Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

7 sept 2009

QUIZÁS..............

Quizás estando sola, de noche, en tu aposento
oirás que alguien te llama sin que tu sepas quién
y aprenderás entonces, que hay cosas como el viento
que existen ciertamente, pero que no se ven...


Y también es posible que una tarde de hastío
como florece un surco, te renazca un afán
y aprenderás entonces que hay cosas como el río
que se están yendo siempre, pero que no se van...

O al cruzar una calle, tu corazón risueño
recordará una pena que no tuviste ayer
y aprenderás entonces que hay cosas como el sueño,
cosas que nunca han sido, pero que pueden ser...


Por más que tu prefieras ignorar estas cosas
sabrás por qué suspiras oyendo una canción
y aprenderás entonces que hay cosas como rosas,
cosas que son hermosas, sin saber que lo son...

Y una tarde cualquiera, sentirás que te has ido
y un soplo de ceniza regará tu jardín
y aprenderás entonces, que el tiempo y el olvido
son las únicas cosas que nunca tienen fin.


Autor: José Ángel Buesa

Disparad contra la Ilustración

Disparad contra la Ilustración
RAFAEL ARGULLOL 07/09/2009



En los últimos tiempos, algunos de los mejores profesores abandonan precipitadamente la Universidad acogiéndose a jubilaciones anticipadas. Con pocas excepciones, las causas acaban concretándose en dos: el desinterés intelectual de los estudiantes y la progresiva asfixia burocrática de la vida universitaria.
La mayoría de los profesores aludidos son gentes que en su juventud apostaron por aquel ideal humanista e ilustrado que aconsejaba recurrir a la educación para mejorar a la sociedad y que ahora se baten en retirada, abatidos algunos y otros aparentemente aliviados ante la perspectiva de buscar refugio en opciones menos utópicas.


Muchos profesores abandonan la Universidad hartos del desinterés de los estudiantes

Los alumnos no saben cosas básicas y eso no les preocupa lo más mínimo
El primero de los factores es objeto de numerosos comentarios desde hace dos o tres lustros. Un amigo lo resumía con contundencia al considerar que los estudiantes universitarios eran el grupo con menos interés cultural de nuestra sociedad, y eso explicaba que no leyeran la prensa escrita, a no ser que fuera gratuita, que no acudieran a libros ajenos a las bibliografías obligatorias o que no asistieran a conferencias si no eran premiadas con créditos útiles para aprobar cursos.
Aunque podría matizarse la afirmación de mi amigo, en términos generales responde a una realidad antipática pero cierta, por más que todos los implicados en el circuito de la enseñanza reconozcan que no se trata de la mayor o menor inteligencia o sensibilidad de los universitarios actuales con respecto a generaciones precedentes, sino de otra cosa.

Esta "otra cosa" es lo que ha desgastado irreparablemente a los profesores que optan por marcharse a casa. Éstos no se han sentido ofendidos tanto por la ignorancia como por el desinterés. Es decir, lo degradante no ha sido comprobar que la mayoría de estudiantes desconocen el teorema de Pitágoras -como sucede- o ignoran si Cristo pertenece al Nuevo o al Antiguo Testamento -como también sucede-, sino advertir que esos desconocimientos no representaban problema alguno para los ignorantes, los cuales, adiestrados en la impunidad ante la ignorancia, no creían en absoluto en el peso favorable que el conocimiento podía aportar a sus futuras existencias.

Naturalmente, esto es lo descorazonador para los veteranos ilustrados, quienes, tras los ojos ausentes -más soñolientos que soñadores- de sus jóvenes pupilos, advierten la abulia general de la sociedad frente a las antiguas promesas de la sabiduría. Los cachorros se limitan a poner provocativamente en escena lo que les han transmitido sus mayores, y si éstos, arrodillados en el altar del novorriquismo y la codicia, han proclamado que lo importante es la utilidad, y no la verdad, ¿para qué preferir el conocimiento, que es un camino largo y complejo, al utilitarismo de laposesión inmediata? Sería pedir milagros creer que la generación estudiantil actual no estuviera contagiada del clima antiilustrado que domina nuestra época, bien perceptible en los foros públicos, sobre todo los políticos. Ni bien ni verdad ni belleza, las antiguallas ilustradas, sino únicamente uso: la vida es uso de lo que uno tiene a su alrededor.

