Siempre entre las nubes hay esos huequitos de Sol que te dan valor.
Un Blues
Del material conque están hechos los sueños
24 ene 2020
La película maldita que Fellini nunca quiso rodar
En el
centenario del nacimiento del genio italiano persiste la duda de cómo
hubiera sido 'El Viaje de G. Mastorna'. Un guion y un cómic vislumbran
el potencial de la obra.
El miércoles 12 de abril de 1967, Italia amanece con la noticia de la hospitalización de urgencia de Federico Fellini. “En los ambientes artísticos romanos se habla con insistencia de un
problema pulmonar; o de una grave forma de pleuresía o de un neumotórax
traumático”, informa el periódico Il Messaggero. Se ha corrido
la voz de que Fellini podría tener cáncer. La prensa transalpina ya
tiene lista, por si acaso, la necrológica del director de 47 años. En la
habitación 105 de la clínica Salvator Mundi, en la colina del Gianicolo
en Roma, donde llegan los telegramas por centenares, se suceden las
visitas a un ritmo frenético. Los amigos y colaboradores más fieles
están allí. También presente, el productor Dino De Laurentiis intenta
retener las lágrimas. Incluso el Papa Pablo VI, quien años antes había
calificado de pecadores a los intrépidos que se lanzaron a la perdición
yendo al cine a ver La dolce vita, envía un telegrama al director para desearle una pronta recuperación. Sin embargo, en medio a la angustia desatada por ese mal misterioso que
amenaza con poner fin a la vida de uno de los cineastas más talentosos
de su tiempo, algunos periodistas dejan escapar una duda: ¿no será otra
estratagema del que se definía a sí mismo como un gran mentiroso para
librarse del rodaje, eternamente pospuesto, de El viaje de G. Mastorna? En la obra del genio italiano, del que se celebra este lunes el centenario del nacimiento, persiste la duda de cómo habría sido la única película que estas semanas no podrán reponer las filmotecas y los cines. La cinta, inspirada en Lo strano viaggio di Domenico Molo,
de Dino Buzzati, que marcó profundamente a Fellini con 18 años, se
presentaba como una monumental odisea sobre el más allá. Habría sido su
próximo gran éxito, tras el de Ocho y medio, premio Oscar a la
mejor película extranjera en 1963. O al menos, así se lo vendió al
intransigente De Laurentiis. Pero una serie de infortunios se fue
cruzando en el camino del maestro, desde la dificultad de dar con el
actor principal hasta los innumerables desencuentros con el productor
napolitano.
El episodio de su ingreso en el hospital, narrado por Tullio Kezich, crítico de cine y amigo del director, en la biografía Federico Fellini, la vita e i film,
confirmó lo que en realidad el supersticioso cineasta llevaba intuyendo
desde el inicio de las pruebas en la primavera de 1965: algo, que a
menudo calificara de “nubarrones” con “contornos cambiantes y
amenazantes”, le impide hacer la película. Según cuenta Kezich, una
extraña llamada anunciando una mala noticia, cuyo motivo sigue siendo
desconocido, hará que abandone definitivamente el rodaje en 1971.
“El viaje de G. Mastorna trata de la muerte. Pensé que mi
curiosidad estaba siendo castigada. Que había tocado una puerta que se
estaba cerrando sobre mí”, confesaba a la revista francesa L´Express
en 1969. En la obra, Fellini narra la errancia de Giuseppe Mastorna, un
violoncelista entorno a la cuarentena, en un especie de ciudad limbo,
después de que su avión, envuelto en una violenta tormenta, haya
“milagrosamente” aterrizado en medio a una plaza que domina una inmensa
catedral gótica. A medida que Mastorna se adentra en ese mundo poblado de seres grotescos e inquietantes, en el que reina el caos más absoluto, entiende que no sobrevivió al accidente de avión. Aunque el cineasta intentará a lo largo de su vida retomar el proyecto
“maldito”, habrá que esperar a 1992, un año antes de su muerte, para que
la historia vea luz....en cómic. Como “queriendo liberarse
definitivamente” de Mastorna, según cuenta el periodista Aldo Tassone,
el director propone a Milo Manara, el dibujante más felliniano que existe y con el que ya había colaborado en el tebeo Viaje a Tulum, plasmar el relato en viñetas. Como cuenta el autor de la obra erótica, Clic,
en una entrevista para la televisión francesa en 2009, Fellini era para
él “una divinidad”. “Mi angustia constante mientras trabajaba sobre
Mastorna era la siguiente: ¿cómo iba a reaccionar ese amigo tan querido,
al ver la representación de sus sueños, claros y nítidos en su espíritu
cambiada, transformada, empobrecida? Por esta misma razón quisiera
darle las gracias”, dijo Manara a propósito del director que antes de
ser cineasta hizo sus armas como viñetista en la revista satírica Marc´Aurelio
Para la realización del cómic, Fellini adaptó el guion y dibujó un story board
de la primera parte del relato extremadamente detallado que sirvió de
base al trabajo de ilustración de Manara. La historia, renombrada El viaje de G. Mastorna, llamado Fernet, sin embargo quedó inconclusa. Ironía del destino, la aparición de la palabra fin
en la última viñeta del primer capítulo despertó la paranoia del
director y precipitó su decisión de abortar, una vez más, el proyecto .
