Siempre entre las nubes hay esos huequitos de Sol que te dan valor.
Un Blues
Del material conque están hechos los sueños
9 ago 2019
El cebiche universal............................ Ignacio Medina
Siempre ha sido un plato coral, común en cocinas que comparten despensa y querencias.
Cuentan que el primer cebiche moderno lo preparó Pedro Solari en su
local de Jesús María, en Lima. Una leyenda culinaria en un local con una
sola mesa y un comedor abigarrado y ostentoso como lo eran las casas
burguesas de la primera mitad del siglo XX. Nadie le pone fecha exacta,
pero debió ser a finales de los ochenta o principios de los noventa. Toshiro Konishi dirigía ya el itamae del Matsuei en sustitución de Nobu,
emigrado a Argentina para montar su propio restaurante, y de cuando en
cuando se acercaba al local de Jesús María para ejercer de aprendiz
improvisado
Solía contar que fue allí, sentado en un taburete junto a la cocina del
hueco de Pedro Solari para observar los gestos, los movimientos y las
maneras del cocinero limeño, donde vio preparar lo que algunos llamaron
cebiche al momento.
Nadie lo sabía entonces, pero aquella fórmula que
muchos veían como una invención bizarra marcaría el principio de un
proceso que, casi 20 años después, cambiaría la cara de la cocina
peruana y la proyectaría hacia el mundo.
Pedro troceaba el pescado y lo bañaba con la leche de tigre cuando el
cliente ya estaba sentado en la mesa y concretaba el pedido.
Se iba a la
cocina, preparaba el plato y volvía al comedor para dar conversación al
cliente y aliviar los 20 minutos de espera. Era el tiempo que tardaba
en sacar su cebiche a la mesa.
No era tan al momento, aunque se le
acercaba.
El pescado había cambiado de color, pero todavía se mostraba
fresco y jugoso, casi natural.
Una inmediatez impensable en una época en
la que los cebiches se preparaban a primera hora de la mañana, cuando
no la noche anterior, y se dejaban macerando en el jugo del limón y los
otros ingredientes de la leche de tigre hasta la hora del almuerzo.
El
efecto del limón era una cocción en frío que acababa trastocando la
naturaleza del pescado.
Algunos lo vinculaban a preparaciones llegadas
del norte del país.
Lo he visto igual en el Mochoco de Huanchaco, a
pocos kilómetros de Trujillo, pero a estas alturas nadie sabe donde
nació uno y donde empezó el otro.
Hoy, vemos la fórmula de Pedro Solari como una preparación tirando a
clásica, una especie de herencia del pasado cuando los cebiches viven
instalados en la inmediatez absoluta.
El limón o la leche de tigre se
añaden en el momento del servicio, cuando no directamente en la mesa,
para poner en valor el frescor del pescado y preservar la textura y el
sabor. Los nuevos cebiches coexisten con fórmulas populares, como la del
cebiche carretillero, que todavía se vende por las calles.
El pescado
se pica fino y se deja algunas horas en un baño de limón antes de salir a
venderlo.
Lo preparan casi igual en Ciudad de Panamá, donde se vende
por cubos en los puestos del Mercado del Marisco, junto al Casco Viejo.
Me falta el picante del ají y las formas de la leche de tigre, pero en
esencia viene a ser una versión más de un plato que multiplica sus
alternativas mientras recorre la costa del Pacífico.
Solo en Perú se
cuentan por docenas, aunque hay muchísimas más.
En el sur de Chile llaman raspadito a un plato preparado con los restos
del pescado que quedan pegados a la espina central después de sacar los
filetes. Se desmenuza, se prensa y se baña en limón toda la noche.
En
México, donde cuentan con una tradición cebichera tan secular como la
peruana, van cambiando las versiones según estés en Acapulco, Jalisco,
Veracruz, Sonora o cualquier otro Estado del Pacífico.
Ecuador conserva
la tradición del macerado en naranja para sus cebiches de camarón
hervido, mientras en Loja tienen un cebiche de hígado de vaca, cocido y
picado, y en Jipijapa bañan el pescado en un jugo preparado a base de
maní licuado con naranja.
La lista es larga y también recorre las
cocinas centroamericanas, compartiendo las mismas raíces básicas,
llegadas a nuestras cocinas con los españoles: cebolla, el jugo de uno o
varios cítricos y cilantro o perejil.
Siempre fue un plato coral, común
en cocinas que comparten despensa y querencias; un plato universal.
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