Un mito, Paco; una actriz capaz de volver a triunfar a los 75 años, Asunción Balaguer; y dos hijos y un nieto, Liberto Rabal, que conocen el significado de la derrota.
El sábado 23 de noviembre moría Asunción Balaguer a los 94 años de edad y, tras su imagen de mujer enamorada y actriz empeñada en serlo hasta que se lo permitió la salud, hay todo un antes y un después de una saga de artistas que han conocido el éxito y también la derrota.
Asunción nació en el seno de una familia de la burguesía catalana y a principios de los años 50, con 25 años, llegó a ser la actriz principal de la compañía de teatro Tamayo.
En su camino se cruzó, por aquel entonces, un galán que se convirtió en su marido en 1951 y también en el gran amor de su vida: Paco Rabal.
Con él montó una compañía propia al poco tiempo de casarse y por él y su familia, sus hijos Benito y Teresa, se retiró a un segundo plano profesional, que solo retomó con vehemencia tras la muerte de su esposo en 2001.
Cedió las luces de una carrera brillante a Paco Rabal durante años, pero consiguió algo excepcional en su trabajo: reconquistar el éxito después de los 75 y ser adorada por toda la gente de teatro y cine. Nunca sintió la crítica de la profesión porque su nombre siempre iba acompañado de calificativos que hacían honor a su trayectoria: "buena actriz y buena compañera".
Su compañero de vida nació en Águilas (Murcia) y de forma totalmente autodidacta terminó convirtiéndose en un mito del cine español cuando la gran pantalla eclipsó la trayectoria teatral en la que dio sus primeros pasos.
Con más de cien películas a sus espaldas, algunos títulos como Viridiana o Los santos inocentes se instalaron en la retina de los espectadores como parte de la historia de la cinematografía. También fue de los españoles pioneros en trabajar en el cine internacional con directores como Antonioni, Visconti, Claude Chabrol o Luis Buñuel, uno de sus grandes amigos.
Este último dijo de él: "Por su físico parecía un hombre duro, pero era la persona más tierna que he conocido, era fiel en la amistad, puntual, con gran sentido del humor, infantil y muy severo con sus hijos, parecía chapado a la antigua.
Desde el primer día que nos conocimos fuimos muy buenos amigos y nos llamamos tío y sobrino hasta su muerte".
Muchos ni sabían ni recordaban que empezó vendiendo pipas y caramelos, ni que "la temblera de piernas" por la actuación la sintió cuando entró a trabajar en los Estudios Cinematográficos Chamartín como técnico electricista.
En el terreno personal fue un vividor, un guaperas ligón que adoraba a su mujer pero al que le gustaban todas las demás.Le dio motivos para cerrarle la puerta mil veces pero como ella afirmó en una entrevista concedida a este periódico en 2009, "le quise, nunca dejé de quererle, y le he perdonado todo. Todo, menos una cosa que no voy a contar", dijo entonces.
Los premios les llovieron a ambos, también los trabajos, pero ni España es Hollywood ni la época de sus triunfos dio para fortunas millonarias.
Con tanto arte en casa fue casi natural que los hijos siguieran la estela artística de los padres, así ocurrió con Teresa y Benito Rabal. Teresa, que ahora tiene 67 años, tuvo una discreta carrera cinematográfica.
Después se centró en el público infantil y durante 20 años cantó y actuó para los niños. Incluso montó un circo, El gran circo de Teresa Rabal, junto a su marido, el músico y compositor Luis Eduardo Rodrigo, que falleció el 17 de abril de 2017 a causa de una grave enfermedad pulmonar.
Hacía años que la fama ya se le había escapado de los dedos cuando las deudas acumuladas durante la crisis hicieron saltar por los aires su economía.
En junio de este año desveló que había tenido que vender su casa en Alpedrete (Madrid) acuciada por las deudas y que vivía con su madre en el que había sido el hogar familiar, situado en la misma localidad.
De la vida actual de su hermano Benito no se sabe mucho, pero él también dirigió sus pasos hacia el cine, primero como ayudante de dirección, después como director de la segunda unidad con realizadores como Mario Camús, José Luis Garci, Pedro Olea o Imanol Uribe.
Ha firmado guiones, cuentos, poesía y dos obras de teatro y dirigido él mismo una corta lista de títulos entre los que se encuentran Paco, mi padre (1992) y El furgón (2003).
Parecía que la saga actoral encontraría un relevo de nivel en uno de sus hijos, Liberto Rabal.
En 1997 el mundo se puso a sus pies: fue nominado al Goya al mejor actor revelación por Tranvía a la Malvarrosa y Pedro Almodóvar contó con él para uno de los personajes principales de Carne Trémula.
La oportunidad de trabajar con el gran director manchego se convirtió en un dardo envenenado.
Se vio sobreexpuesto y su actuación fue muy criticada.
Con 44 años, y alguna época límite en la que ha reconocido que él, su mujer y su hijo, tuvieron que vivir con dos euros diarios, ahora trabaja como dependiente en una tienda de Ikea en el centro de Madrid mientras prueba a recuperar su carrera de actor con papeles esporádicos.
Paco Rabal y Asunción Balaguer cerraron una época de la saga Rabal.
Un gran interrogante pende sobre la posibilidad de que alguno de sus descendientes recoja su testigo y el apellido Rabal vuelva a ser uno de los imprescindibles en el cine español.
No hay comentarios:
Publicar un comentario