LA INVESTIGACION CRIMINAL: LA PSICOLOGIA APLICADA A LA CAPTURA DE LOS CRIMINALES
de GARRIDO, VICENTE y SOBRAL, JORGE
NABLA EDICIONES 2008
Los investigadores del crimen del siglo XXI disponen de una nueva arma: la psicología de la investigación criminal, rama de la Psicología al servicio de la Criminología Forense.
En esta obra los profesores y reconocidos especialistas Vicente Garrido y Jorge Sobral presentan por vez primera en lengua castellana todo un tratado de cómo aplicarla a la identificación, captura y condena de los criminales. Los autores nos permiten asistir en primera fila a los acontecimientos principales de todo este proceso: el extraordinario detalle con el que se presenta la técnica del perfil criminológico, el retrato robot del autor desconocido de un asesinato, el escenario del crimen, el interrogatorio de los sospechosos, las declaraciones de víctimas y testigos... hasta las decisiones de los jurados, la elaboración de las sentencias por los jueces, etc.
Con un estilo directo, cercano y a la vez riguroso, con constantes ejemplos de crímenes clásicos y recientes, con estudios de casos, análisis de aciertos y errores,... nos invitan a participar en el esclarecimiento de los hechos.
La investigación criminal es un libro pionero y único, llamado a convertirse en una lectura obligada para todo lector de ficción y no ficción interesado en adentrarse –y estremecerse- en el fascinante mundo de la investigación criminal.
Indispensable para estudiantes y profesionales de los medios de comunicación, cuerpos y fuerzas de seguridad, derecho, criminología, psicología, y operadores (abogados, fiscales, jueces) de la justicia.
12 jul 2009
11 jul 2009
PATENTE DE CORSO Esa Gentuza
PATENTE DE CORSO
Esa gentuza
ARTURO PÉREZ-REVERTE | XLSemanal | 5 de Julio de 2009
Paso a menudo por la carrera de San Jerónimo, caminando por la acera opuesta a las Cortes, y a veces coincido con la salida de los diputados del Congreso. Hay coches oficiales con sus conductores y escoltas, periodistas dando los últimos canutazos junto a la verja, y un tropel de individuos de ambos sexos, encorbatados ellos y peripuestas ellas, saliendo del recinto con los aires que pueden ustedes imaginar. No identifico a casi ninguno, y apenas veo los telediarios; pero al pájaro se le conoce por la cagada. Van pavoneándose graves, importantes, seguros de su papel en los destinos de España, camino del coche o del restaurante donde seguirán trazando líneas maestras de la política nacional y periférica. No pocos salen arrogantes y sobrados como estrellas de la tele, con trajes a medida, zapatos caros y maneras afectadas de nuevos ricos. Oportunistas advenedizos que cada mañana se miran al espejo para comprobar que están despiertos y celebrar su buena suerte. Diputados, nada menos. Sin tener, algunos, el bachillerato. Ni haber trabajado en su vida. Desconociendo lo que es madrugar para fichar a las nueve de la mañana, o buscar curro fuera de la protección del partido político al que se afiliaron sabiamente desde jovencitos. Sin miedo a la cola del paro. Sin escrúpulos y sin vergüenza. Y en cada ocasión, cuando me cruzo con ese desfile insultante, con ese espectáculo de prepotencia absurda, experimento un intenso desagrado; un malestar íntimo, hecho de indignación y desprecio. No es un acto reflexivo, como digo. Sólo visceral. Desprovisto de razón. Un estallido de cólera interior. Las ganas de acercarme a cualquiera de ellos y ciscarme en su puta madre.
