Felipe VI admite la "seria preocupación" por el descrédito de las instituciones y Cataluña.
El rey Felipe VI ha lanzado este martes un mensaje
de “confianza firme en España” y en “la fortaleza de su sociedad”, en
tiempos que “no [son] fáciles”.
Tiempos, ha dicho en su discurso navideño, “de mucha incertidumbre”, en los que, a problemas globales como el cambio climático o la revolución digital, se suman en España “otras serias preocupaciones: el deterioro de la confianza en las instituciones y, desde luego, Cataluña”.
Frente a ello, ha pedido “no caer en los extremos” y ha llamado a “integrar las diferencias”, respetando una Constitución “que reconoce la diversidad territorial y preserva la unidad”.
En plena negociación de la investidura del próximo presidente y tras haber encargado a Pedro Sánchez la formación del Gobierno, el Rey ha querido ser escrupulosamente respetuoso con el papel de árbitro que le atribuye la Constitución, dejando claro que la palabra la tiene ahora el Congreso.
“Después de las elecciones celebradas el pasado 10 de noviembre, nos encontramos inmersos en el procedimiento constitucional previsto para que el Congreso de los Diputados otorgue o deniegue su confianza al candidato propuesto para la Presidencia del Gobierno.
Así pues, corresponde al Congreso, de acuerdo con nuestra Constitución, tomar la decisión que considere más conveniente para el interés general de todos los españoles”, ha dicho.
Pero evitar cualquier sombra de interferencia política no le ha impedido reconocer la gravedad del momento, con casi 10 meses de Gobierno en funciones y cuatro elecciones generales en los últimos cuatro años, además de una crisis crónica en Cataluña.
Aunque no se esperaba que lo hiciera, Felipe VI ha citado expresamente a Cataluña en un pasaje de su discurso.
Junto a los “cambios profundos y acelerados” que provocan “preocupación e inquietud en la sociedad”, como los movimientos migratorios o el futuro de la UE, ha aludido a “otras serias preocupaciones que tenemos en España”: la “falta de empleo”, “las dificultades económicas de muchas familias”, “el deterioro de la confianza de muchos ciudadanos en las instituciones y, desde luego, Cataluña”.
En realidad, el monarca no ha hecho más que recitar las principales preocupaciones de los españoles, según el barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) de noviembre: el paro (60,3%), los políticos (45,4%), los problemas de índole económica (30,4%) y la independencia de Cataluña (19%).
Solo después aparecen la corrupción los problemas sociales y la inmigración (muy lejos, mencionado solo en el 11% de los casos).
Tras reconocer que “no vivimos tiempos fáciles”, ha subrayado: “Precisamente por eso debemos tener más que nunca una confianza firme en nosotros mismos y en España”.
El progreso de un país depende del “adecuado funcionamiento del Estado” pero también, ha subrayado, de “la fortaleza de la sociedad”.
El Rey ha querido encarnar a la sociedad española en los 41 ciudadanos anónimos, procedentes de todas las autonomías y con muy diferentes edades (desde una joven a 19 años a una anciana de 107), a quienes en junio pasado, coincidiendo con el quinto aniversario de su coronación, impuso la Orden del Mérito Civil. Esa sociedad, que ha experimentado una transformación sin precedentes en su historia, que “es y se siente profundamente europea e iberoamericana; que no está aislada sino muy abierta al mundo”, ha superado en el pasado “situaciones muy difíciles con una serenidad y entereza admirables”, ha añadido.
Los españoles viven hoy, ha insistido, “en un Estado social y democrático de derecho”, que asegura la convivencia en libertad y que ha convertido a España “en un país moderno, con prestaciones sociales y servicios públicos como educación y sanidad”.
Pero todo ello, ha advertido, “no se ha generado de una manera espontánea”, sino que es el resultado de que millones de españoles, “gracias a la Constitución”, han compartido una serie de valores sobre los que fundamentar la convivencia: el deseo de concordia, “que derribó muros de intolerancia, de rencor y de incomprensión”; la voluntad de entendimiento; y la defensa de la solidaridad, la igualdad y la libertad, “como principios vertebradores de la sociedad, haciendo de la tolerancia y el respeto manifestaciones del mejor espíritu cívico”.
