Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

24 ago 2009

REINONA

LUIS LEÓN BARRETO
La ciudad era un hervidero, pues no cabe duda de que año tras año el festival de elección de la Reinona del Carnaval conseguía mayor predicamento. Al principio fue un número casi clandestino, hubo que convencer a las autoridades de que aquello tenía sentido. Un desvarío de marginales, acto de exhibicionismo que rechazaría la gente bien pensante.
Al alcalde no le gustaba, le dio muchas vueltas pero al final lo convencieron. A fin de cuentas las personas de orden y recogimiento suelen ser menos liberales ante estas cuestiones, más propias de barrios sandungueros, tipo La Habana o los ranchitos de Caracas. Claro que la vida es pura pasarela, y la gala acabó por ser el número más celebrado de todo el mes.
La gente ya estaba algo de vuelta de los cansinos y pesados trajes de la gala de siempre, las fantasías que clavan la chica al suelo, fatigada por el tremendo esfuerzo de tantos kilos, lentejuelas, oropeles.
Así que hubo muchas dudas hasta que la organización y los que gobiernan se decidieron a pactar el sí. Y a partir de entonces se produjo el acabose, el no va más. Un éxito tan desbordante que lo transmitían televisiones de Australia y Canadá. DRAG: Dressed as a girl. Vestirse como una chica. Locura de travestidos que atraen a quienes se empeñan en ver lo cotidiano como si fuese lo real, ignorando que somos una máscara de otra máscara. Sí: no cabe duda que me siento del diez tras haber triunfado.
Fue mi gran noche, lloré como una loca en pleno escenario, con mis plataformas de cuarenta centímetros, mi vestido de Crisálida, las muchas horas de maquillaje y peluquería, mis gasas y mis lentejuelas, mis pechos bien resaltados, mis contoneos con el fondo de la gran Rocío Jurado.
Lo que más me gustó fue poder consumar el matrimonio en pleno escenario, mi novio estaba la mar de contento, no se lo podía creer.
Pero esa misma noche, por aquello de los presagios que me anunciaba el horóscopo, mi yo se rebeló. No pude más y en vez de un beso le aticé una cuchillada justo en la yugular al buenazo de mi Iván.
Todo se ha enredado mucho tras su muerte, aunque creo que por buen comportamiento me van a dar pronto el tercer grado. Así que, si puedo, el año que viene me presento otra vez, esta vez iré de chico bueno.

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La Cícer, gran aula de surf

La Cícer, gran aula de surf

Decenas de niños y jóvenes que ansían aprender a moverse sobre las olas acuden a las escuelas de la zona sin barra de Las Canteras




LA ENSEÑANZA DEL SURF, EN IMÁGENES
La zona de la Cícer, en la playa de Las Canteras, se ha convertido este verano en el mejor escenario para decenas de niños y jóvenes que ansían aprender a moverse sobre las olas con técnica y seguridad. Desde primera hora, de lunes a viernes, una plaga de estudiantes de este deporte, cada vez con más aficionados en la capital, empieza a poblar arena y mar.

IBALLA SOCORRO Nace un nuevo día en la capital grancanaria y decenas de jóvenes acuden a la playa de Las Canteras para realizar su deporte favorito.


En verano La Cícer se convierte en el lugar idóneo para todos aquellos que desean aprender a moverse como pez en el agua entre las olas a bordo de una tabla de surf o un bugui.


Para ello basta con inscribirse en cualquiera de las escuelas de la zona que se dedican especialmente a enseñar estos deportes. "En verano siempre se ve más gente principiante por el tema del buen tiempo", afirma Acaymo Perdomo, uno de los monitores de surf.


Repartidos en diferentes turnos y divididos en pequeños grupos que custodia cada monitor, niños y adultos ocupan la arena de La Cícer llenos de entusiasmo. "Me apunté por hacer nuevos amigos, pasármelo bien y estar un rato en el agua", afirma una de las jóvenes alumnas de surf, para quien lo más difícil es "mantenerse de pie en la tabla".


Sin necesidad de experiencia previa, las clases teóricas establecen el primer contacto con estos deportes, para luego pasar a la práctica en el agua. "Los niños vienen bastante motivados y nosotros intentamos que aprendan el deporte desde la raíz, desde la base", comenta Acaymo.


Los monitores, todos ellos surfistas experimentados, enseñan a los chavales cómo llevar la tabla y cómo moverse en el agua pero también técnicas de prevención y seguridad. "Lo primero que los niños tienen que aprender es seguridad, luego ya aprenden a estar estables en la tabla hasta que por último se ponen de pie ellos mismos".


"El surf es como montar en bici, una vez que lo aprendes ya no se olvida", asegura Acaymo, como no lo olvidarán todos los que este verano aspiran a convertirse en los reyes del surf al ritmo de las olas.

