Andrés Ollero expresa su “amor a Cataluña” para rebatir la recusación del Govern.
El Tribunal Constitucional va a resolver en su próximo pleno si el
magistrado Andrés Ollero (Sevilla, 75 años) tiene que ser apartado de
todos los asuntos que afectan a Cataluña, por la supuesta
“animadversión” e incluso “odio” hacia los catalanes que le atribuye la
Generalitat.
El Govern presentó una recusación contra Ollero tras aludir este al “supremacismo” existente en Cataluña en un voto particular de la sentencia que el pasado noviembre avaló la reforma del derecho civil catalán.
En sus alegaciones a esa recusación, el magistrado se vuelca en manifestar su “amor a Cataluña” y afirma que las acusaciones son “un desvarío”.
El Govern presentó una recusación contra Ollero tras aludir este al “supremacismo” existente en Cataluña en un voto particular de la sentencia que el pasado noviembre avaló la reforma del derecho civil catalán.
En sus alegaciones a esa recusación, el magistrado se vuelca en manifestar su “amor a Cataluña” y afirma que las acusaciones son “un desvarío”.
La Generalitat sostiene que hay que separar a Ollero de cualquier asunto
relativo a esa comunidad.
El Constitucional admitió a trámite la
recusación, paralizó todos los recursos sobre Cataluña y dio un plazo
para alegaciones al propio Ollero, a la Abogacía del Estado y a la
Fiscalía.
Todos ellos se han opuesto a que la iniciativa prospere.
En su escrito, Ollero emplea un lenguaje muy personal.
Afirma que profesa “amor a Cataluña”, y efectúa un intenso relato de su etapa de formación en la Barcelona de los años 60.
El texto destila nostalgia por aquella Cataluña y el ambiente de sus aulas, en clave de confesión vital.
Cuenta Ollero que en la Universidad de Barcelona convivían entonces “maestros” suyos de ideologías muy distintas.
Y que tuvo como compañeros al catedrático de Derecho Constitucional Francesc de Carreras y al “hoy afamado novelista Eduardo Mendoza”.
Al recordarlos, subraya que existía “un reconfortante contexto cultural y político”.
Explica también Ollero, diputado del PP durante 17 años:
“Mentiría si dijera que hablo catalán, ni siquiera en la intimidad, pero también lo haría si afirmara que no canto en catalán, por supuesto en la intimidad”.
Y menciona los éxitos popularizados por Raimon, quien “era ya entonces la más elocuente prueba de que para amar a Cataluña no es ni siquiera preciso nacer en ella”.
El magistrado expone más adelante que en los años 90 pasó otra temporada en Barcelona, “una ciudad cosmopolita, abierta y acogedora, que justificaba sobradamente el entusiasmo laudatorio de Montserrat Caballé y Freddie Mercury”, en alusión a su himno en los Juegos Olímpicos.
Ollero sostiene que cuando habló de “supremacismo” lo aplicó específicamente a “quienes se sienten humillados si se les trata como si fueran iguales a los demás”.
“No se me pasó por la cabeza que todos ‘los catalanes’ pudieran sentirse molestos, teniendo en cuenta la amplia pluralidad de la sociedad catalana, aunque no falte quien se empeñe en negar la condición de catalán de quien no piense como ellos”, señala. Y añade:
“Achacarme ‘enemistad manifiesta’ con la parte recusante es simplemente un desvarío”.
La Abogacía del Estado afirma, por su parte, que el empleo del término “supremacismo” no implica pérdida de imparcialidad, porque no revela “enemistad manifiesta” alguna.
Afirma que profesa “amor a Cataluña”, y efectúa un intenso relato de su etapa de formación en la Barcelona de los años 60.
El texto destila nostalgia por aquella Cataluña y el ambiente de sus aulas, en clave de confesión vital.
Cuenta Ollero que en la Universidad de Barcelona convivían entonces “maestros” suyos de ideologías muy distintas.
Y que tuvo como compañeros al catedrático de Derecho Constitucional Francesc de Carreras y al “hoy afamado novelista Eduardo Mendoza”.
Al recordarlos, subraya que existía “un reconfortante contexto cultural y político”.
“Mentiría si dijera que hablo catalán, ni siquiera en la intimidad, pero también lo haría si afirmara que no canto en catalán, por supuesto en la intimidad”.
Y menciona los éxitos popularizados por Raimon, quien “era ya entonces la más elocuente prueba de que para amar a Cataluña no es ni siquiera preciso nacer en ella”.
El magistrado expone más adelante que en los años 90 pasó otra temporada en Barcelona, “una ciudad cosmopolita, abierta y acogedora, que justificaba sobradamente el entusiasmo laudatorio de Montserrat Caballé y Freddie Mercury”, en alusión a su himno en los Juegos Olímpicos.
Ollero sostiene que cuando habló de “supremacismo” lo aplicó específicamente a “quienes se sienten humillados si se les trata como si fueran iguales a los demás”.
“No se me pasó por la cabeza que todos ‘los catalanes’ pudieran sentirse molestos, teniendo en cuenta la amplia pluralidad de la sociedad catalana, aunque no falte quien se empeñe en negar la condición de catalán de quien no piense como ellos”, señala. Y añade:
“Achacarme ‘enemistad manifiesta’ con la parte recusante es simplemente un desvarío”.
La Abogacía del Estado afirma, por su parte, que el empleo del término “supremacismo” no implica pérdida de imparcialidad, porque no revela “enemistad manifiesta” alguna.
La Fiscalía coincide en que no cabe
deducir de las palabras de Ollero que “en cualquier litigio” que afecte a
Cataluña el magistrado “no se ajustará” a la Constitución y el Estatut.
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