En particular, ha subrayado —en alusión velada al marco del diálogo
con los independentistas— “la voluntad de integrar nuestras diferencias
dentro del respeto a nuestra Constitución, que reconoce la diversidad
territorial que nos define y preserva la unidad que nos da fuerza”.
Estos valores, que constituyen la “seña de identidad” de la España actual, ha añadido como aviso, no se pueden dar por supuestos “ni tampoco olvidar su fragilidad”, por lo que se debe hacer “todo lo posible para fortalecerlos y evitar que se deterioren”.
Por ello, ha instado a “no caer en los extremismos” y evitar tanto la autocomplacencia como la crítica autodestructiva. “Mantengámonos unidos en los valores democráticos que compartimos para resolver nuestros problemas; sin divisiones ni enfrentamientos que solo erosionan nuestra convivencia y empobrecen nuestro futuro”, ha pedido.
"España no puede quedarse inmóvil, ni ir por detrás de los acontecimientos".
Antes de desear feliz navidad en castellano, euskera, catalán y gallego, se ha despedido con una de las palabras que más ha repetido: juntos.
“Tenemos un gran potencial como país.
Pensemos en grande, avancemos con ambición. Todos juntos. Sabemos hacerlo y conocemos el camino...”.
Frente al Código Penal y los tribunales como arma para combatir a los secesionistas, el Rey ha recurrido al discurso de la seducción. La España como “proyecto sugestivo de vida en común” de José Ortega y Gasset.
Tiempos, ha dicho en su discurso navideño, “de mucha incertidumbre”, en los que, a problemas globales como el cambio climático o la revolución digital, se suman en España “otras serias preocupaciones: el deterioro de la confianza en las instituciones y, desde luego, Cataluña”.
Frente a ello, ha pedido “no caer en los extremos” y ha llamado a “integrar las diferencias”, respetando una Constitución “que reconoce la diversidad territorial y preserva la unidad”.
En plena negociación de la investidura del próximo presidente y tras haber encargado a Pedro Sánchez la formación del Gobierno, el Rey ha querido ser escrupulosamente respetuoso con el papel de árbitro que le atribuye la Constitución, dejando claro que la palabra la tiene ahora el Congreso.
“Después de las elecciones celebradas el pasado 10 de noviembre, nos encontramos inmersos en el procedimiento constitucional previsto para que el Congreso de los Diputados otorgue o deniegue su confianza al candidato propuesto para la Presidencia del Gobierno.
Así pues, corresponde al Congreso, de acuerdo con nuestra Constitución, tomar la decisión que considere más conveniente para el interés general de todos los españoles”, ha dicho.
Pero evitar cualquier sombra de interferencia política no le ha impedido reconocer la gravedad del momento, con casi 10 meses de Gobierno en funciones y cuatro elecciones generales en los últimos cuatro años, además de una crisis crónica en Cataluña.
Aunque no se esperaba que lo hiciera, Felipe VI ha citado expresamente a Cataluña en un pasaje de su discurso.
Junto a los “cambios profundos y acelerados” que provocan “preocupación e inquietud en la sociedad”, como los movimientos migratorios o el futuro de la UE, ha aludido a “otras serias preocupaciones que tenemos en España”: la “falta de empleo”, “las dificultades económicas de muchas familias”, “el deterioro de la confianza de muchos ciudadanos en las instituciones y, desde luego, Cataluña”.
En realidad, el monarca no ha hecho más que recitar las principales preocupaciones de los españoles, según el barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) de noviembre: el paro (60,3%), los políticos (45,4%), los problemas de índole económica (30,4%) y la independencia de Cataluña (19%).
Solo después aparecen la corrupción los problemas sociales y la inmigración (muy lejos, mencionado solo en el 11% de los casos).
Tras reconocer que “no vivimos tiempos fáciles”, ha subrayado: “Precisamente por eso debemos tener más que nunca una confianza firme en nosotros mismos y en España”.