"Yo me apunté al cursillo de bodyboard porque siempre me ha gustado coger olas. Desde que tenía cuatro años he venido a la playa a practicar", cuenta Francis, uno de los aprendices de esa especialidad que ya lleva varias semanas inscrito y pretende quedarse todo el mes aprendiendo.



Es al tercer día después de que hayan aprendido la teoría y los calentamientos cuando se pasa a la parte práctica dentro del agua en la zona de espuma "con el agua hasta la cintura para estar bien controlados". Y es entonces cuando los niños se vuelven locos.

23 ago 2009

‘Mapa de los sonidos de Tokio’

Un vendedor de vinos español, una asesina a sueldo y un cazador de los sonidos de la ciudad. Con estos tres elementos, Isabel Coixet hace su particular cartografía de la cultura japonesa en su nueva película, ‘Mapa de los sonidos de Tokio’.

Los mochis son unos pasteles japoneses de pasta de arroz glutinoso. Redondos, esponjosos, bastante pegajosos, de múltiples rellenos. Ryu, la asesina profesional de aspecto frágil que protagoniza la última película de Isabel Coixet, Mapa de los sonidos de Tokio, se alimenta de ellos.
Le gustan los rellenos de fresa. Los mete en el microondas 20 segundos y los deglute con absoluta indiferencia, aunque en su interior parece bullir un pequeño placer.
Por eso, cuando más cerca está de David, el español al que Ryu debería matar y del que sin embargo se enamora, es cuando comparte un mochi, cuya masa, alargada en un hilillo chicloso, une sus bocas. Un momento turbador, mágico, de esos que descubren la química entre dos actores (Rinko Kikuchi y Sergi López). "Son cosas así las que me turban y erotizan", concede Isabel Coixet (Barcelona, 1960).
Ya ha pasado el rodaje vertiginoso -antes de las navidades- en Japón, el montaje urgente para llegar a Cannes, y la presentación a concurso en el certamen francés, donde ganó el premio al mejor sonido; más aún, Coixet ya está metida en sus nuevos proyectos (crear parte del pabellón español en la Exposición de Shanghai 2010 y rematar un documental sobre la inanición del mar de Aral).
Justo antes de coger unos días de vacaciones, necesarios para afrontar el achuchón final antes del estreno comercial el próximo viernes de su nuevo filme -el séptimo de su carrera-, charla un poco sobre su Mapa de los sonidos de Tokio.

Isabel Coixet



Es una película Coixet: sentimientos, drama, imagen cuidada, gusto en el encuadre y en la música

“El único momento luminoso de la vida de ambos protagonistas ocurre cuando se enrollan”

“Ferran Adrià ha dicho que es una de las películas en las que mejor se muestra el mundo de la comida”
Por supuesto, es una película Coixet: sentimientos, drama, cuidado por las imágenes, gusto en el encuadre y en la elección de los temas musicales. Pero hay nuevos elementos: algunos se iban anunciando con el tiempo (su amor por Japón), otros estallan de improviso en la pantalla, como las secuencias sexuales. "La gente me pregunta mucho por ellas.
Creo que nos hemos acostumbrado a que en el cine el sexo empiece a saco, por ejemplo con una mamada, y cuando arrancas de otra manera, como en la vida, parece extraño".
David -un vendedor de vinos en Tokio- y Ryu -una asesina a sueldo que ocupa sus horas trabajando en el mercado de pescado Tsukiji, que abastece a la capital japonesa- se cruzan porque la anterior novia del español se ha suicidado por amor y su padre clama venganza. "El único momento luminoso de las existencias de ambos ocurre cuando se enrollan". David parece marcado por la tragedia, pero Ryu le supera.
Y entre medias camina el narrador, un ingeniero de sonido que graba los ruidos de la ciudad y los murmullos y los actos de sus habitantes, y cae rendido ante Ryu. Coixet ya ha contado infinidad de veces cómo la idea surgió un día en que visitaba la mítica lonja, y en uno de los puestos de Tsukiji una joven pescadera se negó a posar para una foto.
Tanto misterio encendió en la mente de la catalana una chispa: ¿y si esa chica llevara una doble existencia? Lo que no ha contado tanto fueron sus miedos después del arranque. "Me costó mucho vencer la idea de que yo podía escribir un guión sobre Japón. Conozco el país, pero no soy una experta. Ahora me parece un milagro. Ahí está mi Japón imaginario, construido con lo que he visto allí: los bares del barrio Golden Gai, las tribus juveniles que recorren Koenji, las chicas melancólicas que leen en el metro a Murakami...".