La obra, publicada en España en 1996 bajo el título El viaje de G. Mastorna. La película soñada de Fellini
(Ediciones B), ha sido completada por los dibujos preparatorios, los
comentarios de los dos artistas y un texto del periodista Vincenzo
Mollica.
Para realmente poder apreciar el inmenso potencial de la obra de
Fellini queda por suerte el guion, cuya primera publicación por la
editorial Bompiani en 1995 pasó relativamente desapercibida.
El texto,
pulido por el escritor Ermanno Cavazzoni, editado por Quodlibet en
Italia en 2008 y en 2011 por la española Blacklist del grupo Planeta,
atrapa al lector desde la primera línea.
Fellini quería que la cinta
tuviera un ritmo endiablado, sin un solo instante de descanso.
El
lenguaje visual al que recurre es tan preciso y evocador que cualquier
amante del director puede llegar a tener la sensación de estar
literalmente viendo la película
Viñeta extraída del cómic 'El Viaje de G.Mastorna'.
El más allá felliniano es una réplica del caos que reina en la Tierra
a la que el director añadió una evidente carga onírica. Allí, todo es
familiar y, sin embargo, nada tiene sentido: calles y estaciones de
trenes abarrotadas donde se apiñan multitudes vociferantes, carteles
publicitarios indescifrables, templos llenos de fanáticos de todas las
religiones, night clubs, prostíbulos y teatros decadentes donde
transcurren eventos absurdos e inquietantes. “¡Qué miseria, qué
fantasía desoladora! ¿Así que esto es la muerte?”, se pregunta
desesperado Mastorna.
“El protagonista muere porque teme la muerte y ha perdido el sentido
más auténtico de la vida”, dijo Fellini a propósito de Mastorna, al que
somete a un viaje metafísico hacia la aceptación de la muerte, que solo
puede conseguir despojándose de sus prejuicios, miedos, y
condicionamientos.
Para aceptar la muerte, hace falta aceptar la vida
es, en resumidas cuentas, lo que nos quiere transmitir el maestro en
esta obra que se podría calificar de testamentaria.
Aunque Fellini no la llevó a la gran pantalla, El viaje de G. Mastorna, impregnó todas sus obras posteriores de “una presencia estimulante, cautivadora” de la que “no era capaz de prescindir", confesaba el director, desde Satyricon (1969), pasando por Roma (1972), Pruebas de orquesta (1978), Ginger y Fred (1986), hasta La voz de la luna (1990).
Los únicos fotogramas disponibles de la película se pueden apreciar
en un cortometraje rodado por Fellini para la cadena estadounidense NBC
en 1966, Apuntes de un director (emitido en 1969). “Este es
Mastorna, el héroe de mi película....tenía todo preparado para que el
personaje se materialice...pero no conseguía manifestarse... seguía
escondiéndose, escapándome, escurridizo”, comenta la voz en off de Fellini mientras graba los ensayos de Marcello Mastroianni
en el papel del violoncelista, en los estudios de De Laurentiis. La
cámara del director se detiene también en los monumentales decorados: la
reconstrucción de la plaza de Colonia y su imponente catedral, los
restos de un avión de línea, un vagón de tren de varios pisos salido
directamente de la imaginación de Buzzati, que participó a la escritura
del guion. Una serie de elementos que permite, aunque solo sea un poco,
acercarse de la que habría probablemente sido la obra más felliniana e
íntima del maestro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario