Destructores del fútbol
Sigo Segunda División, A y B. En cada grupo tengo mis favoritos y mis ‘enemigos’, como en Primera antes de que la mataran .
Eso sí, con la criminal colaboración de presidentes de clubs, insaciables marcas deportivas, millonarios árabes, rusos o asiáticos convertidos en groseros propietarios de equipos antaño nobles, televisiones enloquecidas, codiciosas casas de apuestas y parte de las hinchadas, dedicadas a arrasar las ciudades que visitan.
Sin olvidar a modistas de gusto pésimo ni a Mourinho.
Hace un mes le confesé a mi amigo y editor Juan Díaz, culé fanático (y por tanto antimadridista a ultranza), que ya no seguía el campeonato de Primera División.
No me dio crédito y le expliqué:
“Lo han
convertido en una competición sin interés y, sobre todo, indescifrable.
Cada poco se interrumpe para que se juegue un apasionante
España-Malta, o, en otras áreas, un Chipre-Alemania, un Inglaterra-Islas
Feroe y un Liechtenstein-Italia.
Eso cuando el enfrentamiento no es
entre Moldavia y Estonia. O amistosos ociosos.
A la siguiente jornada de
Liga, uno ha perdido comba, no recuerda quién la encabezaba ni quiénes
estaban en descenso.
Para compensar, a veces se juegan partidos en
martes, miércoles y jueves, de los que pocos se enteran y que
contribuyen al desconcierto.
Cuando por fin hay encuentros en fin de semana, los horarios son
descabellados: a las 12, a las 13, en viernes, sábado, en domingo a las
21, cuando los lunes suelen ser laborables.
Quieren robarnos partidos para entregárselos a Arabia Saudí o a Miami,
dos lugares sin tradición y un Estado delictivo el primero. Añádele a
todo eso que es casi imposible adivinar qué equipo es cuál.
Saltan al
césped vestidos de fucsia irisado o de rosa palo, de verde limón o de
orina, la mayoría de las veces sin necesidad (el cambio de uniforme se
justificaba sólo por la posible confusión de colores).
Esta temporada tu equipo, el Barça, va como el Sabadell, a cuadros
‘arlequinados’, o más frecuentemente de amarillo nada neutral”.
No es el
caso de Juan Díaz, que será culé inquebrantable por lo menos
hasta que se retire Messi, pero conozco a bastantes barcelonistas que
este año se han declarado en huelga contra el club de sus amores por
considerarlo colaboracionista —ay, ese amarillo no es casual en
Cataluña— del Régimen de Vichy que pretenden imponer Puigdemont, Mas,
Junqueras, Torra y compañía.
Como lo juzgan totalitario y una calamidad
para su país, ya no pueden ir con el Barça como toda la vida. (Los
jóvenes que ignoren Vichy lo encontrarán fácilmente en sus móviles.)
Juan me reconoció que algo de razón llevaba:
“Pero no me creo que ya no
veas fútbol”.
Contesté: “Sí lo veo. Como el juego aún me gusta, sigo
Segunda División, A y B, competiciones mucho más dignas.
No se
interrumpen por un ridículo Macedonia del Norte-España y no se pierde
el hilo, y en cada grupo tengo mis favoritos y también mis ‘enemigos’,
como en Primera antes de que la mataran.
Y los árbitros son menos
medrosos y necios.
Los de Primera no han caído en la cuenta de que, si
un delantero apunta adrede a la mano de un defensa, con la precisión que
tienen el balón dará en efecto en la mano, y eso nunca puede ser
penalty. Tampoco entienden que a veces los jugadores no son derribados
ni fingen haberlo sido, sino que se caen (es fácil a toda carrera) o
resbalan.
Los de Segunda no se paran tanto a mirar el VAR, que compensa
sus ventajas con enormes incordios: la gente debe aguardar minutos para
cantar un gol hoy en día”.
Juan seguía sin creerme: “¿Me vas a decir que
te traen sin cuidado el Barça, el Madrid, el Atleti, la Real, y que
sólo te importa el Numancia?”
“Al Numancia lo sigo desde la infancia por
mis veraneos en Soria, mucho antes que Handke; y también voy con el Cádiz, porque la ciudad y el equipo me encantan.
De Segunda B, mis preferidos son el Castilla (filial del Madrid) y el
Rayo Majadahonda (por vivir allí un hermano mío) en el grupo I; en el
II, la Cultural Leonesa, porque siempre admiré su nombre y la ciudad a
la que pertenece, y el Arenas de Guecho, porque es un club histórico que
ganó algo importante hace mil años; en el III, el Cornellá; y en el IV
el San Fernando, por mi debilidad gaditana. Lástima que no los
televisen, no me perdería un partido de la Cultural, como no me lo
pierdo del Numancia.
Admito que los futbolistas son menos diestros que
los de Primera, pero los hay muy buenos. El público es más entusiasta y
se alegra más cuando gana su equipo.
Las pasiones son las mismas, y aun
acentuadas: ya se sabe que la momentánea felicidad del modesto es
incomparable con la rutinaria del acaudalado”. No, no logré convencer a
Juan Díaz. Se quedó mirándome como a un loco o maliciándose que le
hablaba en broma.
Lo segundo no lo hacía.
Lo primero no lo descarto,
pero la culpa no sería mía, sino de Rubiales y Tebas y el resto de
enumerados al principio.
Él, mientras Messi siga en activo, seguirá
besando la camiseta amarilla o arlequinada.
Yo sigo todavía al Madrid,
en la medida de lo posible, de lejos, y mientras esté Zidane a su
frente.
Mi Vichy particular, no lo oculto, sería el regreso de Mourinho.
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