La gestión de la sequía económica ha hecho perder varios pétalos al PSOE: solo el 44% de quienes votaron por sus listas en 2008 tiene intención de repetir el 20-N, mientras que uno de cada cinco duda y tres de cada diez votarán por otra opción política.
El desgaste ha sido elevado.
Pero no siempre fue así.
En 2007 no se oteaban nubes en el horizonte.
La mayoría de los españoles consideraban que situación económica era bastante buena y aprobaban la gestión de Zapatero, tras sus primeros años de ampliación de los derechos sociales.
El 36% de los ciudadanos aseguraba que no votaría al PP en ningún caso y un 15% no lo haría por el PSOE.
Eso era antes.
El punto de ruptura entre el PSOE y su electorado se produjo en junio del año pasado.
Por primera vez en más de seis años, eran más los votantes socialistas que desaprobaban la gestión del gobierno que quienes la aprobaban (57% frente a 38%).
Hoy, a punto de que formalmente empiece la campaña electoral, el PSOE cuenta con un 34% de antivoto duro: personas que aseguran que no le votarían en ningún caso.
Y lo peor. Entre ellos están un 13% de quienes le votaron en las pasadas elecciones.
Estos han pedido el divorcio y no quieren saber nada más de su expartido. Pero además están esos tres de cada diez que tienen pensado irse con otra formación política el 20-N.
Con este panorama, acierta necesariamente la directora de la campaña socialista, Elena Valenciano, cuando explicaba recientemente en una entrevista que en las próximas semanas “habrá lugar para los sentimientos”.
Ardua tarea le espera, tratar de convencer a una parte de su electorado, que se siente desengañado, frustrado y despechado, que vuelva a casa y que no escuche los cantos de los pretendientes que suenan a derecha e izquierda.
Cómo convencerles que no fue él, que será diferente esta vez y que el PP le tratará peor. Difíciles serán las promesas cuando en el debate a Rajoy le baste con replicar: “¿Por qué no lo hiciste antes”. Con razón se dice que las elecciones no las gana la oposición, las pierde el gobierno.
Sin duda, las pierden los sentimientos de desengaño.
Y si nada extraordinario ocurre en las emociones del electorado socialista en los próximos días, Rajoy encontrará esta vez en su camino a La Moncloa una alfombra de pétalos de rosa.
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