Esta atmósfera antiilustrada ha penetrado con fuerza también en el organismo supuestamente ilustrado y, con frecuencia, anacrónico de la Universidad. Ahí podríamos identificar la otra causa del descontento de algunos de los profesores que optan por el retiro, originando, en el caso de los mejores, una auténtica sangría intelectual para la Universidad pública, cuyo coste social nadie está evaluando.
A este respecto, la renovación universitaria ha sido sumamente contradictoria en estos últimos decenios. De un lado ha existido una notable voluntad de adaptación a las nuevas circunstancias históricas, con particular énfasis en ciertas tecnologías e investigaciones de vanguardia como la biogenética; de otro lado, sin embargo, las viejas castas universitarias, rancios restos feudales del pasado, han sido sustituidos por nuevas castas burocráticas, que predican una hipotética eficacia que muchas veces roza peligrosamente el desprecio por la vertiente científica y cultural de la Universidad.
En los mejores casos, por consiguiente, los centros universitarios se aproximan al funcionamiento empresarial eficaz, y en los peores, a una suerte de academia de tramposos.

Lógicamente, ni unos ni otros resultan satisfactorios para el profesor que quería adaptar el credo ilustrado al presente. Si la Universidad pública se articula sólo con intereses empresariales, está condenada a aceptar la ley de la oferta y la demanda hasta extremos insoportables desde el punto de vista científico. Los estudios clásicos o las matemáticas nunca suscitarán demandas masivas ni estarán en condiciones de competir con las carreras más utilitarias.
Pero el día en que el consumo de tecnología no suscite ya ninguna curiosidad por los principios teóricos que posibilitaron el desarrollo de la técnica y la Universidad se pliegue a esa evidencia, lo más coherente será rendirse definitivamente y olvidarse de que en algún momento existió algo parecido a un deseo de verdad.

Mientras esto no suceda, al menos definitivamente, el riesgo de una Universidad excesivamente burocratizada es el triunfo de los tramposos. No me refiero, desde luego, a los tramposos ventajistas que siempre ha habido, sino a los tramposos que caen en su propia trampa.
La Universidad actual, con sus mecanismos de promoción y selectividad, parece invitar a la caída. En consecuencia, los jóvenes profesores, sin duda los mejor preparados de la historia reciente y los que hubiesen podido dar un giro prometedor a nuestra Universidad, se ven atrapados en una telaraña burocrática que ofrece pocas escapatorias.
Los más honestos observan con desesperanza la superioridad de la astucia administrativa sobre la calidad científica e intentan hacer sus investigaciones y escribir sus libros a contracorriente, a espaldas casi del medio académico. Los oportunistas, en cambio, lo tienen más fácil: saben que su futura estabilidad depende de una buena lectura de los boletines oficiales, de una buena selección de revistas de impacto donde escribir artículos que casi nadie leerá y de un buen criterio para asumir los cargos adecuados en los momentos adecuados.
Todo eso puntúa, aun a costa de alejar de la creación intelectual y de la búsqueda científica. Pero, ¿verdaderamente tiene alguna importancia esto último en la Universidad antiilustrada que muchos se empeñan en proclamar como moderna y eficaz?

Los veteranos profesores de formación humanista que últimamente abandonan las aulas creen que sí. Por eso se retiran. No obstante, es dudoso que su gesto tenga repercusión alguna. Para tenerla debería encontrar alguna resonancia en el entorno en que se produce. No es así. Nuestra Universidad, como nuestra escuela, es un mero reflejo.
La sociedad en la que vivimos no sólo no tiene intención de compartir los ideales ilustrados, juzgados ilusorios e inservibles, sino que dispara contra ellos siempre que puede. Desde el escaño, desde la pantalla, desde el estudio, desde donde sea. El pensamiento ilustrado no ha demostrado que proporcionara la felicidad. Y esto se paga.


Rafael Argullol es escritor.

6 sept 2009

¿Por qué calló Jaycee?

