Ochenta y cinco años cumple este martes, 13 de febrero, quien fuera a mitad de los años 50 y los 60 una "sex symbol", llamada Kim Novak. La inolvidable estrella de Vértigo,
su mítica película dirigida por Alfred Hitchcock, que las prefería
rubias aunque a ella le cambió sus cabellos, tornándolos pelirrojos.
Esa aureola de mujer devoradora de hombres no tenía nada que ver con su verdadero carácter cuando empezó en el cine.
Era una muchacha más bien tímida, hija de un matrimonio de ascendencia checa, que creció en el modesto hogar de un suburbio de Chicago.
Ayudó a sus padres trabajando en diversos oficios: fue ascensorista, ayudante de un dentista, vendedora en unos almacenes, hasta que por su belleza de aire un tanto enigmático fue elegida para una campaña publicitaria de una marca de frigoríficos. Convertida ocasionalmente en modelo pensó, como tantas otras veinteañeras de su tiempo, que podía aspirar a ser actriz cinematográfica, aunque apenas recibió estudios para ello.
En Los Ángeles, un cazatalentos se fijó en ella y el todopoderoso jefe de la Columbia, Harry Cohn se convirtió en una especie de Pygmalion suyo, adiestrándola para sus primeros pasos en los estudios cinematográficos, y sucesivamente indicándole cómo debía comportarse en sociedad, la manera de hablar, de comer, de vestirse según qué momento…
No está documentado que estuviese enamorado de ella y mantuviera relaciones, pero no nos cabe la menor duda de que la protegió al máximo mientras duró su contrato.
Hizo cola como "extra" en un filme de Jane Russell.
Se inició como protagonista en 1955 al lado de William Holden en Pic Nic.
El verdadero lanzamiento de Kim Novak sucedió a partir de Pal Joey y El hombre del brazo de oro, donde tuvo como compañero, encabezando naturalmente el reparto, nada menos que a Frank Sinatra.
Cómo no, la Voz no tardó en encamarse con ella, aunque siempre teniendo en cuenta que no iba a ser nada serio en su abultada relación sentimental.
La compartió en tanto también salía con Lauren Bacall, a la que muchos no perdonaron en Hollywood que tuviera apasionadas relaciones sexuales cuando aún vivía su esposo, gravemente enfermo, Humphrey Bogart (que encima era muy buen amigo de Frankie).
Concluido su romance con Sinatra, que al menos le deparó una gran notoriedad en las revistas, se enrolló con un miembro del "clan" de éste, Sammy Davis Jr. Al enterarse el antes mentado Harry Cohn se despachó a gusto, separadamente con la pareja, increpándoles que habían desatado una buena campaña en la bien pensante sociedad norteamericana de carácter interracial, entre un negro y una blanca.
Puede que los celos le jugaran aquella pasada al mandamás de los estudios Columbia. Pero hicieron su efecto.
La filmografía de Kim Novak, que no es muy extensa pese a que su nombre figura en la memoria de muchos cinéfilos, incluye otros memorables títulos, como el que mencionábamos al principio, Vértigo y Me enamoré de una bruja, ambos junto a James Stewart. Dieron buen rendimiento en taquilla y el primero de ellos se recuerda como uno de los más notables en el género de intriga.
Kim Novak tuvo después otros idilios, como el protagonizado con el director cinematográfico Richard Quine y Ramfis Trujillo, uno de los hijos del dictador de la República Dominicana, reconocido "play-boy" de aquellos años.
En la década de los 60 Kim Novak ya no era, desde luego, la inocentona provinciana de Chicago. Más bien arrastraba una fama de libertina.
Así al menos me refirió José Luis de Vilallonga cuando en su etapa de galán secundario de la pantalla convivió en Hollywood con las más deslumbrantes estrellas.
Kim Novak lo invitó a su casa en una de las frecuentes fiestas que ella organizaba y se encontró al llegar que, salvo la anfitriona, los reunidos eran todos hombres, once en total en aquella ocasión. Gente de cine, guaperas, que se lo pasaban muy bien, comiendo y bebiendo gratis, esperando el momento cumbre de la noche: cuando discretamente, Kim Novak elegía a uno de aquellos caballeros, al azar pero presuponiendo que elegía bien al que esa velada iba a pasar a su lado en el lecho.
Nuestro compatriota, que había contemplado la escena, fue informado por un asiduo a aquellas francachelas de la Novak: debía acudir, si era invitado de nuevo, varias veces, hasta que se fijara en él para ese singular ayuntamiento.
