La fiscalía sueca anuncia este miércoles los últimos avances en la investigación de un magnicidio que sacudió Europa hace 34 años.
Rosas
en la placa del lugar donde fue asesinado Olof Palme, en 2011. En
vídeo, Suecia espera aclarar el asesinato del primer ministro en 1986. BOB STRONG / REUTERS
Suecia está a punto de resolver un magnicidio que conmovió a
Europa hace tres décadas y de cuya onda expansiva nunca se ha
recuperado totalmente el país nórdico: el asesinato del primer ministro Olof Palme.
Después de 34 años de investigaciones fallidas, cientos de miles de
folios de sumario, decenas de sospechosos, un arma homicida desaparecida
y ningún encarcelado, el fiscal Krister Petersson ha anunciado que este
miércoles a las 9.30 de la mañana ofrecerá públicamente ―a través de
una rueda de prensa virtual debido a la prohibición de aglomeraciones de
más de 50 personas a causa del coronavirus― nuevos datos que arrojan
luz sobre el asesinato del líder socialdemócrata, que aún representa uno
de los mayores misterios de la historia reciente del Viejo Continente y
que sacudió a la socialdemocracia europea.
El
enigma alrededor de la muerte de Palme, considerado un símbolo del
estado de bienestar, aquella fría noche del 28 de febrero de 1986 ―murió
de hecho durante la madrugada del 1 de marzo― a la salida del cine en
el centro de Estocolmo, la capital del país, nunca se ha despejado.
Y
ahora, a pocas horas de que se hagan públicos importantes detalles de la
investigación, archivada primero y reabierta en 2016, el ruido es cada
vez mayor.
“Durante 34 años la pregunta ‘¿Quién mató a Olof Palme?' y
'¿Por qué?’ ha invadido a la gente en Suecia.
Sea cual sea la respuesta
mañana veremos cómo muchos suecos sienten un gran alivio”, señala por
correo electrónico Ulf Bjereld, reputado politólogo en la Universidad de
Gotemburgo y simpatizante del partido Socialdemócrata, la formación de
Olof Palme.
Algunos medios locales como el diario Aftonbladet
han llegado a asegurar que el Gobierno del también socialdemócrata
Stefan Löfven ha sido ya informado de que lo que mañana miércoles va a
mostrar al mundo entero el fiscal Petersson es el arma con el que Palme
fue doblemente tiroteado, a quemarropa, por la espalda: un revólver
Magnum .357 Smith&Wesson que nunca fue encontrado. Cuando el fiscal
anunció en febrero que había obtenido nuevas pistas que le iban a
permitir resolver el caso Palme, muchos expertos pensaron
entonces que solo el hallazgo de una nueva prueba, que hasta ahora había
escapado a los investigadores, le permitiría realizar una afirmación
tan contundente.
Varios medios apuntaron entonces a que se trataba del
arma del crimen, pero hasta el momento no se ha filtrado ningún detalle
de la investigación.
El Aftonbladet cita un tuit de Daniel Suhohen,
tertuliano político cercano a los socialdemócratas, en el que sostiene
que una fuente anónima le asegura que el Palme Group (el grupo policial
designado tras el suceso para resolver el caso) ha encontrado el
revolver.
Ningún otro medio local se ha hecho eco del supuesto hallazgo.
Suhohen añade, además, que otra fuente ―también anónima― le ha
asegurado que las autoridades van a revelar el nombre del asesino y
apunta al servicio secreto sudafricano.
“Tengo una fuente de que el
Palme Group tiene el arma. Otra fuente dice que es Sudáfrica. Confío en
estas dos personas. Será emocionante ver el miércoles lo que Krister
Petersson va presentar”, ha dicho en su cuenta de Twitter.
La
teoría sudafricana ha sido siempre una vía abierta en la investigación
del asesinato de Palme cuando salía del Grand Cinema y volvía caminando a
casa ―y sin guardaespaldas― con su esposa Lisbet.
El que fuera primer
ministro de Suecia entre 1969 y 1976 primero, y 1982 y 1986 después, era
un grandísimo defensor de los derechos humanos y se había opuesto
fervientemente al régimen del apartheid sufrido por la mayoría negra en Sudáfrica.
Una semana antes de su muerte, pidió públicamente la abolición del sistema de apartheid
y mostró su apoyo al Congreso Nacional Africano.
“Apoyaba a los países
del tercer mundo y su derecho a la independencia”, recuerda Bjereld.
El diario británico The Guardian publicaba este lunes
una investigación en la que aseguraba, citando fuentes anónimas, que
los servicios secretos suecos se habían reunido con sus homólogos
sudafricanos el pasado 18 de marzo en Pretoria; y que estos le
entregaron un dosier a los escandinavos.
Se desconoce su contenido, pero
podría tratarse de nuevas evidencias que inculpan de la muerte de Palme
a los espías sudafricanos de aquella época, o simplemente podría ser
más información de lo ya recabado durante más de 30 años.
Pero
también hay quién dice que las autoridades podrían mañana dar carpetazo
al caso responsabilizando de la muerte de una vez por todas a Stig
Engström, conocido como el hombre de Skandia (nombre de la
empresa en la que trabajaba).
Engström había mostrado su rechazo el
discurso político de Palme días antes de su asesinato y la investigación
sostiene que tuvo acceso a un revólver del mismo tipo y modelo con el
que Palme fue tiroteado.
Murió, sin embargo, hace 20 años. Engström ya
fue señalado en el pasado como sospechoso, aunque nunca llegó a ser
procesado.
Suhohen y algunos medios suecos han avivado
estos días el debate previo a una comparecencia oficial que podría poner
fin a 34 años de una investigación llena de descuidos y torpezas.
Por
ejemplo, no se acordonó con suficiente rapidez la escena del crimen; una
de las dos balas fue hallada por una persona ajena a la investigación.
Pero la realidad es que impera la incertidumbre.
Muchos analistas, como el columnista del Aftonbladet
Oisin Cantwell, sostienen que lo más lógico es que el anuncio tenga algo
de sustancia.
Apunta, en este sentido, a que las autoridades podrían
mostrar el arma del delito y descarta, por otro lado, nuevas
inculpaciones pues Cantwell sostiene que en ese caso ya habría habido
detenciones, algo de lo que no tiene constancia.
Hasta ahora, y pese a
las innumerables pistas y 130 inculpados, solo una persona, un vagabundo
sin mucho que perder, ha pasado brevemente por prisión.
Fue reconocido
por la esposa de Palme, pero poco después de su entrada en la cárcel,
fue liberado por falta de pruebas.
Lo que está claro es
que el magnicidio de Palme, un hombre incómodo para muchos ―también fue
crítico con la intervención estadounidense en la guerra de Vietnam y con
la dictadura franquista―, puede cerrar una herida que ha envenenado la
sociedad sueca durante más de 30 años.
El magnicidio de un político
carismático, tan popular como controvertido, tan respetado como
detestado, supuso un trauma colectivo en Suecia porque la violencia
política parecía algo totalmente ajeno a este país, cuna del estado de
bienestar, donde un primer ministro podía ir en metro al cine un viernes
por la noche sin escolta.
La incapacidad de la policía sueca para
resolverlo, la multiplicación de las hipótesis y de las teorías de la
conspiración, han mantenido abierto un caso, que incluso llegó a
investigar a fondo antes de su muerte el célebre novelista y periodista Stieg Larsson.
Quedan horas para que el fiscal aclare quién cometió el asesinato,
añada una vía más a la investigación, o cierre el caso sin más.
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