Enemigos Públicos.
Esta es la historia del legendario bandido de la época de la Gran Depresión, John Dillinger (Johnny Depp), el carismático atracador de bancos que se convirtió en el objetivo número uno del incipiente FBI de J. Edgar Hoover y de su mejor agente, Melvin Purvis (Christian Bale), y en un héroe popular para el sufrido pueblo.
Nadie era capaz de detener a Dillinger y a su banda. No había cárcel que se le resistiera. Gracias a su encanto personal y a sus osadas fugas era aplaudido por casi todo el mundo, desde su novia Billie (Marion Cotillard) hasta el hombre de a pie que no sentía simpatía alguna por los bancos que habían hundido el país en la Depresión.
Las aventuras de la banda de Dillinger, que posteriormente incluiría al psicópata Baby Face Nelson (Stephen Graham) y a Alvin Karpis (Giovanni Ribisi), entretenían a la mayoría, pero J. Edgar Hoover (Billy Crudup) tuvo la idea de servirse de la captura del bandido para empezar a transformar su "Bureau of Investigation" (Oficina de investigación) en lo que sería el FBI. Convirtió a Dillinger en el "enemigo público número 1 de América" y lanzó a Purvis, el apuesto "Clark Gable del FBI", tras él.
Pero Dillinger y su banda siempre pudieron con los hombres de Purvis en alocadas persecuciones y tiroteos. Para apresar a Dillinger y a sus hombres, Purvis acabó contratando a un equipo de ex policías de la costa oeste (a los que llamaron agentes) y recurriendo a traiciones épicas, una de ellas protagonizada por la notoria "Dama de rojo" y otra por Frank Nitti, el jefe mafioso de Chicago.
Acabo de ver esta película , hacía tiempo no veia, de Gansters y "polis" y siempre es más atractivo el personaje de los Gansters, inteligentes, desconfíados que se saltaban todas las normas y curiosamente caían bien a la gente. Polis corruptos que jugaban cn el odio y la inquina personal de que "los malos" eran mas litos que ellos.
Curtidos en mil batallas, en la Gran Depresión ellos eran casi heróes para los ciudadanos que veían que los bancos se tragaron su dinero, no robaban ni atracaban para dárselo a los pobres sino para vivir bien.
Genial Johnny Depp,un actor como le dicen polifacético, está que se sale de la pantalla, en realidad una historia "coral" con dos cabezas, johnny Depp por los gansters, y Christian Bale,por los polis que no juegan limpio.
No sé si hacer una "peli" en Chicago de los años 30 tiene algo que ver con la crisis económica mundial o sencillamente fue un capricho del diector Michael Mann, pero me fascinó esa película que cuenta historia de perdedores y no ganadores, ahí no gana nadie y pierden todos.
Siempre encontré los Bancos de esa época fascinantes, enormes, con la categoría de quien guarda y administra todo el Dinero, Bancos donde entran los Gansters y dicen "Arriba las manos, Esto es un Atraco" pues esas frases ya perdidas porque ahora con otras palabras son los propios bancos los que te dicen, Siga usted, esto es un atraco, mueváse lo que quiera pero le vamos a desplumar, es un decir, que seguramente el Sr, botín debe pensar constantenmente....y claro dirán ustedes que tiene que ver lo que escribo, sobre el tema de ser un buen periodista, pues aparantemente nada, pero como siempre que escribo nadie da una señal sobre lo escrito por mi, pues sabiendo ya de memoria lo que debe hacer un buen periodista y un corresponsal de Guerra y no existiendo prensa que pueda ser objetiva, porque no la hay, El Pais es de los pocos que se puede leer , pero tb pasado con filtro, el grupo prisa manda y los Polancos herederos de polancos no hacen un periodismo crítico desde hace ya tiempo, así que esta vez, cantar glorias por estar en Kabul un periodista ,que es lo menos que debe hacer, estar en lugar para hablar sin teletipos de los corresponsales, que es muy bonito leer lo que otros escriben y cuentan , pero en la oficina. Por eso algo así como los polis de Chicago de los Años 30 habiendo otras similitudes con los que hacen un periodismo crítico con el ganster que roba bancos para vivir mejor y la gente encima les aplauden, lo siento pero esta vez prefiero el tema del Cine , hay un "remake" de "enemigo Público nº1" que no se lo puerden perder, está Cark Gable ,!! supremo!!.
y Casi toda la prensa que maneja opinión pues tiene mucho que ver con el Título de la Película ,,,,,,,vayan a verla no sean perezosos ,porque es tremendamente "instructiva" y ahí ya cada uno se instruye como crea conveniente.