Renunció el escritor-actor catalán a esa especie de rifa sexual, aun comprendiendo con el paso de su prolongada estancia en Los Ángeles que ese tipo de orgías, no siendo ordinarias, ocurrían en muchas otras residencias de famosos del cine, donde la cocaína se tomaba como si fuera un inocente pasatiempo.
Finalizado el decenio de los 60 el nombre de Kim Novak iba perdiendo fuerza en la bolsa de valores hollywoodenses.
Su aspecto de mujer fría y calculadora y llena de "glamour" se diluía con el transcurso del tiempo.
No obstante aún tuvo tiempo de aparecer, aunque ya no con la condición de estrella absoluta, en Just a gigoló, que protagonizaron una ya caduca Marlene Dietrich, pero orlada de leyenda, y el ídolo del nuevo pop británico David Bowie.
Eso sucedía en 1989, y al año siguiente Kim Novak entraba en el amplio reparto de grandes figuras de la pantalla, algunas ya algo apagadas, de El espejo roto.
Puede que entonces ya fuera consciente de su decadencia, pero aun resistió unos años con trabajos televisivos: la pequeña pantalla viene a ser para aquellas glorias del pasado como una especie de antesala del cementerio del olvido.
El más recordado para sus admiradores fue el que realizó en la sexta temporada de Falcon Crest. Luego, ya en 1991 se despediría del mundo artístico con este título: Pasiones prohibidas.
Triste fue cuando en 2014 fue reclamada para entregar un premio en la gala de los Óscar.
Las comadres del chisme se cebaron con ella, llamándola vieja.
Y en su cuenta de Twitter Donald Trump, que ya apuntaba maneras para hacer amistades, le dijo que debería demandar a su cirujano plástico.
La actriz estuvo varios días sin salir de su casa, pero reconoció haberse sometido al tratamiento con unas inyecciones de grasa, en vez de un "lifting".
Considerando crueles a esos compatriotas que la insultaban, se consoló con el recuerdo del año anterior, cuando fue homenajeada en el Festival de Cannes.
Para entonces ya se había recuperado de una grave caída desde su caballo en 2006. Se rompió varias costillas, perforándosele un pulmón.
En 2010 venció un cáncer de mama.
Se casó dos veces.
La primera con el actor británico Richard Johnson, del que se divorció un año después. Fue luego pareja entre 1973 y 1974 de Michael Brandon.
En 1976 acudió a un veterinario, pues siempre tuvo animales en casa, y terminó enamorándose del doctor Robert Malloy con quien vive felizmente en un rancho de Oregón.
Pues que le quiten lo bailao sobre todo aquel baile sensual con el actor
Esa aureola de mujer devoradora de hombres no tenía nada que ver con su verdadero carácter cuando empezó en el cine.
Era una muchacha más bien tímida, hija de un matrimonio de ascendencia checa, que creció en el modesto hogar de un suburbio de Chicago.
Ayudó a sus padres trabajando en diversos oficios: fue ascensorista, ayudante de un dentista, vendedora en unos almacenes, hasta que por su belleza de aire un tanto enigmático fue elegida para una campaña publicitaria de una marca de frigoríficos. Convertida ocasionalmente en modelo pensó, como tantas otras veinteañeras de su tiempo, que podía aspirar a ser actriz cinematográfica, aunque apenas recibió estudios para ello.
En Los Ángeles, un cazatalentos se fijó en ella y el todopoderoso jefe de la Columbia, Harry Cohn se convirtió en una especie de Pygmalion suyo, adiestrándola para sus primeros pasos en los estudios cinematográficos, y sucesivamente indicándole cómo debía comportarse en sociedad, la manera de hablar, de comer, de vestirse según qué momento…
No está documentado que estuviese enamorado de ella y mantuviera relaciones, pero no nos cabe la menor duda de que la protegió al máximo mientras duró su contrato.
Hizo cola como "extra" en un filme de Jane Russell.
Se inició como protagonista en 1955 al lado de William Holden en Pic Nic.
El verdadero lanzamiento de Kim Novak sucedió a partir de Pal Joey y El hombre del brazo de oro, donde tuvo como compañero, encabezando naturalmente el reparto, nada menos que a Frank Sinatra.
Cómo no, la Voz no tardó en encamarse con ella, aunque siempre teniendo en cuenta que no iba a ser nada serio en su abultada relación sentimental.
La compartió en tanto también salía con Lauren Bacall, a la que muchos no perdonaron en Hollywood que tuviera apasionadas relaciones sexuales cuando aún vivía su esposo, gravemente enfermo, Humphrey Bogart (que encima era muy buen amigo de Frankie).
