia endiablada del agua cayendo sobre el lecho del río Iguazú, da la impresión de que lo que cae es una inmensa torrentera de piedras líquidas que se rompen mientras caen. Lo que resulta más insólito, más evocador y más envolvente, es el sonido, ese motor inmenso que parece convertir las cataratas en el mar de la tierra; catedrales inmensas que se van haciendo de agua cada vez más sólida, más densa, más concreta. El agua como si fuera al tiempo un sonido y una alucinación, una pesadilla y una voz, la voz repetida del agua cayendo violentamente sobre el agua turbulenta del lecho del río. He estado en Machu Pichu; aquella es la belleza tranquila, inquieta y ansiosa, que requiere silencio. Aquí el sonido es la belleza misma, y el silencio en el que la contemplas es la única respuesta posible a esa inmensidad en la que el sonido es también un silencio, el silencio atosigante del agua cuando es el mar de la tierra.
El mar de la tierra
He estado en Iguazú. Un espectáculo natural inconmensurable; fuerte, bello, insólito. Las cataratas caen a una velocidad vertiginosa; el agua adquiere todas las texturas posibles, como si estuviera creciendo en el contacto del agua con la roca una roca más, una roca de agua, o de tierra. En algún momento, si uno fija la vista en esa secuencia endiablada del agua cayendo sobre el lecho del río Iguazú, da la impresión de que lo que cae es una inmensa torrentera de piedras líquidas que se rompen mientras caen. Lo que resulta más insólito, más evocador y más envolvente, es el sonido, ese motor inmenso que parece convertir las cataratas en el mar de la tierra; catedrales inmensas que se van haciendo de agua cada vez más sólida, más densa, más concreta. El agua como si fuera al tiempo un sonido y una alucinación, una pesadilla y una voz, la voz repetida del agua cayendo violentamente sobre el agua turbulenta del lecho del río. He estado en Machu Pichu; aquella es la belleza tranquila, inquieta y ansiosa, que requiere silencio. Aquí el sonido es la belleza misma, y el silencio en el que la contemplas es la única respuesta posible a esa inmensidad en la que el sonido es también un silencio, el silencio atosigante del agua cuando es el mar de la tierra.
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