¿Por qué calló Jaycee?
El silencio y las contradicciones se acumulan en el caso de la niña de California. ¿Qué ocurrió realmente? EL PAÍS recorre el lugar del secuestro
YOLANDA MONGE - Antioch - 06/09/2009



Los perros levantan nubes de polvo al olfatear el seco patio trasero en la búsqueda de restos de cadáveres humanos mientras los agentes del FBI rompen el precinto policial y se llevan una destartalada furgoneta amarilla, propiedad del monstruo, que podría aportar alguna prueba sobre qué pasó hace 18 años. Los vecinos miran.
Los que tiene más presencia de ánimo o anhelan la fama salen a la calle y tratan de explicar su versión de los hechos. Los que no tienen palabras sólo corren tímidamente las cortinas y observan -ya no están ciegos- como testigos mudos. Todo es muy sórdido. Lo que sucedió y cómo sucedió.


Una chica educada y amable

Nadie vio ni oyó nunca nada: ni un lamento, ni un grito, ni un gemido

"Cómo puede una mujer ayudar a violar a otra mujer?", dice una vecina

La víctima tuvo acceso a medios como el teléfono e Internet

Ha habido que explicar a las niñas que su padre violó a su madre

Phillip Garrido estaba registrado como un convicto sexual en California


"No nos lo perdonaremos nunca", asegura el sheriff del condado
Porque nadie vio ni oyó nunca nada. Ni un lamento, ni un grito, ni un gemido -de placer o de dolor-. Nada. A pesar de que una niña de 14 años paría junto a las frágiles alambradas de sus casas su primera hija fruto de sistemáticas violaciones. Tampoco nadie supo nada del nacimiento de la segunda niña. Silencio absoluto. Jamás nadie percibió una discusión, un alboroto, un llanto ni, por supuesto, una risa en el número 1554 de la avenida Walnut, en Antioch, a menos de una hora en coche al este de San Francisco (California).

Ni Jack, el que vive en el 1540 -debido a sus dos piernas amputadas, a veces era asistido por el secuestrador y pedófilo-; ni el señor Confetti, del 1528; ni los Deitricks, del 1523; ni los vecinos del 1537, ni los del 1559, ni tampoco los del 1503... Ninguno supo del horror en el que vivía Jaycee Dugard, raptada en 1991 con 11 años a la puerta de su casa en South Lake Tahoe (sur de California), ante la mirada perpleja e impotente de su padrastro, y recluida y violada durante casi dos décadas por Phillip Garrido y su mujer Nancy -58 y 54 años respectivamente.

Una culpa no reconocida se ha instalado de forma incómoda en los vecinos de los Garrido, ahora llamados "los monstruos". "¿Cómo lo íbamos a saber?", dice Kathy Russo, hija del señor Confetti y dedicada en cuerpo y alma a atender a la prensa en nombre de su anciano padre -94 años-. "Garrido sabía bien lo que hacía, por eso instaló es<
"No sé qué me puso más enferma", prosigue Russo, quien invita amable a acceder a la sombra del porche de la casa debido a que por su cara comienzan a caer gruesas gotas de sudor fruto del sofocante calor. "Si saber que Phil había hecho todas esas cosas que dicen que ha hecho -la señora Russo sigue en estado de negación -¡Y pensar que teníamos nuestras fiestas familiares justo al lado de donde esta chica sufrió tanto!- o pensar que Nancy fue cómplice de todo".
Sólo tras unos segundos, Russo se da una respuesta: "Ella es mucho peor que él, ¿cómo puede una mujer ayudar a violar a otra mujer?", se pregunta. "Ella es el verdadero monstruo", concluye. altas vallas y su casa es de las pocas que tiene frondosos árboles".
Russo ha colgado un cartel en la puerta de su casa con su número de teléfono móvil. Es la accesibilidad personificada. "No nos queremos esconder, queremos contar que no sabíamos nada", explica esta mujer en la sesentena, que vomitó cuando supo quien era su vecino.


¿Por qué Nancy Garrido no hizo nunca nada? ¿Por qué no denunció lo que sucedía cuando su esposo fue recluido varios meses en la penitenciaría por violar su libertad condicional en 1993? ¿Por qué esta mujer, enfermera de profesión, cuidadora de ancianos, no advirtió sobre la tragedia a las autoridades? Tampoco levantó la voz la madre de Garrido, Patricia Franzen, 88 años, que, enferma y postrada en la cama, ha convivido con la pareja hasta su detención. Helen Boyer, 78 años y amiga de Franzen desde hace "más años de los que puedo recordar" -acaba confesando que 30- nunca sospechó nada. "Nancy sólo era un poco ermitaña", dice.

