Un día del verano
Estos días de calor intenso en Madrid me ha aliviado el sofoco en primer la quietud y en segundo lugar la lectura que me ha permitido esta quietud, Madame Bovary, de Flaubert, a la que he vuelto para hablar de ella mañana en Burgos. Es un calor sofocante; he escuchado que hoy será aún peor.
Pero hay que salir a la calle, afanarse otra vez bajo el sol, en las aceras horneadas, en los despachos refrigerados y en los cafés ruidosos.
Pensaba en esto, en la necesidad de seguir, cuando escuché en la radio esta frase de Luis Bárcenas: "Pongo la mano en la Biblia por la financiación del PP".
Es una novedad en las jaculatorias; escuché muchas veces la expresión "Pongo la mano en el fuego". Son dos modos de expresar la fe en lo que uno ha hecho, o en lo que hacen los otros para nosotros. Rajoy dice "Pongo la mano en el fuego por Bárcenas [o por Camps, o por Costa] ", y Bárcenas dice "Pongo la mano en la Biblia por la financiación del PP". ¿La financiación? ¿Había un problema con la financiación?
Pero yo no quería hablar de esto. Yo quería hablar de un recuerdo del verano; hace unos años, en las islas Cíes; aquellas playas prehistóricas, aquella arena blanca e impoluta, y el agua fresca mojando el cuerpo como una caricia. Eso recordaba esta mañana, cuando se interpuso la frase de Bárcenas entre mi memoria y las teclas del ordenador.
Recordé también que al volver, en lancha, de aquella playa tan hermosa, estuvimos escuchando a Luz Casal cantando una de las más hermosas poesías de Rosalía de Castro, Negra sombra, una de las grandes canciones de Luz y una de las que más me emociona, volviendo de una playa, en una playa o en los sueños en los que aparece una playa como la de Cies. Negra sombra.
Ahora tenemos en la calle la sombra del fuego, y no hay una playa cerca para caminar por ella al tiempo que la brisa nos sopla como nos acariciaría una mano fresca.
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