Ahh se me olvidaba decir que johnny Depp está guapisimo!!!!
23 ago 2009
Para reflexionar pq lo que se dice es una publicación
-MANUEL GARCÍA RAMOS Dicen que los celos no son un problema de amor, sino de amor propio. Es decir, el celoso no desata su ira por haber perdido a un ser amado, o por creer que lo ha perdido, sino por haberse sentido despreciado. Las torpezas del lenguaje llaman a todo eso "violencia de género" y se quedan tan satisfechas.
Yo no sé si el superávit de información es el responsable de que ahora sepamos más casos de hombres desquiciados por abandonos amorosos o traiciones posibles de sus parejas, pero el asunto se ha vuelto una pandemia pasional de la que yo nunca tuve noticia tan desmesurada.
La conformación de las personalidades es la causante de esos arrebatos de violencia contra el otro o, mejor, la falta de conformación de un carácter, la cultura machista y posesiva que niega la libertad de elección de su amada en el momento que lo crea conveniente.
Bien es verdad que esos desajustes amorosos también proceden de otro tipo de desajustes, entre ellos los económicos; la falta de perspectiva laboral, la exclusión social? Desde ese punto de vista, está vigente el viejo principio marxista de que la economía termina por influir en la ideología. Los machos enfurecidos de nuestros días casi siempre tienen detrás una incompetencia profesional o complejos no superados en su juventud.
Digo los machos porque son los más pillados in fraganti en ese tipo de agresiones, aunque también conozco casos de violencia femenina, sobre todo en edades avanzadas del matrimonio.
Me acuerdo ahora de visitar a una pareja de viejitos, familiares de un casero mío, que cada vez que me recibían entablaban discusiones medio absurdas que por regla general concluían con un revés de mano de la señora a su esposo y militar retirado. Era rara la visita que no contara con el guantazo correspondiente, aunque luego la gresca se olvidaba con unas copitas de ginebra para todos que la agresora sacaba de unas mesillas de noche que parecían cantinas de cuatreros.
Siempre me asombraron esas mesillas de noche por la originalidad de sus enseres. Cuando todas las personas mayores guardan en esos muebles somníferos y algún que otro detalle íntimo, la señora del cuento, menuda, autoritaria, con su pelo alzado y muy cuidado, tenía en su habitación alcohol para pegarle fuego a una manzana de viviendas. Ella y su coronel desguarnecido disfrutaban durante la noche de las copas que cuadraran, que, por lo abultado del botellerío, eran unas cuantas y algunas otras más.
En ese escenario, que a nadie se le ocurriría llamar de "violencia de género", sino, más bien, de "violencia de gaznate", el pobre coronel recibía sus sopapos con una paciencia beatífica; tal vez se tratara de la devolución recíproca de los sopapos que él, en su día, había propinado a su señora esposa, ahora convertida en barman y verdugo.
La vida da muchas vueltas y cada una de esas experiencias acumuladas por cualquiera de nosotros nos ilustra de modo definitivo. Nacemos, nos desarrollamos y terminamos quedándonos como esos dos viejitos de mi historia personal. A esa edad ya las pasiones amorosas han desaparecido y emergen los puros rencores de una convivencia que es imperfecta por ley natural.
Desde que Adán y Eva abandonaron el paraíso, el paraíso de la pareja no existe. El matrimonio es una ficción que exige un derroche incesante de fantasía. Dicen que el amor, ese amor intenso que vuelve a dos personas una sola, dura una media de tres años. Un problema de química. Luego queda la convivencia, y ahí está el quid de todo el asunto. Ahí empieza la aventura que los viejitos de mi cuento terminaron rociando de ginebra a todas horas.