Lavado de cerebro; síndrome de Estocolmo -cuando las víctimas sienten compasión e incluso lealtad hacia sus captores-; negación absoluta de la personalidad y necesidad animal máxima de supervivencia en un medio hostil en el que la propia vida -y en el caso de Jaycee, la de sus dos hijas de 11 y 15 años-, estaba amenazada son algunas de las explicaciones que los expertos manejan para intentar comprender por qué Nancy Garrido calló -por determinar está si participó- ante la bacanal de abusos y por qué Jaycee -hoy 29 años- nunca intentó huir a pesar de tener acceso a medios como el teléfono, Internet y correo electrónico.

La esposa de Garrido se ha declarado inocente de los 29 cargos que se le imputan -los mismos que a su marido, entre ellos secuestro y violación- y a través de su abogado se ha definido como "una víctima" del hombre que la psiquiatría define como un "sociópata". Jaycee Dugard está junto a sus hijas -Starlet y Angel- reunida con su familia materna en un hotel sin identificar del condado de Contra Costa. "Hola mamá", le dijo Jaycee por teléfono a quien le dio la vida cuando recuperó la libertad. "Soy yo, Jaycee, y tengo bebés."

"Nos ha reconocido a todos, sabe perfectamente quienes somos y está tranquila", declaró en rueda de prensa Lisa Dugard, tía de las niñas, en la sede del FBI de Los Ángeles. "Estamos impresionados cómo con tan pocos medios Jaycee ha podido educar tan bien a las niñas, que son capaces de reconocer las constelaciones en el cielo", dijo. Su salud es buena, informan desde la oficina del sheriff. Nunca han pisado una escuela o la consulta de un médico.

Han pasado casi dos décadas desde que Jaycee fue apartada de los suyos y recluida en un espacio mísero y cochambroso. El patio trasero de los Garrido encerraba otro patio trasero, el formado por un barracón insonorizado, una tienda de campaña amenazada por los jirones y decenas de plásticos azules tratando de formar cobertizos.
Cajoneras atestadas de ropa sucia; bolsas y más bolsas de basura; sillas de tijera polvorientas y descoloridas; estanterías desvencijadas, en una de las cuales hay botes de maquillaje y varios cepillos del pelo; estanterías con libros, entre ellos Ángeles: los agentes secretos de Dios, del reverendo Billy Graham, y, como burla irónica, Un asunto de familia; pinturas de colores y cuentos de Scooby Doo; una lámpara de mesilla a la que llega la electricidad a través de un cable de extensión desde el interior de la casa; una rudimentaria ducha al aire libre; en el tronco de un árbol está clavado un cartel que dice "Bienvenidos".

Ese es el paisaje en el que han crecido las hijas de Phillip y Jaycee. Unas niñas a las que ha habido que explicarles que el padre que creían tener fue el violador de su madre.
Para estas pequeñas su padre sigue siendo su padre", cuenta la psicóloga experta en secuestro de niños JoAnn Behrman-Lippert. "No importa lo que haya pasado, Garrido sigue siendo el único padre que han conocido". "Su captor es a la vez su única y conocida relación", expone en el diario The New York Times el doctor Douglas Goldsmith, un experto en este tipo de casos.
No hay blancos y negros. La historia está plagada de grises. "Va a ser muy difícil que logren separar al violador del padre", prosigue. "No sólo hay una víctima", explica en referencia a Jaycee. "Hay tres", puntualiza Goldsmith al citar a las dos hijas.

Hace casi 20 años que Phillip Garrido, el monstruo, salió de compras, como explica Curtis Sliwa, fundador del grupo Ángeles Guardianes, dedicado a combatir el crimen en EE UU. "Buscaba niñas y no paró hasta que encontró a Jaycee", relata uno de los policías que entonces se encargó del caso. Ahora se ha sabido que un día antes de que Jaycee fuera secuestrada, Garrido intentó llevarse a la pequeña. Aquel día se salvó por estar con un grupo de amigos, pero no al día siguiente.

El historial criminal de Garrido se asemeja en grosor a una guía telefónica y se remonta a la década de los setenta. Su primera víctima conocida fue su primera esposa, su novia del instituto. Christine Murphy lleva marcada la cara con una cicatriz recuerdo de una de las muchas palizas a las que fue sometida. "En una ocasión intentó sacarme los ojos con un imperdible".

