Siempre entre las nubes hay esos huequitos de Sol que te dan valor.
Un Blues
Del material conque están hechos los sueños
4 ene 2020
Las Brontë no eran tan modosas como se las pinta
La
argentina Laura Ramos rebate en su libro 'Infernales' con profusa
documentación la imagen de las hermanas como tres escritoras hogareñas y
románticas.
Recreación de Charlotte, Emily y Anne Brontë, en su casa de Haworth. Album / Granger, NYCA veces el tiempo, los historiadores o sus propios coetáneos terminan
minimizando, reescribiendo o endulzando la vida y el legado de mujeres
—ya sean reinas, científicas o escritoras— que han cambiado la historia. Lo hacen para ajustar la realidad al canon. Para ponerlas en el lugar
que (consideran que) les corresponde. Pero en el caso de Charlotte,
Emily y Anne Brontë, el origen de esta imagen distorsionada está en la
propia hermana mayor, Charlotte. Es ella la primera en dibujar a Emily y
Anne como dos escritoras hogareñas y románticas, un cliché que ha
llegado hasta nuestros días y que la autora argentina Laura Ramos se
encarga de rebatir con profusa documentación en su libro Infernales (Taurus). En
su retrato familiar, Ramos confirma que las tres hermanas Brontë están
en las antípodas del mal llamado género de tacitas, ese en el que
despectivamente se quiere incluir también a Jane Austen.
Lejos del
decoro victoriano, los bailes sofisticados y los castos romances, la
vida de las escritoras fue brutal, violenta y hasta cierto punto
escandalosa.
No faltaron adulterios, amores supuestamente lésbicos y
abortos.
Como resume Ramos: “Tuvieron unas vidas que fueron más allá de
la genialidad, que compitieron con sus propias obras y que tuvieron el
mismo dramatismo, aventura y amor.ç
Aunque Charlotte tratara de
ocultarlo”.Lo hace en las biografías de Anne y Emily que escribió, a petición de su
editor, en 1950, tras la muerte de ambas por tuberculosis y que se
publicarían como prólogos a las obras de sus hermanas. “Cuando
fallecieron eran las escritoras más famosas del Reino Unido y todo el
mundo quería saber quiénes eran los pornógrafos hermanos Bell [el
pseudónimo con el que firmaban sus obras], pero Charlotte quiso
preservar el honor y el buen nombre de sus hermanas y escribió una obra
ligeramente ficcional”. Allí las describe como “niñas de campo
prácticamente ignorantes” que nunca habían salido de su pueblo, Haworth,
en Yorkshire. “Incluso dijo que Emily había escrito Cumbres borrascosas
sin saber lo que escribía”. Nada más lejos de la realidad. La segunda
Brontë no solo vivió en Bruselas, sino que allí recibió una exquisita
educación en un internado, donde “existen indicios de que pudo
enamorarse de una alumna: Luisa de Busentier”. Como recoge Ramos en sus
investigaciones, ya en el siglo XX se descubrieron traducciones suyas de
Virgilio y Homero, y parte de la correspondencia que mantuvo con George
Henry Lewes, el crítico más importante de la época. “No era ni de lejos
la muchachita campesina que había dibujado Charlotte”.
