Tengo delante mía un correo en blanco
para escribirte, querida, a ti,
como si la bandeja de salida de la vida
y del idioma qe siempre la sustenta
tuviera allí su casa y su cálida ortografía.
Te escribiré que tengo el corazón
cansado de reflejarse en el recuerdo
-existen tantas cosas que nunca he escrito
y que jamás he podido decir abiertamente-
y de escuchar las caracolas del mar.
No, esto no es ningún descargo
escrito en dudosos pliegos.
Es un simple paseo
por los versos perdidos
escritos en algún atardecer,
intentando derrotar alguna tempestad,
procurando derramar algo de sol sobre tu piel,
o simplemente mojándome
en las fronteras de tus espumas
mis cansados y doloridos pies.
Te escribo, y me creo en el cielo
riéndome de mi mismo,
sabiendo que lo escrito
a veces permanece
guardado en la distancia
irónica de la melancolía
sin desaparecer.