Por otro lado, los seres humanos matrimoniados no acaban nunca de aprender a separarse civilizadamente. Siempre hay abogados de por medio, amenazas, cuernos de verdad o de mentira, tiras y aflojas de tutela de hijos, remuneraciones pendientes?
El haber vivido juntos durante mucho tiempo agrava la posvecindad. Alguien ha hablado de lo mal que sabemos vivir con aquellos a quienes conocemos demasiado. Entre dos personas de larga convivencia aumentan estrepitosamente las quejas y las contrariedades recíprocas; no se perdonan una. La mínima discrepancia dispara los enfrentamientos.
Todo eso se intensifica en una separación traumática. Ya no es un problema de desamor, es la tercera guerra mundial particular.
Y ahí nos vemos los amigos aguantando la narración de lo acaecido por uno y otro lado, sin saber a quién darle la razón cuando la razón ha desaparecido del mapa ex matrimonial.
Todos los veranos debemos enamorarnos para saber que estamos vivos. Por lo menos eso es lo que dijo un sabio de la Isla Mauricio en el siglo I de nuestra era: "Sólo el cuerpo animado por el amor contiene el alma viva: el desprovisto de amor no es sino un esqueleto recubierto de carne".
Enamorarnos en el buen sentido de la palabra. Y para ponerles sentido a las palabras no hay como recurrir a los poetas, a los poetas que han tenido algo que decirnos, no a los tratantes de versos académicos. El enamoradizo Rainer Maria Rilke sentenció en su día que el amor acaba en el momento de la confesión mutua; todo lo contrario de lo que cabía esperar.
El amor es un cortejo sin palabras, el amor es una mirada infinita, una interrogación sin respuestas, un sentir que nada somos si esa persona no nos tiene en cuenta. El amor es una inminencia: algo que se presagia y no se comprueba.
No me voy a poner lírico ahora, pero estoy de acuerdo con Rilke, básicamente porque nos ahorra ciertos disgustos y nos excita mucho más. Desde que le damos al amor formato administrativo y eclesial, todo empieza a desmoronarse poco a poco. Es ley de vida, no hay que darle más vueltas. Al final del itinerario nos encontramos con los dos viejos parientes de mi antiguo casero tirándose los trastos a la cabeza y mandándose las copas del insomnio.
Si seguimos la fórmula de Rilke conseguimos enamorarnos muchas más veces y hacemos menos daño. ¿En cuántas ocasiones no hemos cruzado una mirada con otro ser humano que nos deslumbró y todo quedó en eso?
En esas ráfagas de sentimientos intensos nos hemos fijado en alguien que en algo se nos parece. Un gesto, un rictus, una manera de hablar, una manera de callar, el brillo de unos ojos, una sonrisa que no se ultima. Por regla general, nos enamoramos de algo familiar, de algo que nos recuerda a nosotros mismos o de algo que ha formado parte de nuestra experiencia íntima.
Por eso viene a colación lo de los celos como un problema de amor propio; al enamorarnos descubrimos que nos queremos un poco más a nosotros mismos y nos aturde que se termine ese sortilegio porque alguien, distinto a nosotros, lo decida.
El otro día me ocurrió con una joven algo de lo que cuento y pensé en Rilke de inmediato: no sigas más allá, deja que la confesión no se perpetre. Que prevalezca el enigma mutuo. Ella también lo saboreará y ambos nos libraremos de la escena de los guantazos y las copas mal llevadas.
Gracía Ramos siempre con su pedantería a cuestas (yo)
Yo no sé si el superávit de información es el responsable de que ahora sepamos más casos de hombres desquiciados por abandonos amorosos o traiciones posibles de sus parejas, pero el asunto se ha vuelto una pandemia pasional de la que yo nunca tuve noticia tan desmesurada.
La conformación de las personalidades es la causante de esos arrebatos de violencia contra el otro o, mejor, la falta de conformación de un carácter, la cultura machista y posesiva que niega la libertad de elección de su amada en el momento que lo crea conveniente.