Murphy sólo descansó y se sintió libre del acoso cuando Garrido fue encerrado por violar y secuestrar a una mujer en 1972. Katie Callaway Hall estuvo en poder de Garrido ocho largas horas en un contenedor en el desierto de Nevada. "Llegué a pensar que estaba muerta", ha relatado la mujer en la CNN. El lugar fue definido por los investigadores como "un palacio del sexo", lleno de utensilios para el placer sexual, alfombras rojas en las paredes y un colchón en el suelo. "Pero a mí sólo me tuvo ocho horas, a la pequeña la ha tenido 18 años".

Hall fue liberada por la policía y Garrido condenado a 50 años de cárcel. Las leyes de entonces hicieron posible que quedara en libertad condicional tras cumplir diez años de pena. Hoy hubiera sido distinto. "¿Cómo puede ser posible algo así?", clama desde su programa en CNN Jane Velez-Mitchell. "¿Cómo pudo ocurrir?", se pregunta también Leland Lufty, el fiscal que puso tras las rejas a Garrido.
"Basta con mirar su historial, sus delitos, para saber que acabaría haciendo algo como lo que ha hecho". Garrido cometió otra violación en 1972, en esta ocasión su presa tenía 14 años. Pero la joven nunca quiso declarar y se archivó el caso. Otras diez violaciones y asesinatos pueden llevar el sello de Garrido. Por eso los perros rastreadores de cadáveres olfatean cada milímetro de la casa en la avenida Walnut. Los sabuesos han encontrado un hueso pero pasará tiempo hasta saber si es humano.
Phillip Garrido estaba registrado como un convicto sexual en el Estado de California. Debido a ello pudo haber sonado la alarma en el caso Dugard. Karan Walker vive tres casas más abajo de la de Garrido y supo por internet que su vecino era un pedófilo. "No supe qué hacer", explica, a pesar de confesar que en una ocasión vio a su vecino con "una niñita rubia" de la mano.
En otra ocasión, la libertad de Jaycee y sus hijas estuvo más cerca, pero no lo suficiente.
Alguien denunció a la policía haber visto crías viviendo en tiendas de campaña en el jardín. Un agente se personó en casa de Garrido y sin llegar a subir los dos escalones de franquean la entrada le pregunto si era cierto. "Por supuesto que no", diría Garrido. Y la policía se marchó. "No nos lo perdonaremos nunca", asegura el sheriff del condado de Contra Costa, Warren Rupf. Dieron media vuelta y se marcharon.

Hasta el pasado 26 de agosto. Cuando una agente del campus de la Universidad de California en Berkeley sospechó de un hombre que hacía proselitismo junto a dos niñas sin mirada.
Estaban muy pálidas, vestidas como de otra época, parecían robots, explicó a la prensa la agente Campbell, que introdujo el nombre de Garrido en la base de datos del FBI y desenmarañó el caso. En pocas horas se desmoronaba la falsa vida construida en 18 años.

El fanático religioso que decía tener una máquina que leía sus pensamientos, hablar con los ángeles y conversar con Dios; el mal cantante enganchado al LSD que grabó CDs cuyas letras ahora parecen anunciar lo sucedido; Phil, el asqueroso, como tildaban sus vecinos al hombre que todos evitaban porque sabían que algo no iba bien; el violador y el pedófilo que robó la infancia de al menos una niña y ha engendrado otras dos con su víctima, no se inmutó cuando se le leyeron los cargos en la cárcel de El Dorado.
Su mujer lloró e intento esconder su cara entre las manos. "Alguien debería de pegarle un tiro y acabar con todo esto", dice resolutivo uno de los silentes vecinos de la Avenida Walnut. "Que guarden una bala para ella", sugiere otro. Así el caso quedaría cerrado. Sin más preguntas incómodas.

2 sept 2009

Los papeles de Foster

Los papeles de Foster
JULIA LUZÁN 30/08/2009



Medio siglo de bocetos. Norman Foster expone por primera vez 200 de sus mejores dibujos. Y ha elegido Madrid para el estreno. Una nueva y sutil manera de acercarse a la espectacular obra de uno de los arquitectos actuales más brillantes.

Graneros, casas de pueblo, granjas, caminos de tierra que serpentean la hierba verde... en el extremo derecho de la hoja de papel, unas iniciales, N. F. Norman Foster (Manchester, Reino Unido, 1935) ganaba invariablemente con sus "apuntes de arquitectura vernácula" todos los premios de dibujo de su Universidad. De esta forma, en verano podía viajar por Europa gracias al dinero obtenido con sus croquis minuciosos a tinta china.
"Recuerdo haber pensado: ¿pero cómo se entra en una escuela de arquitectura? Y la clave era: necesitaba dibujos... Así que me dije: 'Bueno, haré dibujos', y pinté lo que veía por la ventana de mi dormitorio... He estado interesado en dibujar y tomar apuntes desde que puedo recordar, pero fue sólo relativamente tarde cuando vi la posibilidad de relacionar estos intereses con la profesión de arquitecto" (entrevista con Luis Fernández-Galiano, publicada en AV, Monografías, en 1999). Ahora, por primera vez, el arquitecto, uno de los mejores del mundo, expondrá 200 dibujos, a través de los que puede seguirse toda su carrera, en Madrid, en Ivorypress Art+Books, un antiguo garaje reformado por su empresa, Foster & Partners, e impulsado por su esposa, la española Elena Ochoa. Medio siglo de bocetos, desde 1958 hasta 2008, divididos en seis décadas, más una selección de sus miles de cuadernos de viajes y seis maquetas de sus más espectaculares rascacielos. "Los dibujos de Norman son esenciales para entender cómo funciona su proceso creativo, su arquitectura, el espacio, las formas, la luz. Él dibuja para expresarse, para hablar, para pensar", afirma Ochoa.


Todo cabe en Madrid
Norman Foster


Otra de las obsesiones del arquitecto británico ha sido juntar a las clases sociales, crear fluidez, ver que trabajo y esfuerzo reciben su premio

�Por muy bien que creas que conoces un espacio, trabajar con un artista puede ayudarte a apreciarlo como algo nuevo�
Fernández-Galiano conoce bien a Foster y su dibujo pedagógico, de línea clara. Él es quien ha elegido los dibujos que se expondrán "con el criterio de representar sus proyectos más importantes, pero sin olvidar el criterio de la belleza, por lo que he escogido los más bonitos".

Zurdo, tozudo y genial. Su arquitectura, humanista y visionaria, le ha llevado a lo más alto. Un self made man que logró salir de Levenshulmen, un deprimido barrio obrero de la gris ciudad del norte de Inglaterra donde nació, gracias a esa voluntad de hierro que lo caracteriza. Fue conserje del Ayuntamiento de Manchester, técnico de radar durante su servicio militar en las Fuerzas Aéreas. Pero su destino dio un giro de 180 grados cuando en 1961 obtuvo una beca para la Escuela de Arquitectura de Yale (EE UU). Foster es tan tímido y perfeccionista que muchos le tildan de duro y despiadado. ¿Es eso verdad?

-¡De ninguna manera! Tengo una personalidad fuerte, y mis opiniones van en una dirección, sea apropiada o no, en los temas que abarcan desde el diseño hasta el negocio. Cómo se interprete eso, ya depende de los demás.

-Observando sus dibujos, se advierte su maestría y amor por el arte. ¿Nunca le ha atraído pintar?

-No. Nunca he pensado en pintar. Sin embargo, admiro a gente como Le Corbusier. Él supo combinar la pintura y la arquitectura y fue un maestro en ambas disciplinas.

-Usted posee una excelente colección. ¿Quiénes son sus artistas favoritos?

-Siempre me he sentido fascinado por el arte; mi mundo sería mucho más pequeño sin él y el impulso espiritual que me proporciona. Me siento afortunado por vivir rodeado de arte. Como arquitecto he podido colaborar con muchos artistas, como Richard Long, Gerhard Richter, Jenny Holzer, Bridget Riley, Anish Kapoor, Anthony Caro y Sol Hewitt. Por muy bien que tú creas que conoces un espacio, o por muy potente que sea la imagen que tienes de ese espacio en tu mente, trabajar con un artista puede ayudarte a apreciarlo como algo nuevo.

Medio siglo de proyectos en papel, construcciones dibujadas minuciosamente. Una mirada hacia atrás para la que Foster se ha apoyado en Luis Fernández-Galiano, catedrático de Arquitectura, crítico, escritor y director desde hace 25 años de la revista Arquitectura Viva. Para él, Foster ha ido cambiando con los tiempos. "En sus primeros proyectos, en los sesenta, con Richard Rogers, con el Team 4, todavía era un arquitecto ansioso por hacer una arquitectura distinta, pero no le había llegado la preocupación por la tecnología ni por construir unos edificios diferentes para la democracia industrial. De esa primera etapa, aparte del Creek Vean, en Cornualles, está el Skybreak, una casa que se hizo muy famosa por la película La naranja mecánica, de Kubrick. Pero Foster todavía no es Foster. Está, digamos, explorando la riqueza espacial".

