Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

23 ago 2019

“Volver a casa ha sido volver a otro mundo”

  • ultima hora incendio gran canarias
    Una vivienda devastada por el incendio forestal de Gran Canaria, en el barrio rural de Coruña (Artenara).
    Margarita González señala los restos abrasados del orobal que tenía. 
     De la planta ya solo quedan las ramas ennegrecidas por el fuego. "Era el único que había por esta zona. La gente venía para cogerlo. 
    Con él se hacen infusiones, que son buenísimas para todos los dolores", se lamenta mientras se aposta en la puerta de su vivienda, que se yergue intacta en mitad de un paisaje desolador.
     Incrustada entre las montañas que recorre la carretera GC-230, en la zona bautizada como Cueva Corcho, el incendio que aún asola Gran Canaria rodeó su casa.
     Quemó su huerto y terrenos con arboles frutales.
     Cercó a las ovejas y cabras que se guarecían a pocos metros. "Fue cuestión de minutos. 
    De pronto, vinieron las llamas y un humo negrísimo. 
    Nos asomamos y vimos el volcán que teníamos detrás", rememora tras regresar a su domicilio:
     "Ha sido como volver a otro mundo. 
    De ver todo verde a ver todo negro. Es como llegar a un sitio extraño".
    Tras lograr controlar el fuego el pasado martes, el Gobierno autonómico dio por estabilizado el incendio el miércoles por la noche y la mayoría de vecinos —cerca de 9.800 de los 10.000 evacuados, según los últimos datos del Ejecutivo regional— ya han vuelto a sus hogares. 
     Ahora, la isla se pregunta cuál fue su origen y sus efectos medioambientales. 
    Y trata de reponerse de un durísimo golpe que ha devastado casi el 8% de su territorio; que ha afectado directamente a diez municipios; que ha provocado el corte de más de una veintena de carreteras; que confinó a unas 85 personas en el pueblo de Artenara por el riesgo que suponía salir por cualquiera de sus accesos; que ha dañado una de sus áreas verdes más importante —el Parque Natural de Tamadaba—; y que ha conmocionado a toda la sociedad canaria, que experimentó en la noche del lunes un episodio de “miedo y angustia”, en boca del propio presidente del archipiélago, Ángel Víctor Torres (PSOE).
     Los vecinos vivían pegados a las radios y televisiones locales, donde se sucedían horas y horas de emisión mientras las llamas avanzaban imparables.
    "Amenazaban con devorar Gran Canaria", sentencia el socialista, que hace solo dos meses que asumió el cargo gracias a un pacto de izquierdas que desalojó a Coalición Canaria del poder tras 26 años.
     Según los datos del Gobierno, el perímetro del fuego alcanza los 112 kilómetros y las hectáreas quemadas superan las 9.200 —a las que los técnicos suman otras 3.000 por otros dos incendios que han sufrido en los últimos 12 días, uno de los cuales se juntó con el más grande—. 
    En las laderas de las montañas se acumula una ceniza que se impregna en la piel y en la suela de los zapatos
    . El olor a quemado persiste.
     Los cadáveres de miles de pinos y otras plantas dibujan el horizonte. 
    Y los medios aéreos aún se avistan en el cielo, concentrados junto al resto de efectivos en vigilar los puntos que permanecen calientes.
    Federico Grillo, jefe de Emergencias del Cabildo de Gran Canaria, cuenta que todavía queda mucho trabajo por delante. "Se puede tardar bastante tiempo en dar por extinguido el incendio. 
    Yo calculo, que al menos, unas dos semanas. Pero no se puede saber con exactitud", subraya el experto, que se ha convertido en uno de los héroes de las islas.
     El técnico, encargado de dar la cara ante la opinión pública durante la crisis, subraya que quedan tocones y zonas con turba donde podría reavivarse el fuego. 
    Además, se espera un aumento de las temperaturas en los próximos días. Otro riesgo.

    Por ello, en el puesto de mando avanzado de Valleseco, uno de los puntos desde donde se han coordinado las labores de extinción, se palpa la precaución. 
    El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, lo ha visitado este jueves
    . Y, aunque los nervios y la tensión han dejado paso a horas de mayor tranquilidad, aquí no se fían. 
    La bestia "está dormida y hay que rematarla", dicen.
     Y se repite la idea de que todo podía haber sido mucho peor.
    "Las llamas se dirigían hacia la reserva natural de Inagua", explica Grillo, que resume el cóctel perfecto que desbocó el fuego: una ola de calor —más de 30 grados y menos de un 30% de humedad— y fuertes rachas de viento. ¿Se pudo hacer más para frenarlo? 
    "Arrancó ya como un gran incendio. Con llamas muy altas y en zonas de difícil acceso. 
    Las brigadas, cuando llegaron, relataron que era imposible subirse a los riscos.
     Estábamos condenados desde el minuto uno", responde.

    El daño ecológico

    Manuel Nogales vivió parte de su infancia en el Pinar de Tamadaba, una de las áreas más perjudicadas. 
    Este biólogo, delegado del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en Canarias, cuenta que su padre —al igual que su abuelo— participó en la repoblación forestal de la isla durante el siglo XX y, por tanto, pasaba los veranos en una casa de la zona.
     Así que lo conoce muy bien y se muestra preocupado por los daños que pueda haber originado el fuego. 
    "El pinar es resiliente y dentro de unos seis meses ya lo veremos con verde, pero habrá que ver cómo afecta al resto de la fauna y flora.
     Habrá que revisar las ocho especies endémicas.
     Y esperemos que no haya fuertes lluvias que provoquen la erosión del suelo", insiste.
    "Yo soy optimista. El pinar estará recuperado funcionalmente en cinco años como ecosistema en sí.
     El fuego es también algo intrínseco al pinar. Es un elemento más de su propia ecología", añade José María Fernández-Palacios, catedrático de Ecología de La Laguna, que incide en esta peculiaridad: "
    Si eso pasa en la Península, habría que repoblar. Aquí el pinar canario está acostumbrado". 
    Grillo coincide: "Este pinar no muere, rebrota. No es una catástrofe que vaya a hacer desaparecer el pinar.
     Simplemente, ahora hay un cambio, vendrá otra cosa parecido y luego irá cambiando de nuevo hasta volver a ser como era". 

    Margarita González observa uno de los terrenos calcinados junto a su vivienda.
    Margarita González observa uno de los terrenos calcinados junto a su vivienda.
    Ahora toca evaluar y reconstruir. 
    También las infraestructuras y viviendas dañadas, como una casita de una planta ubicada al fondo de un barranco del barrio rural de Coruña (Artenara).
     El fuego la alcanzó de lleno. 
    Las tumbonas de la entrada se derritieron. Y el interior se calcinó. El hogar de Margarita González, en cambio, se salvó. Su marido se quedó para frenar las llamas.
     "Cuenta que ni en el infierno lo habría pasado tan mal. Además, no tiene teléfono móvil. Así que yo y mis hijos, que nos habíamos marchado, no podíamos contactar con él.
     Ahora dice que nunca lo volvería a hacer".

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