Sé que esto es excesivo. Que siempre hay justos en Sodoma. Gente honrada. Políticos decentes cuya existencia es necesaria. No digo que no. Pero hablo hoy de sentimientos, no de razones. De impulsos. Yo no elijo cómo me siento. Cómo me salta el automático. Algo debe de ocurrir, sin embargo, cuando a un ciudadano de 57 años y en uso correcto de sus facultades mentales, con la vida resuelta, cultura adecuada, inteligencia media y conocimiento amplio y razonable del mundo, se le sube la pólvora al campanario mientras asiste al desfile de los diputados españoles saliendo de las Cortes. Cuando la náusea y la cólera son tan intensas. Eso me preocupa, por supuesto. Sigo caminando carrera de San Jerónimo abajo, y me pregunto qué está pasando. Hasta qué punto los años, la vida que llevé en otro tiempo, los libros que he leído, el panorama actual, me hacen ver las cosas de modo tan siniestro. Tan agresivo y pesimista. Por qué creo ver sólo gentuza cuando los miro, pese a saber que entre ellos hay gente perfectamente honorable. Por qué, de admirar y respetar a quienes ocuparon esos mismos escaños hace veinte o treinta años, he pasado a despreciar de este modo a sus mediocres reyezuelos sucesores. Por qué unas cuantas docenas de analfabetos irresponsables y pagados de sí mismos, sin distinción de partido ni ideología, pueden amargarme en un instante, de este modo, la tarde, el día, el país y la vida.
Quizá porque los conozco, concluyo. No uno por uno, claro, sino a la tropa. La casta general. Los he visto durante años, aquí y afuera. Estuve en los bosques de cruces de madera, en los callejones sin salida a donde llevan sus irresponsabilidades, sus corruptelas, sus ambiciones. Su incultura atroz y su falta de escrúpulos. Conozco las consecuencias. Y sé cómo lo hacen ahora, adaptándose a su tiempo y su momento. Lo sabe cualquiera que se fije. Que lea y mire. Algún día, si tengo la cabeza lo bastante fría, les detallaré a ustedes cómo se lo montan. Cómo y dónde comen y a costa de quién. Cómo se reparten las dietas, los privilegios y los coches oficiales. Cómo organizan entre ellos, en comisiones y visitas institucionales que a nadie importan una mierda, descarados e inútiles viajes turísticos que pagan los contribuyentes. Cómo se han trajinado –ahí no hay discrepancias ideológicas– el privilegio de cobrar la máxima pensión pública de jubilación tras sólo 7 años en el escaño, frente a los 35 de trabajo honrado que necesita un ciudadano común. Cómo quienes llegan a ministros tendrán, al jubilarse, sólidas pensiones compatibles con cualquier trabajo público o privado, pensiones vitalicias cuando lleguen a la edad de jubilación forzosa, e indemnizaciones mensuales del 100% de su salario al cesar en el cargo, cobradas completas y sin hacer cola en ventanillas, desde el primer día.
De cualquier modo, por hoy es suficiente. Y se acaba la página. Tenía ganas de echar la pota, eso es todo. De desahogarme dándole a la tecla, y es lo que he hecho. Otro día seré más coherente. Más razonable y objetivo. Quizás. Ahora, por lo menos, mientras camino por la carrera de San Jerónimo, algunos sabrán lo que tengo en la cabeza cuando me cruzo con ellos.
Esa gentuza
ARTURO PÉREZ-REVERTE | XLSemanal | 5 de Julio de 2009
Paso a menudo por la carrera de San Jerónimo, caminando por la acera opuesta a las Cortes, y a veces coincido con la salida de los diputados del Congreso. Hay coches oficiales con sus conductores y escoltas, periodistas dando los últimos canutazos junto a la verja, y un tropel de individuos de ambos sexos, encorbatados ellos y peripuestas ellas, saliendo del recinto con los aires que pueden ustedes imaginar. No identifico a casi ninguno, y apenas veo los telediarios; pero al pájaro se le conoce por la cagada. Van pavoneándose graves, importantes, seguros de su papel en los destinos de España, camino del coche o del restaurante donde seguirán trazando líneas maestras de la política nacional y periférica. No pocos salen arrogantes y sobrados como estrellas de la tele, con trajes a medida, zapatos caros y maneras afectadas de nuevos ricos. Oportunistas advenedizos que cada mañana se miran al espejo para comprobar que están despiertos y celebrar su buena suerte. Diputados, nada menos. Sin tener, algunos, el bachillerato. Ni haber trabajado en su vida. Desconociendo lo que es madrugar para fichar a las nueve de la mañana, o buscar curro fuera de la protección del partido político al que se afiliaron sabiamente desde jovencitos. Sin miedo a la cola del paro. Sin escrúpulos y sin vergüenza. Y en cada ocasión, cuando me cruzo con ese desfile insultante, con ese espectáculo de prepotencia absurda, experimento un intenso desagrado; un malestar íntimo, hecho de indignación y desprecio. No es un acto reflexivo, como digo. Sólo visceral. Desprovisto de razón. Un estallido de cólera interior. Las ganas de acercarme a cualquiera de ellos y ciscarme en su puta madre.