Ninguna de las tres. “Su historia es una historia feminista”,
sentencia Ramos. Empezando porque nunca contemplaron el matrimonio “como
la salida laboral que era en aquella época”. Decidieron convertirse en
institutrices —la única opción para una mujer pobre y culta— aunque,
como queda reflejado en los diarios de Charlotte, odiaban enseñar y a la
mayoría de sus alumnos, a los que definían con términos tan pedagógicos
como “burros, zopencos e idiotas”. Al recibir la pequeña herencia de su tía, en vez de “comprarse una
capa de terciopelo como un personaje de Jane Austen”, cometen la osadía
de invertir el dinero en la publicación de sus propios poemas. Venden
dos ejemplares. Pero esto les permite declararse escritoras
profesionales, aunque sea solo ante sí mismas. Casi tan reveladora como
esta determinación es la decisión de no invitar a su hermano Branwell,
también poeta, a participar en el libro. Él no es beneficiario de la
herencia y tampoco del reconocimiento de sus hermanas. Ramos ahonda en la figura de Branwell, relegado a un papel secundario
por la propia Charlotte y por la mayor parte de los biógrafos pero
imprescindible para comprender el fenómeno Brontë, en opinión de la
argentina. “Como unas brujas, le excluyen a él, que siempre había sido
el elegido por el padre”. Mientras las mujeres son enviadas a un
internado de la caridad, donde las dos mayores —María y Elizabeth—
enferman gravemente para terminar muriendo en su casa, Branwell es
preservado y educado en su hogar para evitarle las posibles fatalidades
del colegio. “Sus hermanas trabajan como institutrices para costear su
formación. Pero ese niño sobreprotegido en el que toda la familia se ha
volcado termina cayendo en el alcohol y el consumo de opio. Y Charlotte
termina expulsándolo de su biografía, aunque es una figura que marca
definitivamente la vida y obras de las hermanas: en todas las novelas
hay un personaje alcohólico y violento que es la representación de
Branwell”. Excepto Heathcliff (el protagonista de Cumbres borrascosas),
que es un trasunto de la propia Emiliy, una mujer “colérica, que decía
odiar el género humano y que, desde una perspectiva actual, algunos
podrían considerar como asperger”, según argumenta Ramos.
En su forma de entender y experimentar las pasiones, las Brontë
también estuvieron muy lejos de la imagen meliflua y romántica y de los
cánones de la época. Charlotte rechazó cuatro proposiciones de
matrimonio y se enamoró de su profesor de literatura en Bruselas, un
hombre casado. “Fue un amor violento y bestial que le llevó casi a la
locura” y que quedó documentado en unas cartas obviadas por sus primeros
biógrafos y que finalmente fueron publicadas en 1912, para conmoción
del público británico. “¿Es de verdad esta nuestra santa?”, se
preguntaron.
Anne, la más “tímida y sumisa”, según Ramos, es una de las primeras
en dar un final feliz a una ‘mujer caída’ en su segunda novela, La inquilina de Wildfell Hall. Su protagonista es una mujer que abandona a su marido violento —algo
inédito en la época— y no solo consigue sacar adelante a su hijo gracias
a su propio trabajo, sino que vuelve a encontrar el amor. La obra de Ramos permite entender el origen de esta mentalidad tan
avanzada y, por lo tanto, responde a otro de los grandes misterios de
las Brontë: ¿cómo tres niñas de un pequeño pueblo del páramo inglés
consiguieron ser las autoras más famosas de su época? La escritora
señala directamente a su padre, un hombre culto, becado en Oxford, que
tenía una pequeña biblioteca pero llena de clásicos. “Además en una casa
cercana había una gran biblioteca y un vecino les prestaba el Blackwood’s Magazine, la revista más sofisticada de la época que publicaba a Byron y a Quincy”. Eran grandes lectores pero también tenían un material dramático
propio muy importante. “La muerte de la madre y de sus dos hermanas
definió su concepto trágico. Su casa estaba junto a un cementerio y
Charlotte juraba haber visto un ángel flotar sobre la cuna de su
hermana. Además, no hay que olvidar que vivieron en un período de
guerra. Leían el periódico y lo que encontraban en él eran las hazañas
de Bonaparte”, concluye Ramos.
En su opinión, también fue determinante el hecho de criarse sin
madre.
“Su padre era un gran defensor de los movimientos románticos que
ensalzaban la vida campestre y la naturaleza, y les permitía correr y
jugar solas por el páramo, algo casi indecoroso en aquel momento”
Así, libres, cultas y pobres, vivieron unas vidas tan apasionantes y
únicas como las que plasmaron en sus obras, sin encajar en los
convencionalismos ni en los estereotipos de los que casi dos siglos
después empiezan a escapar por fin.
No hay comentarios:
Publicar un comentario