''El secreto de un matrimonio feliz es la buena voluntad y la voluntad de doblarse, y de callarse de vez en cuando'', así definía la protagonista de Los puentes de Madison el mágico elixir que ha conseguido mantener su matrimonio a flote durante más de 40 años, casi un auténtico milagro en el mundo de las estrellas de Hollywood.
Pero, Meryl no siempre lo ha tenido tan claro, de hecho, podríamos decir que conoció a su marido en el peor momento de su vida, exacto, tras un fracaso amoroso que la dejó sumida en una profunda depresión.
Antes de la llegada de esos
maravillosos retoños, de su mudanza a Conneticut para darle una vida
normal y alejada de los focos a sus hijos y de todas las alfombras rojas
que ha pisado junto a Don Gummer,
Meryl mantuvo un increíble romance
en la década de los 70 con el también actor John Cazale, íntimo amigo
de Al Pacino y Robert De Niro.
Lo suyo fue amor a primera vista, un
auténtico flechazo, un disparo al corazón que los convirtió en la pareja
más buscada de la época pero, desgraciadamente, a veces las cosas
bonitas duran muy poco y esto es precisamente lo que le ocurrió a Meryl y
John, que cuando estaban viviendo su mejor momento y ya vivían
juntos, el actor fue diagnosticado con cáncer de huesos en estado
avanzado, una enfermedad que acabó con su vida en menos de un año y con
la que Meryl en ningún momento se asustó, al contrario, estuvo a su lado
durante todo el proceso, llegando incluso a ayudarle con los pagos del
costoso tratamiento.
A pesar de los esfuerzos, Cazale fallecía en 1978, dejando a Meryl
destrozada, una Meryl que lejos de sumirse en la tristeza, intentó salir
adelante y sacarle el máximo partido a su vida.
Y aquí precisamente es donde entró Don Gummer, el hombre que le enseñó a valorar cada segundo.
Se conocieron por casualidad gracias al hermano de Meryl, que le recomendó mudarse al estudio de un amigo para salir cuanto antes del apartamento que compartía con Cazale, un lugar plagado de recuerdos en el que la actriz no quería ni podía vivir más.
El estudio era, como no, del escultor Don Gummer y en menos de 6 meses, ya se habían enamorado, casado y esperaban su primer hijo.
"No he superado la muerte de John, pero tengo que seguir viviendo y Don me ha enseñado cómo hacerlo", aseguró Meryl, que apostó de nuevo por el amor y esta vez le salió bien, pues la pareja es una de las más consolidadas de Hollywood y jamás se han escuchado rumores de separación entre ellos.
Y aquí precisamente es donde entró Don Gummer, el hombre que le enseñó a valorar cada segundo.
Se conocieron por casualidad gracias al hermano de Meryl, que le recomendó mudarse al estudio de un amigo para salir cuanto antes del apartamento que compartía con Cazale, un lugar plagado de recuerdos en el que la actriz no quería ni podía vivir más.
El estudio era, como no, del escultor Don Gummer y en menos de 6 meses, ya se habían enamorado, casado y esperaban su primer hijo.
"No he superado la muerte de John, pero tengo que seguir viviendo y Don me ha enseñado cómo hacerlo", aseguró Meryl, que apostó de nuevo por el amor y esta vez le salió bien, pues la pareja es una de las más consolidadas de Hollywood y jamás se han escuchado rumores de separación entre ellos.
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