Un día del verano
Estos días de calor intenso en Madrid me ha aliviado el sofoco en primer la quietud y en segundo lugar la lectura que me ha permitido esta quietud, Madame Bovary, de Flaubert, a la que he vuelto para hablar de ella mañana en Burgos. Es un calor sofocante; he escuchado que hoy será aún peor.
Pero hay que salir a la calle, afanarse otra vez bajo el sol, en las aceras horneadas, en los despachos refrigerados y en los cafés ruidosos.
Pensaba en esto, en la necesidad de seguir, cuando escuché en la radio esta frase de Luis Bárcenas: "Pongo la mano en la Biblia por la financiación del PP".
Es una novedad en las jaculatorias; escuché muchas veces la expresión "Pongo la mano en el fuego". Son dos modos de expresar la fe en lo que uno ha hecho, o en lo que hacen los otros para nosotros. Rajoy dice "Pongo la mano en el fuego por Bárcenas [o por Camps, o por Costa] ", y Bárcenas dice "Pongo la mano en la Biblia por la financiación del PP". ¿La financiación? ¿Había un problema con la financiación?
Pero yo no quería hablar de esto. Yo quería hablar de un recuerdo del verano; hace unos años, en las islas Cíes; aquellas playas prehistóricas, aquella arena blanca e impoluta, y el agua fresca mojando el cuerpo como una caricia. Eso recordaba esta mañana, cuando se interpuso la frase de Bárcenas entre mi memoria y las teclas del ordenador.
Recordé también que al volver, en lancha, de aquella playa tan hermosa, estuvimos escuchando a Luz Casal cantando una de las más hermosas poesías de Rosalía de Castro, Negra sombra, una de las grandes canciones de Luz y una de las que más me emociona, volviendo de una playa, en una playa o en los sueños en los que aparece una playa como la de Cies. Negra sombra.
Ahora tenemos en la calle la sombra del fuego, y no hay una playa cerca para caminar por ella al tiempo que la brisa nos sopla como nos acariciaría una mano fresca.
22 jul 2009
21 jul 2009
Muere Walter Cronkite, el 'anchorman' que anunció la muerte de Kennedy y la llegada del hombre a la Luna
Adiós al periodista "más fiable"
Muere Walter Cronkite, el 'anchorman' que anunció la muerte de Kennedy y la llegada del hombre a la Luna
18.07.09 EFE El periodista Walter Cronkite.
Más información en www.telemania.es
Los medios de comunicación estadounidenses están de luto tras la muerte el pasado viernes del periodista de televisión Walter Cronkite, que marcó una época con sus crónicas y de quien todos coinciden que será "irrepetible".
Según informaron sus allegados, el anchorman será enterrado en Kansas City, donde ya descansan los restos de su esposa, Betsy, tras un funeral el próximo jueves en Nueva York, donde residía.
Las distintas cadenas de televisión se han apresurado a emitir programas y homenajes especiales a este periodista que anunció al mundo la muerte del presidente de EEUU, John Kennedy, la llegada del hombre a la Luna, y la imposibilidad de una victoria estadounidense en Vietnam.
Su fallecimiento a los 92 años ya hizo que los informativos vespertinos dedicaran la mayor parte de su contenido a informar de la muerte del hombre "más fiable de EEUU", como se le llegó a conocer.
Desde entonces no han dejado de lloverle los tributos, con el presidente estadounidense, Barack Obama, a la cabeza.
Si Obama, apenas una hora después de conocerse la noticia, recordó que el periodista "fue alguien en quien podíamos confiar para que nos guiara a través de los temas más importantes del día, la voz de la certeza en un mundo incierto", la NASA recordaba su cobertura de la llegada del hombre a la Luna.
"Desde los primeros días del programa espacial, Walter llevó la excitación, el drama y los logros de los vuelos espaciales directamente a nuestros hogares", explicó el administrador de la agencia, Charles Bolden.
Sus colegas y sucesores hablan por su parte de un maestro de reporteros, alguien a emular pero inimitable.
No era sólo su característico mostacho, su voz tranquila o la muletilla "and that's the way it is" ("y así es") con la que terminaba sus boletines.
Era también otra época, una en la que apenas existían tres cadenas de televisión en EEUU -en muchos otros países había que considerarse afortunado si había una, o como mucho dos-, el concepto de internet era pura ciencia ficción, y el acceso a la información era mucho más limitado.
Como recuerda el crítico de periodismo Howard Kurtz en The Washington Post, fue "una era en la que un presentador podía presumir -sin contradicciones de los bloggers, las redes sociales u otros críticos implacables- de que lo que acababa de contar era efectivamente el retrato exacto de la realidad".
Era también una época en la que una sola cadena de televisión contaba con tanta audiencia ella sola (veinte millones de personas para la CBS en los tiempos de Cronkite) como hoy el total de los programas de noticias en las emisoras en abierto.
O, como explica Alessandra Stanley en The New York Times, "cuando Cronkite era el número uno, las noticias del telediario nocturno importaban. Ahora los universitarios obtienen su información de los blogs y Comedy Central (una cadena dedicada a los programas cómicos), no CBS. Las familias no se reúnen a cenar delante del telediario".
No cabe duda, pese a todo, de que Cronkite marcó una época.
Este periodista formado en una agencia de noticias, UPI, donde aprendió el valor de la rapidez y la concisión, informó al país de la muerte de Kennedy en 1963 tras sofocar un sollozo.
Su manera de presentar las noticias, llana, como si mantuviera una conversación con el público, quebró moldes cuando los presentadores de entonces se limitaban a leer un guión rígidamente.
"Oh Boy!" -una exclamación de asombro que podría traducirse libremente como "¡hala!"- fueron las primeras palabras con las que transmitió al mundo la llegada del hombre a la Luna el 20 de julio de 1969.
Una visita a Vietnam le llevó a concluir que EEUU no podía ganar esa guerra. Pocos días después, el presidente Lyndon B Johnson anunciaba que no concurriría a la reelección.
"Si he perdido a Cronkite, he perdido al estadounidense medio", comentó entonces.
Las crónicas de Cronkite se hicieron aún más imprescindibles durante los años setenta, en pleno escándalo Watergate, para tratar de entender la complejidad de esa trama que acabó con el presidente Nixon.
El periodista se vio obligado a jubilarse muy a su pesar a los 65 años, en 1982.
Continuó siguiendo las noticias asiduamente y criticó con dureza los recortes en las redacciones de los informativos.
La muerte le llegó a raíz de una enfermedad degenerativa cardiovascular que se le había diagnosticado hace algunos años, indicó CBS al anunciar la muerte de un gigante del periodismo.
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