Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

17 oct 2009

Maltrato y grosería Javier Marías

JAVIER MARÍAS LA ZONA FANTASMA
Maltrato y grosería


Cuando escribo estas líneas, son ya sesenta y una las mujeres muertas por sus maridos o parejas, o por quienes lo fueron, o por quienes aspiraban a convertirse en tales y se vieron rechazados.
Nadie acaba de explicarse por qué no sirven de nada, en lo referente a este cómputo siniestro, el endurecimiento de las leyes ni las medidas protectoras ni los aleccionamientos que se sueltan desde la prensa y las televisiones.
A mí, sin embargo, no me extraña mucho que en España nada de eso haga mella, y que toda tentativa de hacer menguar el número de esos crímenes resulte más bien inútil, porque lo que no se combate es la grosería general de la gente, que de hecho va en aumento, y que es lo que propicia y alienta los comportamientos violentos.
El maltrato a las mujeres no se debe ni puede tomar como algo aislado, sino que es también consecuencia del ambiente general reinante.


Todo es paulatino, pero sin duda habrán observado -los de cierta edad, me refiero- un cambio antinatural en nuestras costumbres. Siempre ha habido personas groseras, abusivas, incivilizadas, avasalladoras, ruidosas, chulas, egoístas y desconsideradas, que han ido por el mundo como si sólo existieran ellas.
Pero a estas personas, tradicionalmente, se les afeaba la conducta de manera espontánea.
A los que cantaban o daban voces energuménicas a las tres de la madrugada se les chistaba; al que tiraba una botella o una bolsa al suelo teniendo cerca una papelera, se le llamaba la atención; al vecino escandaloso se le protestaba; se le paraban los pies a la señora que en una cola se saltaba el turno; al que cometía una infracción con el coche y ponía a otros en peligro, se le señalaba y tal vez se lo abroncaba; no digamos al automovilista que plantaba su vehículo en medio de una calle de carril único y se bajaba a sus recados ocasionando un monumental atasco; a los infrahumanos que se dedicaban a volcar contenedores de basura o a destrozar cajeros y bancos, se los miraba con reprobación como mínimo; incluso se reprochaba a un gañán joven que no cediera su asiento en el autobús a un anciano o a una embarazada.
Había unas normas de cortesía -más aún: de educación- que con frecuencia se incumplían, pero se hacía ver al incívico que las estaba quebrando, y por eso seguían siendo normas.

Esas normas han saltado por los aires y ya no funcionan como tales, lo cual es el enésimo paso para su sustitución por otras salvajes, hacia las que nos encaminamos o quizá ya hemos llegado. Hoy nadie se atreve a lo que antes era habitual, es decir, a afearle a nadie una conducta.
Ya pueden pasarse la noche chillando unos botelloneros, que no habrá un solo vecino insomne que ose abrir la ventana y gritarles que ya está bien y que no hay quien duerma, porque puede recibir botellazos y pedradas.
A lo sumo esos vecinos tendrán el "arrojo" de llamar a los municipales, sabedores de que éstos se quedarán cruzados de brazos. Si alguien bloquea con su coche la calle, los que vayan detrás se aguantarán pacientemente y ninguno le rechistará al muy bestia cuando reaparezca, porque se arriesgan a que éste les dé con un martillo en la cabeza, por meticones.
Si alguien recrimina a unos descerebrados la destrucción gratuita de algo, es probable que se lleve una paliza o que le metan una cuchillada. Los padres a quienes sus hijos adolescentes sacuden -más bien madres, claro-, se entristecen y se callan.
Estas reacciones violentas por parte de quienes no se comportan con respeto han achantado a la población, que agacha la cabeza y se fastidia. Nadie dice nada y todos miran hacia otro lado. Yo mismo dudé hace unos días: un empleado municipal de limpieza (!) estaba meando contra un arco de la Plaza Mayor de Madrid, uno de los lugares más visitados de la ciudad y que, lejos de relucir, está siempre hecho una porquería y convertido en favela, feria y basurero al mismo tiempo.
Pero por fin no pude contenerme: "¿Qué, ensuciando para limpiar más luego?", le dije al pasar. Creo que me salvé de una agresión porque el tipo estaba a media faena y no debía de apetecerle una mictio interrupta, pero me llevé un par de insultos leves en lugar de una disculpa. Si al menos el funcionario hubiera contestado, como podía haber ocurrido antaño, "Es que no podía más, usted comprenda" ... Pero eso sólo era posible cuando se tenía conciencia de quebrantar una norma. Ahora el que peor se porta es el que se carga de razón -es un decir- y se pone farruco, y no tolera ni la desaprobación de sus groserías y gamberradas.
Demasiada gente tiene interiorizada esta idea: "Hago lo que me da la gana y además tengo derecho". Los policías de este país padecen en general el mismo acobardamiento que los ciudadanos particulares: prefieren cruzarse de acera y no meterse en líos, aunque se les pague (mal) para lo contrario. No sirven de casi nada, en lo cotidiano.

En un lugar que cada vez más fomenta el amedrentamiento y beneficia al fuerte (bueno, otro decir, cualquier chincharelo te saca hoy una navaja y te pincha el intestino), no es nada raro que el mismo cabestro que vocifera, petardea con su moto, conduce como un matón o va por la calle a empellones sin que nunca se le diga nada, le dé una tunda a su mujer o a su ex-novia, que será siempre más débil.
Que se desengañen las autoridades, empezando por Zapatero, tan justamente preocupado por el asesinato masivo de mujeres: nada mejorará en este capítulo mientras las normas básicas de convivencia permanezcan abolidas.