Coixet tiene una imagen pública de eterna tímida, de tropezarse en busca de la palabra exacta y acelerarse al hablar. En muchos momentos sí es así, pero en otros deja muy claro lo que quiere y se crece en su carácter. Por ejemplo, cuando habla de Cannes. "Me gustó que Tarantino me abrazara... aunque luego se enamorara de Rinko. O que vieran 1.500 películas para escoger las 20 que concursaran y una fuera la mía. O la fiesta después de la proyección en el festival, con gran sushi y estupendo karaoke [ella cantó Like a virgin].
Pero no me gustó que la prensa española se olvidara del premio que nos llevamos al mejor sonido, o que nos proyectaran el último día. En fin, Cannes es como Benidorm, aunque con más caniches".

También es muy defensora de los suyos. Por ejemplo, de Rinko Kikuchi, candidata al Oscar por su adolescente sordomuda en Babel, de Alejandro González Iñárritu. Es difícil saber quién es o qué piensa Kikuchi.
"Me cuesta el inglés, aunque me gustaría rodar más en este idioma". Prefiere charlar en japonés y acaba frustrando a su traductor. Confiesa que construyó su personaje visualizando "una serpiente". "A veces sí doy importancia en imaginar un animal para asentar un papel. Yo nunca he matado a nadie, y para creerme una asesina visualicé en qué situación mataría a alguien". Poco más. "Me gustó conducir las carretillas que llevan el pescado en el mercado".

Japón es un país con marcados tabúes sexuales -nunca se ve en la pantalla un pubis femenino- y sin embargo posee curiosas espitas que liberan esa tensión -como las máquinas automáticas, recientemente prohibidas, en las que se podían adquirir bragas usadas-.
O los love hotels de Tokio, en la colina de Shibuya, pequeños establecimientos anónimos de delirantes decoraciones en los que las habitaciones se alquilan por horas.
El lugar perfecto para que Ryu y David disfruten su amor a salvo de mirones. ¿Cómo creó Kikuchi los momentos más intensos? "Mi personaje lleva un ritmo regular. Conoce a David y activa su sexualidad. Para mí no es raro, yo estoy de acuerdo con los pensamientos de ella. Yo no soy divertida en el día a día, y adquiero madurez como persona a través de las vivencias de mis papeles".

Coixet, presente en la segunda conversación, acabará defendiéndola. "Rinko se protege mucho. No está cómoda delante de los periodistas. Sin embargo, cuando se entrega, se entrega. Sergi me ayudó muchísimo a que Rinko tuviera confianza en el plató. Nos costó arrancar el primer día, y les puse una canción que me parece muy romántica, Estate, de Aldo Romano, para que entraran en ambiente. Después, todo fue fácil".

Si Rinko Kikuchi charla agazapada, el volcán Sergi López despliega toda su energía esté donde esté. En Tokio hablaba a los visitantes del popular pachinko, un juego en el que los pescaderos pierden sus salarios, o lideraba a los cantantes en el pequeño karaoke de Nobuyoshi Araki, fotógrafo de obra relacionada con la muerte y el sexo, y que ha colaborado en la imagen del filme.
Tras pasar por Cannes y ver en la pantalla el resultado, López explota feliz. "Es una película turbadora, en la que ves que hay un autor detrás. Me gusta cómo cuenta lo del sexo.
Mira, en los guiones esas secuencias se escriben fatal, iguales y muy mecanizadas. Todos follamos diferente, así que el sexo debería ser distinto según el personaje. A Rinko le agradezco que estuviera siempre conmigo. Me refiero a que en el plató se arriesgó tanto como yo, con una brutal intensidad. ¿Qué me sorprendió de Isabel? Verla en el rodaje moviendo ella misma la cámara. En la pantalla, la potencia visual del resultado".
Sergi López comenta su buena suerte. "Cada día me cuesta más engañarme, no oír mi propia voz y aceptar un guión regular sólo por el dinero o porque el director es bueno. Me gusta mi carrera y me reconozco en ella. No puedo ser indiferente al discurso que salga de una película en la que yo haya trabajado. Me importa que cambien el mundo un poco. Vaya, otra frase rimbombante: luego me leo y soy un bocazas".

Entre carcajadas y estallidos gesticulares, López habla de su restaurante en su pueblo, en Vilanova i la Geltrú, una apuesta por el slow food.
La comida es fundamental en el filme. A Coixet se le escapa el orgullo: "Ferran Adrià me ha dicho que es una de las películas donde mejor se muestra el mundo de la comida". Ahora, la realizadora descansa después de una dura filmación en el mar de Aral, entre Kazajistán y Uzbekistán. "En el documental muestro las consecuencias de los errores humanos.
Las autoridades dicen que el mar se seca [ha desaparecido el 80% de su volumen y el 60% de su superficie] como producto del calentamiento global, pero en realidad no reaccionaron a tiempo a los desastres locales. Los vecinos no se atreven a quejarse, probablemente por la herencia soviética de silencio, y la contaminación se ha agravado con los restos de los laboratorios secretos del antiguo imperio, que ahora salen a la luz con la desecación. No veo salidas. La vida de un cineasta es ser también testigo de lo que le rodea". Carácter Coixet.