Sé que esto es excesivo. Que siempre hay justos en Sodoma. Gente honrada. Políticos decentes cuya existencia es necesaria. No digo que no. Pero hablo hoy de sentimientos, no de razones. De impulsos. Yo no elijo cómo me siento. Cómo me salta el automático. Algo debe de ocurrir, sin embargo, cuando a un ciudadano de 57 años y en uso correcto de sus facultades mentales, con la vida resuelta, cultura adecuada, inteligencia media y conocimiento amplio y razonable del mundo, se le sube la pólvora al campanario mientras asiste al desfile de los diputados españoles saliendo de las Cortes. Cuando la náusea y la cólera son tan intensas. Eso me preocupa, por supuesto. Sigo caminando carrera de San Jerónimo abajo, y me pregunto qué está pasando. Hasta qué punto los años, la vida que llevé en otro tiempo, los libros que he leído, el panorama actual, me hacen ver las cosas de modo tan siniestro. Tan agresivo y pesimista. Por qué creo ver sólo gentuza cuando los miro, pese a saber que entre ellos hay gente perfectamente honorable. Por qué, de admirar y respetar a quienes ocuparon esos mismos escaños hace veinte o treinta años, he pasado a despreciar de este modo a sus mediocres reyezuelos sucesores. Por qué unas cuantas docenas de analfabetos irresponsables y pagados de sí mismos, sin distinción de partido ni ideología, pueden amargarme en un instante, de este modo, la tarde, el día, el país y la vida.
Quizá porque los conozco, concluyo. No uno por uno, claro, sino a la tropa. La casta general. Los he visto durante años, aquí y afuera. Estuve en los bosques de cruces de madera, en los callejones sin salida a donde llevan sus irresponsabilidades, sus corruptelas, sus ambiciones. Su incultura atroz y su falta de escrúpulos. Conozco las consecuencias. Y sé cómo lo hacen ahora, adaptándose a su tiempo y su momento. Lo sabe cualquiera que se fije. Que lea y mire. Algún día, si tengo la cabeza lo bastante fría, les detallaré a ustedes cómo se lo montan. Cómo y dónde comen y a costa de quién. Cómo se reparten las dietas, los privilegios y los coches oficiales. Cómo organizan entre ellos, en comisiones y visitas institucionales que a nadie importan una mierda, descarados e inútiles viajes turísticos que pagan los contribuyentes. Cómo se han trajinado –ahí no hay discrepancias ideológicas– el privilegio de cobrar la máxima pensión pública de jubilación tras sólo 7 años en el escaño, frente a los 35 de trabajo honrado que necesita un ciudadano común. Cómo quienes llegan a ministros tendrán, al jubilarse, sólidas pensiones compatibles con cualquier trabajo público o privado, pensiones vitalicias cuando lleguen a la edad de jubilación forzosa, e indemnizaciones mensuales del 100% de su salario al cesar en el cargo, cobradas completas y sin hacer cola en ventanillas, desde el primer día.
De cualquier modo, por hoy es suficiente. Y se acaba la página. Tenía ganas de echar la pota, eso es todo. De desahogarme dándole a la tecla, y es lo que he hecho. Otro día seré más coherente. Más razonable y objetivo. Quizás. Ahora, por lo menos, mientras camino por la carrera de San Jerónimo, algunos sabrán lo que tengo en la cabeza cuando me cruzo con ellos.
10 jul 2009
Tapando, que es Gerundio
Jopé, ahora en los lugares de playa en las avenidas no se puede andar en bañador en una terraza...!Ala pues estamos bien, hablan de "recato" que palabreja mas rancia, si hay vestidos para salir que son como bañadores....., no digamos el "top" que dicen que van hacer un referendum para saber si se puede tomar el sol asi o no, tomar café no claro...cmo me está oliendo est a un tufillo carca, que se repartan patrones de bañadores o de que manera podemos "las mujeres" nadie ha hablado de bañadores de hombres ni del top pq ellos van solo en bañador, todo de nuevo a la mujer, jo que cosas y no sé pq recuerdo la escena que reviví hace unos dias , la escena de Anita Ekberg con Marcello en la fontana de trevi de noche,,,,,,,,,,lo que dirían en aquella época a esta actriz como fue Gilda y su guante....
La Fatalidad, el destino.....lo que sea ....el caso es que un chico que corria en los San Fermines ha muerto
Los San Fermines para mi es algo que se me escapa y que no entiendo.
Siempre veo lugares en los que tengo claro que si me pierdo no me busquen ahí, y uno de ellos es "los San fermines," y menos corriendo delante de un toro...o detras..es igual y más cuando vi como era La calle por la que corren, La Stafeta.
Un muchacho perdió la vida en un absurdo ritual que a él parece le gustaba mucho, ahora la gente llora deja los pañuelos rojos en un lugar atados.
El toro asesino.....???¿¿¿ asesino??? lo ha matado un torero ,pq hay espectáculo para todo.
No le veo la alegria de San Fermin, corren la mayoría llenos de alcohol y fiesta sin reflejos y juegan a los toros sin saber que los toros matan.
Los jóvenes buscan la muerte en las motos, en ala delta, en piragüismo o en una triste carrera en coches....pero bueno cada uno la busca donde quiera pq es que no saben que la muerte los espera donde solo "ella" sabe.
El toro lo llaman ahora asesino, se llamaba "capuchino", y la gente le abuchea , a un toro que no sabe pq un dia tiene que correr y "jugar" con alegres muchachos que se juegan la vida.
A mi es que ,todo eso, reconozco que me aburre muchisimo, y no entiendo como la gente se lo pasa bien en esos lugares pero no voy a cuestioar eso, allá cada uno con lo que le hace feliz. Digamos que quien va a esos lugares sabe a lo que se expone, igual no, igual piensa que va a ir al dia siguiente. Este año San Fermin estaría de vacaiones a esa hora y este dia. Luego creo que cuando terminan estas fiestas cantan algo parecido a "pobre de mi"......en fin el toro lo mataron esta tarde en una plaza de toros con abucheos, no creo que distinga nada, y ese pobre chico murió en Pamplona.....así es la vida y así es la muerte.
Siempre veo lugares en los que tengo claro que si me pierdo no me busquen ahí, y uno de ellos es "los San fermines," y menos corriendo delante de un toro...o detras..es igual y más cuando vi como era La calle por la que corren, La Stafeta.
Un muchacho perdió la vida en un absurdo ritual que a él parece le gustaba mucho, ahora la gente llora deja los pañuelos rojos en un lugar atados.
El toro asesino.....???¿¿¿ asesino??? lo ha matado un torero ,pq hay espectáculo para todo.
No le veo la alegria de San Fermin, corren la mayoría llenos de alcohol y fiesta sin reflejos y juegan a los toros sin saber que los toros matan.
Los jóvenes buscan la muerte en las motos, en ala delta, en piragüismo o en una triste carrera en coches....pero bueno cada uno la busca donde quiera pq es que no saben que la muerte los espera donde solo "ella" sabe.
El toro lo llaman ahora asesino, se llamaba "capuchino", y la gente le abuchea , a un toro que no sabe pq un dia tiene que correr y "jugar" con alegres muchachos que se juegan la vida.
A mi es que ,todo eso, reconozco que me aburre muchisimo, y no entiendo como la gente se lo pasa bien en esos lugares pero no voy a cuestioar eso, allá cada uno con lo que le hace feliz. Digamos que quien va a esos lugares sabe a lo que se expone, igual no, igual piensa que va a ir al dia siguiente. Este año San Fermin estaría de vacaiones a esa hora y este dia. Luego creo que cuando terminan estas fiestas cantan algo parecido a "pobre de mi"......en fin el toro lo mataron esta tarde en una plaza de toros con abucheos, no creo que distinga nada, y ese pobre chico murió en Pamplona.....así es la vida y así es la muerte.
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