Concluido su romance con Sinatra, que al menos le deparó una gran notoriedad en las revistas, se enrolló con un miembro del "clan" de éste, Sammy Davis Jr. Al enterarse el antes mentado Harry Cohn se despachó a gusto, separadamente con la pareja, increpándoles que habían desatado una buena campaña en la bien pensante sociedad norteamericana de carácter interracial, entre un negro y una blanca.
Puede que los celos le jugaran aquella pasada al mandamás de los estudios Columbia. Pero hicieron su efecto.
La filmografía de Kim Novak, que no es muy extensa pese a que su nombre figura en la memoria de muchos cinéfilos, incluye otros memorables títulos, como el que mencionábamos al principio, Vértigo y Me enamoré de una bruja, ambos junto a James Stewart. Dieron buen rendimiento en taquilla y el primero de ellos se recuerda como uno de los más notables en el género de intriga.
Kim Novak tuvo después otros idilios, como el protagonizado con el director cinematográfico Richard Quine y Ramfis Trujillo, uno de los hijos del dictador de la República Dominicana, reconocido "play-boy" de aquellos años.
En la década de los 60 Kim Novak ya no era, desde luego, la inocentona provinciana de Chicago. Más bien arrastraba una fama de libertina.
Así al menos me refirió José Luis de Vilallonga cuando en su etapa de galán secundario de la pantalla convivió en Hollywood con las más deslumbrantes estrellas.
Kim Novak lo invitó a su casa en una de las frecuentes fiestas que ella organizaba y se encontró al llegar que, salvo la anfitriona, los reunidos eran todos hombres, once en total en aquella ocasión. Gente de cine, guaperas, que se lo pasaban muy bien, comiendo y bebiendo gratis, esperando el momento cumbre de la noche: cuando discretamente, Kim Novak elegía a uno de aquellos caballeros, al azar pero presuponiendo que elegía bien al que esa velada iba a pasar a su lado en el lecho.
Nuestro compatriota, que había contemplado la escena, fue informado por un asiduo a aquellas francachelas de la Novak: debía acudir, si era invitado de nuevo, varias veces, hasta que se fijara en él para ese singular ayuntamiento.
Renunció el escritor-actor catalán a esa especie de rifa sexual, aun comprendiendo con el paso de su prolongada estancia en Los Ángeles que ese tipo de orgías, no siendo ordinarias, ocurrían en muchas otras residencias de famosos del cine, donde la cocaína se tomaba como si fuera un inocente pasatiempo.
Finalizado el decenio de los 60 el nombre de Kim Novak iba perdiendo fuerza en la bolsa de valores hollywoodenses.
Su aspecto de mujer fría y calculadora y llena de "glamour" se diluía con el transcurso del tiempo.
No obstante aún tuvo tiempo de aparecer, aunque ya no con la condición de estrella absoluta, en Just a gigoló, que protagonizaron una ya caduca Marlene Dietrich, pero orlada de leyenda, y el ídolo del nuevo pop británico David Bowie.
Eso sucedía en 1989, y al año siguiente Kim Novak entraba en el amplio reparto de grandes figuras de la pantalla, algunas ya algo apagadas, de El espejo roto.
Puede que entonces ya fuera consciente de su decadencia, pero aun resistió unos años con trabajos televisivos: la pequeña pantalla viene a ser para aquellas glorias del pasado como una especie de antesala del cementerio del olvido.
El más recordado para sus admiradores fue el que realizó en la sexta temporada de Falcon Crest. Luego, ya en 1991 se despediría del mundo artístico con este título: Pasiones prohibidas.
Triste fue cuando en 2014 fue reclamada para entregar un premio en la gala de los Óscar.
Las comadres del chisme se cebaron con ella, llamándola vieja.
Y en su cuenta de Twitter Donald Trump, que ya apuntaba maneras para hacer amistades, le dijo que debería demandar a su cirujano plástico.
La actriz estuvo varios días sin salir de su casa, pero reconoció haberse sometido al tratamiento con unas inyecciones de grasa, en vez de un "lifting".
Considerando crueles a esos compatriotas que la insultaban, se consoló con el recuerdo del año anterior, cuando fue homenajeada en el Festival de Cannes.
Para entonces ya se había recuperado de una grave caída desde su caballo en 2006. Se rompió varias costillas, perforándosele un pulmón.
En 2010 venció un cáncer de mama.
Se casó dos veces.
La primera con el actor británico Richard Johnson, del que se divorció un año después. Fue luego pareja entre 1973 y 1974 de Michael Brandon.
En 1976 acudió a un veterinario, pues siempre tuvo animales en casa, y terminó enamorándose del doctor Robert Malloy con quien vive felizmente en un rancho de Oregón.
Pues que le quiten lo bailao sobre todo aquel baile sensual con el actor
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