14 oct 2009

Zapatero y Obama un capuchino con sonrisa

Veo a dos jóvenes , antes todos los presidentes me parecian viejos, pero en este caso no, Zapatero y Obama parecen jóvenes ya mayores que aún piensan que pueden con todo lo que les ha caído encima.
Me gusta esa sonrisa de ambos, realmente parecen que creen que debajo de los adoquines haya arena de playa, y no porque sean tontos y no vean la realidad sino que su esperanza es mayor,ven lo que hay, claro que lo ven. Pero la responsabilidad es tremenda, además ese premio de La Paz para Obama, ni él mismo sabe porqué se lo han dado, no le ha dado tiempo a hacer el programa que prometió.
Dicen que es para incitarlo para que cumpla las promesas....y si no puede?
A Kisingerr le dieron el de La Paz, y lo recogió sin ningún pudor. Esperemos que estas situaciones no sea un Nobel símbolico, que acabe ya la Guerra en Afganistan,,,,,olvidemos eso de "la ayuda humanitaria" quien esta en una guerra stá expuesto a ser asesinado, a saltar por los aires...No me gusta que a Carmen Chacón la llamen la Chupiministra, es una mujer con un ministerio dificil porque la muerte le acompaña, la ponen como que anda en un mundo de yuppi, pero ella sabe que en lugar de flores hay bombas, que no está la abeja maya que hay personas que para salvarse tienen que matar, o te matan o tu matas....nadie dijo que fuera facil...

VAYA LOSA ELVIRA LINDO

ELVIRA LINDO
Vaya losa
ELVIRA LINDO 14/10/2009

Días antes de que se hicieran públicos los premios Nobel me llegaron mensajes de airados lectores que no conciben cómo aún no se le ha dado el Nobel a ese escritor que creen por encima de los otros; como si el escalafón en literatura fuera objetivo.


Teniendo en cuenta que la mayoría de los escritores que me gustan no recibieron el Nobel y que algunos que detesto fueron galardonados no puedo por menos que decir que hace tiempo que dejé de creer en los Reyes Magos de la Academia Sueca.
No me influye ni en la consideración de los premiados ni en la de los eternos no premiados. Pero como la esperanza nunca se pierde, a partir de ahora, ese tipo de escritor internacional que se ve a sí mismo como claro aspirante comenzará a reponer las frustradas ilusiones de cara a otra nueva ronda.

Los premios en materias científicas son, al menos así entendemos los ignorantes, de una justicia más comprobable. Lo gaseoso y discutible se mueve en el terreno del arte, qué le vamos a hacer, y también en esa categoría difusa que es la del Nobel de la Paz. Desde que se lo dieron a Kissinger el premio puso el listón muy alto. A ver cómo se supera ese dislate.
El de este año, en otro sentido, ha tenido también un carácter absurdo: el premio a las buenas intenciones. Creí entrever en las palabras de Obama un cierto sonrojo moral: él sabe mejor que nadie la cantidad de activistas que luchan por introducir un respiro en la maltrecha justicia social americana; incluso, como persona inteligente que es, tal vez considera que hay algo contradictorio en ser presidente en activo de este país y llevar la medalla de la paz en el pecho. Su Nobel ha aumentado la ira republicana y provocado más inquietud que alegría entre muchos demócratas.

Vaya losa. ¿Qué hará ese día (probable) en que no pueda ser fiel al espíritu del premio?, ¿lo devuelve?, ¿abandona el cargo?

EL ESFUERZO DE ESCRIBIR

El esfuerzo de escribir
Hace unos días hablaba con mi maestro Emilio Lledó, autor de El silencio de la escritura, sobre el esfuerzo físico de escribir. Sé que en este momento esta perogrullada levantará la sospecha que despiertan las antiguallas, pero la reflexión no me parece insustancial.
Ya nos hemos acostumbrado tanto a la facilidad (física) de la escritura, que invocar antiguos esfuerzos físicos, derivados del uso de la mano en contacto con el lápiz o con el bolígrafo, parece propio de nostálgicos. Sin embargo, hoy se podría discutir mucho sobre los efectos que la escritura con lápiz o bolígrafo ejerce sobre lo que se dice.
La lentitud a la que obliga la escritura con esos elementos físicos produce la sensación de un esfuerzo que no tiene que ver tan solo con la mano sino con la mente. Lo que se escribe así se concibe como un borrador, algo que tiene que ser pasado a limpio.
Esa misma expresión, pasar a limpio, ya es una reflexión, o una crítica, sobre lo que se escribe.
Por mi oficio, yo tomo muchas notas; viajo siempre con cuadernos que voy rellenando, y a veces la urgencia de un encargo me hace escribir en cualquier circunstancia, en papel, con lápiz o bolígrafo; pero en general sólo escribo ya en el ordenador.
Evidentemente, la palabra impresa, que es la que aparece ahí, ya ofrece la categoría de lo firme, de lo que ya está dicho; y esta sensación es engañosa, convierte en ya dicho lo que es tan solo, quizá, un borrador o un proyecto. Internet ha entrado como un obús en la magnificación de estas sensaciones, pues lo que son borradores, o ideas, o ironías a medio hacer, o cotilleos, adquieren la categoría de lo que ya parece que es un texto completo, o terminado. Sería bueno que reflexionáramos sobre esto, que hiciéramos que lo impreso en Internet tuviera, al menos en una segunda redacción, o reflexión, la categoría que buscamos en los textos de los otros.
Si buscamos sólo lo áreo, probablemente no encontraremos sino lo terrenal, lo vacío, lo rastrero. Y creo que es tiempo de que busquemos categoría, estilo, ansiedad por llegar cuando haya que llegar, no ansiedad para llegar antes de salir. Cuesta esfuerzo, pero vale la pena. Sería bueno que las nuevas tecnologías sirvieran, además de para correr, para deternos.
(Juan CRuz)