El progreso de un país depende del “adecuado funcionamiento del Estado” pero también, ha subrayado, de “la fortaleza de la sociedad”.
El Rey ha querido encarnar a la sociedad española en los 41 ciudadanos anónimos, procedentes de todas las autonomías y con muy diferentes edades (desde una joven a 19 años a una anciana de 107), a quienes en junio pasado, coincidiendo con el quinto aniversario de su coronación, impuso la Orden del Mérito Civil. Esa sociedad, que ha experimentado una transformación sin precedentes en su historia, que “es y se siente profundamente europea e iberoamericana; que no está aislada sino muy abierta al mundo”, ha superado en el pasado “situaciones muy difíciles con una serenidad y entereza admirables”, ha añadido.
Los españoles viven hoy, ha insistido, “en un Estado social y democrático de derecho”, que asegura la convivencia en libertad y que ha convertido a España “en un país moderno, con prestaciones sociales y servicios públicos como educación y sanidad”.
Pero todo ello, ha advertido, “no se ha generado de una manera espontánea”, sino que es el resultado de que millones de españoles, “gracias a la Constitución”, han compartido una serie de valores sobre los que fundamentar la convivencia: el deseo de concordia, “que derribó muros de intolerancia, de rencor y de incomprensión”; la voluntad de entendimiento; y la defensa de la solidaridad, la igualdad y la libertad, “como principios vertebradores de la sociedad, haciendo de la tolerancia y el respeto manifestaciones del mejor espíritu cívico”.
Palabra del Jefe del Estado
“Los actuales son tiempos de mucha incertidumbre, que provocan en la sociedad preocupación e inquietud”.
“Es un hecho que en el mundo, y también aquí, la crisis económica ha agudizado los niveles de desigualdad”.
“El deterioro de la confianza de muchos ciudadanos en las instituciones, y desde luego Cataluña, son otras serias preocupaciones que tenemos en España”.
“No debemos caer en los extremos, ni en una autocomplacencia que silencie nuestras carencias o errores ni en una autocrítica destructiva”.
“La voluntad de entendimiento y de integrar nuestras diferencias dentro del respeto a nuestra Constitución, que reconoce la diversidad territorial que nos define y preserva la unidad que nos da fuerza”.
“Es un hecho que en el mundo, y también aquí, la crisis económica ha agudizado los niveles de desigualdad”.
“El deterioro de la confianza de muchos ciudadanos en las instituciones, y desde luego Cataluña, son otras serias preocupaciones que tenemos en España”.
“No debemos caer en los extremos, ni en una autocomplacencia que silencie nuestras carencias o errores ni en una autocrítica destructiva”.
“La voluntad de entendimiento y de integrar nuestras diferencias dentro del respeto a nuestra Constitución, que reconoce la diversidad territorial que nos define y preserva la unidad que nos da fuerza”.
Estos valores, que constituyen la “seña de identidad” de la España actual, ha añadido como aviso, no se pueden dar por supuestos “ni tampoco olvidar su fragilidad”, por lo que se debe hacer “todo lo posible para fortalecerlos y evitar que se deterioren”.
Por ello, ha instado a “no caer en los extremismos” y evitar tanto la autocomplacencia como la crítica autodestructiva. “Mantengámonos unidos en los valores democráticos que compartimos para resolver nuestros problemas; sin divisiones ni enfrentamientos que solo erosionan nuestra convivencia y empobrecen nuestro futuro”, ha pedido.
"España no puede quedarse inmóvil, ni ir por detrás de los acontecimientos".
Antes de desear feliz navidad en castellano, euskera, catalán y gallego, se ha despedido con una de las palabras que más ha repetido: juntos.
“Tenemos un gran potencial como país.
Pensemos en grande, avancemos con ambición. Todos juntos. Sabemos hacerlo y conocemos el camino...”.
Frente al Código Penal y los tribunales como arma para combatir a los secesionistas, el Rey ha recurrido al discurso de la seducción. La España como “proyecto sugestivo de vida en común” de José Ortega y Gasset.
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