Bien es verdad que esos desajustes amorosos también proceden de otro tipo de desajustes, entre ellos los económicos; la falta de perspectiva laboral, la exclusión social? Desde ese punto de vista, está vigente el viejo principio marxista de que la economía termina por influir en la ideología. Los machos enfurecidos de nuestros días casi siempre tienen detrás una incompetencia profesional o complejos no superados en su juventud.
Digo los machos porque son los más pillados in fraganti en ese tipo de agresiones, aunque también conozco casos de violencia femenina, sobre todo en edades avanzadas del matrimonio.
Me acuerdo ahora de visitar a una pareja de viejitos, familiares de un casero mío, que cada vez que me recibían entablaban discusiones medio absurdas que por regla general concluían con un revés de mano de la señora a su esposo y militar retirado. Era rara la visita que no contara con el guantazo correspondiente, aunque luego la gresca se olvidaba con unas copitas de ginebra para todos que la agresora sacaba de unas mesillas de noche que parecían cantinas de cuatreros.
Siempre me asombraron esas mesillas de noche por la originalidad de sus enseres. Cuando todas las personas mayores guardan en esos muebles somníferos y algún que otro detalle íntimo, la señora del cuento, menuda, autoritaria, con su pelo alzado y muy cuidado, tenía en su habitación alcohol para pegarle fuego a una manzana de viviendas. Ella y su coronel desguarnecido disfrutaban durante la noche de las copas que cuadraran, que, por lo abultado del botellerío, eran unas cuantas y algunas otras más.
En ese escenario, que a nadie se le ocurriría llamar de "violencia de género", sino, más bien, de "violencia de gaznate", el pobre coronel recibía sus sopapos con una paciencia beatífica; tal vez se tratara de la devolución recíproca de los sopapos que él, en su día, había propinado a su señora esposa, ahora convertida en barman y verdugo.
La vida da muchas vueltas y cada una de esas experiencias acumuladas por cualquiera de nosotros nos ilustra de modo definitivo. Nacemos, nos desarrollamos y terminamos quedándonos como esos dos viejitos de mi historia personal. A esa edad ya las pasiones amorosas han desaparecido y emergen los puros rencores de una convivencia que es imperfecta por ley natural.
Desde que Adán y Eva abandonaron el paraíso, el paraíso de la pareja no existe. El matrimonio es una ficción que exige un derroche incesante de fantasía. Dicen que el amor, ese amor intenso que vuelve a dos personas una sola, dura una media de tres años. Un problema de química. Luego queda la convivencia, y ahí está el quid de todo el asunto. Ahí empieza la aventura que los viejitos de mi cuento terminaron rociando de ginebra a todas horas.
Por otro lado, los seres humanos matrimoniados no acaban nunca de aprender a separarse civilizadamente. Siempre hay abogados de por medio, amenazas, cuernos de verdad o de mentira, tiras y aflojas de tutela de hijos, remuneraciones pendientes?
El haber vivido juntos durante mucho tiempo agrava la posvecindad. Alguien ha hablado de lo mal que sabemos vivir con aquellos a quienes conocemos demasiado. Entre dos personas de larga convivencia aumentan estrepitosamente las quejas y las contrariedades recíprocas; no se perdonan una. La mínima discrepancia dispara los enfrentamientos.
Todo eso se intensifica en una separación traumática. Ya no es un problema de desamor, es la tercera guerra mundial particular.
Y ahí nos vemos los amigos aguantando la narración de lo acaecido por uno y otro lado, sin saber a quién darle la razón cuando la razón ha desaparecido del mapa ex matrimonial.
Todos los veranos debemos enamorarnos para saber que estamos vivos. Por lo menos eso es lo que dijo un sabio de la Isla Mauricio en el siglo I de nuestra era: "Sólo el cuerpo animado por el amor contiene el alma viva: el desprovisto de amor no es sino un esqueleto recubierto de carne".
Enamorarnos en el buen sentido de la palabra. Y para ponerles sentido a las palabras no hay como recurrir a los poetas, a los poetas que han tenido algo que decirnos, no a los tratantes de versos académicos. El enamoradizo Rainer Maria Rilke sentenció en su día que el amor acaba en el momento de la confesión mutua; todo lo contrario de lo que cabía esperar.
El amor es un cortejo sin palabras, el amor es una mirada infinita, una interrogación sin respuestas, un sentir que nada somos si esa persona no nos tiene en cuenta. El amor es una inminencia: algo que se presagia y no se comprueba.
No me voy a poner lírico ahora, pero estoy de acuerdo con Rilke, básicamente porque nos ahorra ciertos disgustos y nos excita mucho más. Desde que le damos al amor formato administrativo y eclesial, todo empieza a desmoronarse poco a poco. Es ley de vida, no hay que darle más vueltas. Al final del itinerario nos encontramos con los dos viejos parientes de mi antiguo casero tirándose los trastos a la cabeza y mandándose las copas del insomnio.
Si seguimos la fórmula de Rilke conseguimos enamorarnos muchas más veces y hacemos menos daño. ¿En cuántas ocasiones no hemos cruzado una mirada con otro ser humano que nos deslumbró y todo quedó en eso?
En esas ráfagas de sentimientos intensos nos hemos fijado en alguien que en algo se nos parece. Un gesto, un rictus, una manera de hablar, una manera de callar, el brillo de unos ojos, una sonrisa que no se ultima. Por regla general, nos enamoramos de algo familiar, de algo que nos recuerda a nosotros mismos o de algo que ha formado parte de nuestra experiencia íntima.
Por eso viene a colación lo de los celos como un problema de amor propio; al enamorarnos descubrimos que nos queremos un poco más a nosotros mismos y nos aturde que se termine ese sortilegio porque alguien, distinto a nosotros, lo decida.
El otro día me ocurrió con una joven algo de lo que cuento y pensé en Rilke de inmediato: no sigas más allá, deja que la confesión no se perpetre. Que prevalezca el enigma mutuo. Ella también lo saboreará y ambos nos libraremos de la escena de los guantazos y las copas mal llevadas.
Gracía Ramos siempre con su pedantería a cuestas (yo)
Soñad Grecias, que la vida es muy corta para mancharla de sangre”
MARUJA TORRES PERDONEN QUE NO ME LEVANTE
Contra sueños patrios, sueños
MARUJA TORRES 23/08/2009
Existen dos clases de sueños. Los sueños del deseo y los sueños que nos sueñan mientras dormimos. “Yo tengo sueños oníricos”, puntualizó en cierta ocasión una folclórica muy graciosa e inofensiva. De las dos especialidades, la primera es la más peligrosa. Por ejemplo: una patria bien puede ser un sueño a alcanzar, y, para cumplirlo, cualquier cazurro desalmado se siente autorizado a matar, mientras otros cazurros de guante blanco condenan recatadamente los medios, pero comprenden, y hasta comparten, los fines.
“Soñad Grecias, que la vida es muy corta para mancharla de sangre” Están afortunadamente los sueños que nos sueñan, y que a veces nos dan patrias que no necesitamos defender, porque van y vienen y constituyen un regalo infinito, un territorio vago y múltiple en el que somos mejores y del que, al despertar, emergemos quizá con la tristeza de haber finalizado el viaje, pero indudablemente enriquecido nuestro avituallamiento para el día.
Somos lo que soñamos por la noche, porque si no lo soñáramos nosotros –y cada uno de nosotros es único–, ese sueño nocturno, ese trayecto inmenso, no se habría realizado.
Yo tengo un sueño único que transcurrió en el agua, en el mar. Me lancé en Mallorca y recorrí el Mediterráneo, pero no fui consciente de ello hasta que saqué la cabeza y vi Grecia. Mi cuerpo sentía la frescura del agua corriendo por mis venas como cuentas de cristal, el mar era yo y yo era el mar, y al asomar la cabeza vi montículos azulados, vi islas pequeñas e islas mayores, vi el acantilado violeta de Santorini, vi los palmerales cretenses. Todo eso lo vi y lo viví y lo llevo engarzado en mí como una de las más dulces patrias que me ha dado la vida, una patria para mí sola y, sin embargo, no exclusivista. Una patria generosa, íntima, por la que no mataría, pero sí podría dulcemente morir, o, para ser más exacta, en la que podría pensar para morir dulcemente.
Grecia me aguarda dentro de un mes para un viaje real, un viaje corto, de cinco días; más bien una estancia breve, cinco días con amistad en Cabo Sunio, entre pinos y puestas de sol a pie del templo dedicado a Poseidón, de sus gloriosas ruinas. Pues bien, en mi sueño yo nadé por delante de Ática, me deslicé entre delfines que saltaban, sentí el agua en mi cabeza, en mis pezones el mar Mediterráneo, el mar que entraba en mi cuerpo y salía por mis ojos, y que no era lágrimas.
La pequeña parada que, en una vida, son cinco días, se ensanchará y ahondará gracias a que la tierra griega la soñé desde el mar, cuando ya la conocía lo suficiente y tal vez porque la añoraba no como era, sino como quería que fuera, pero sin tocarla, sin matar por ella, sólo soñándola.
Azules y morados, peñas gigantescas, nombres de dioses, oráculos, el rosario negro que un antiguo amante me regaló hace un montón de años, los mismos que llevo sin visitar Grecia. Eso meteré en mi maleta, que voy haciendo poco a poco para que el placer de la anticipación me dure más, para que no se me derrita de un golpe seco al pasar cualquier control de documentos. Llevo en mi maleta el sabor pegajoso del ouzo y la irritación de estómago que me produce el vulgar pero entrañable retzina, la mala baba de los viejos sentados en los porches y el cuerpo curvado hacia delante de las campesinas cargadas como burros. No quiero ver la polución, aunque la atravesaré si es necesario como una ciega edípica para recuperar la visión en el nuevo museo de la Acrópolis, o para acercarme a una taberna en donde compartiré, y seré parte, de vinos y canciones.
Como ven, la patria de éste mi sueño –sin duda, ustedes también tienen las suyas– es hermosa y no hace daño a nadie. Nadie mata por ella, pues quien podría hacerlo, yo misma, se siente demasiado agradecida y ruega todas las noches que el sueño se repita.
Pero los que matan personas matan sueños de los que no matan a nadie, y los matan para alimentar su sueño asesino del deseo.
Soñad Grecias, que la vida es muy corta para mancharla de sangre.
21 ago 2009
Me gustan las historias,
Me gustan las historias, como algo que nos sucede según nos lo cuentan ,tiene esa dimensión de Eráse que se era......es muy bonita la historia de una piedra rebelde, quizás pueda ser un apunte para tus escritos Juan, es bonito ver e imaginar como tu padre lo hizo, la historía de un meteorito en Tenerife, me gusta recrearla una vez leída ,y como se implicaron en darle una realidad cuando el misterio es más atractivo.
Me gusta contar historias y no soy contadora de cuentos, que tb me gustan y en muchos textos de ustedes veo a auténticos contadores de ellos, veo princesas, magos, brujas, hadas, asesores, sabios, y como en todas las historias hay ogros, dragones, los que quieren ser visires en el lugar del visir, hay ranas y sapos, hormigas y cigarras, duendes y vendedores de historias que te cuentan las mil y una noches, hay bellas durmientes, manzanas envenenadas, enanitos, madrastras a las que su espejo se le estalla en miles de pedazos....."Ya no lo eres........ desde ahora lo es Blancanieves."......otras están muy entretenidas esperando su zapatito de cristal....y....es ....que en conclusión, todos sueñan lo que son ....aunque ninguno lo entiende....
Me gusta contar historias y no soy contadora de cuentos, que tb me gustan y en muchos textos de ustedes veo a auténticos contadores de ellos, veo princesas, magos, brujas, hadas, asesores, sabios, y como en todas las historias hay ogros, dragones, los que quieren ser visires en el lugar del visir, hay ranas y sapos, hormigas y cigarras, duendes y vendedores de historias que te cuentan las mil y una noches, hay bellas durmientes, manzanas envenenadas, enanitos, madrastras a las que su espejo se le estalla en miles de pedazos....."Ya no lo eres........ desde ahora lo es Blancanieves."......otras están muy entretenidas esperando su zapatito de cristal....y....es ....que en conclusión, todos sueñan lo que son ....aunque ninguno lo entiende....
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