Casi sin querer, contemplando este manto de nubes, sueño con poder
encontrarte jugando, saltando, escondiéndote y riendo a carcajadas.
Me pides la pelota azul que acabas de tirar y no logras alcanzar.
- Pásala mamá, ¿no la ves ahí detrás? Tira fuerte…¡Mía, ya es mía!
Me preguntas qué habrá de cena hoy.
- Otra vez crema de espinacas, ¡qué rollo!
Me inundas con tu verborrea menuda.
- ¿Cuándo me leerás mi cuento, después del paseo o antes de dormirme? Mejor me cuentas dos, ¿vale?
Cierro los ojos y van pasando los minutos. Y los días. Y los años.
No
me canso de imaginarte feliz, lleno de vida.
Inventando excusas para
no quedarte el sábado en casa estudiando; haciendo planes para irte
este verano a Londres a trabajar de camarero en un pub de Camden;
presentándome a tu nueva amiga: no pongas esa cara mamá, Laura es mi
compañera de prácticas de Microbiología, nada más.
La luz del sol cada vez es más intensa, volamos hacia el oeste. Porqué
no consigo ver pájaros desde esta altura…ni pelícanos, ni cigüeñas, ni
gaviotas.
Tan solo el mar azul profundo que lo cubre todo.
Y un océano
espectacular de nimbos inmensos, toneladas ligeras de algodón empapado
en agua condensada.
Te recuerdo siempre y te invento feliz, sonriendo, cantando.
Estoy tranquila.
Ya he aprendido a no dejarle ni un hueco a la tristeza.
Suena John Fogerty…Who’ll stop the rain?
“Les recordamos señores viajeros que en breves minutos tomaremos tierra
en el aeropuerto internacional de Miami.
Les rogamos que como medida
de seguridad y para evitar interferencias desconecten todos sus
dispositivos electrónicos.”
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