Los años de formación de Foster en Yale supusieron el descubrimiento de la racionalidad técnica y la permeabilidad social. "De esa etapa", afirma el comisario de la exposición, "nace cierta utopía social que enlaza con un proyecto importantísimo que le encargó un naviero sueco, Fred Olsen, para los muelles de Londres, un edificio donde convivieran los dos mundos, el de los blue collars, los descargadores, y los white collars, los administrativos y secretarias". Aunque ese edificio ya no existe, Foster creó escuela y a raíz de aquel Centro Social de Olsen, todas las grandes empresas querían algo parecido para hermanar a sus empleados. "Ésa ha sido otra de sus obsesiones: juntar a las clases sociales, crear fluidez, ver que trabajo y esfuerzo reciben su premio".

De la tecnología a la utopía social. Foster mira de nuevo hacia el horizonte y se interesa cada vez más por la historia, por cómo trabajar en una ciudad consolidada que hay que mejorar y no deteriorar con los nuevos edificios. Es la etapa en que Foster construye en Nimes, enfrente de la Maison Carré, levantada por los romanos, su Mediateca y Centro de Arte Contemporáneo. Amplía la Royal Academy of Arts de Londres, interviene en el British Museum. Remodela y peatonaliza un tótem sagrado para los londinenses, Trafalgar Square. El Londres del Milenio es el Londres de Foster. "Ahora ha ganado el concurso para remodelar la NY Public Library, un gran edificio de principios del siglo XX que es un icono para Nueva York y que para Foster es también un símbolo porque él atribuye haber logrado salir del mundo proletario en que vivía gracias a las bibliotecas que pudo frecuentar en su primera juventud", asegura Fernández-Galiano.

En los últimos años, Foster ha subrayado su interés por los temas ecológicos. Su último trabajo, el más visionario, es el de Masdar, en el golfo Pérsico. "Muchos de nuestros nuevos proyectos van más allá del modo en que se ha hecho arquitectura hasta ahora. Hemos superado la escala del edificio individual para lograr mayores infraestructuras y ciudades bien urbanizadas. Y ahí ponemos el acento en lo público. Si me fijo en lo que estoy trabajando ahora, Masdar, en Abu Dhabi, que abarca todos esos temas que pueden hacer de esta ciudad la primera en el mundo sin emisiones de CO2 y cero residuos, me doy cuenta de que estoy haciendo algo tremendamente excitante".

Masdar, dice Fernández-Galiano, se parece mucho a la ciudad tradicional mediterránea: casas bajas, calles estrechas, muy sombreadas. Una arquitectura artística, sostenible y económica, tres conceptos que Foster combina con una arquitectura espectacular. "Lo más importante es recordar que la arquitectura está generada por las necesidades de la gente, materiales y espirituales", afirma el arquitecto.

Premio Príncipe de Asturias de las Artes 2009, Foster ha realizado en España algunos proyectos emblemáticos, como la torre de comunicaciones de Collserola, en Barcelona, la torre de Caja Madrid y el metro de Bilbao. Le interesan las infraestructuras. Es su veta de ingeniero y de alma curiosa.
Ha construido intercambiadores, aeropuertos -el último, el de Pekín, escaparate de la nueva China-, puentes -el que une la Tate Modern con la catedral de San Pablo sobre el Támesis, en Londres- o viaductos, como el de Millau, en Francia, con una altura mayor que la torre Eiffel.
También ha intervenido en la ampliación de diversos museos, aunque tiene una espina clavada , el Museo del Prado. Se presentó al concurso - que ganó Rafael Moneo-, pero se retiró por no ajustarse su idea a las bases establecidas.

Acaba de cumplir 75 años y no piensa descansar. Aunque en sus 16 oficinas repartidas por el mundo trabajen más de 1.000 arquitectos, un equipo que es como una Babel moderna, donde se hablan 45 idiomas, Foster se siente, "sin ninguna duda, más arquitecto que hombre de negocios.