El diseñador, que continúa al frente de la compañía, es propietario de una de las últimas marcas independientes que no ha sido absorbida por ningún conglomerado del lujo.
Giorgio Armani, leyenda de la moda y único hombre a los mandos de la
poderosa firma que lleva su nombre, cumple 85 años el 11 de julio, con un universo creativo tan vigente como cuando empezó hace cuatro décadas,
sin necesidad de actualizarse y sin pensar en soltar el timón.
Es el propietario de una de las últimas marcas independientes que no ha sido absorbida por ningún conglomerado del lujo y que sigue siendo un ejemplo raro de gestión que concentra los aspectos administrativos y los creativos en una única figura.
Tras la retirada del diseñador Valentino en 2008 de las pasarelas y la desaparición de Karl Lagerfeld el pasado febrero, se ha confirmado como el último emperador de la moda.
Giorgio Armani nació en Piacenza (Emilia Romagna) en 1934.
A diferencia de otros grandes diseñadores, no procede de una familia de sastres, su padre era contable y su madre, ama de casa. Probó a estudiar medicina y después de tres cursos lo dejó para hacer el servicio militar.
De ahí pasó a trabajar como montador de escaparates en unos exclusivos almacenes de Milán y más tarde, después de un tiempo como ayudante de fotografía y dependiente de la sección masculina de una tienda llegó al taller del estilista Nino Cerruti, a inicios de los años sesenta.
Sin ninguna formación en diseño, creó una colección completa de hombre.
Tuvo éxito y comenzó a trabajar para otras marcas.
Hasta que en 1975, con 41 años, despegó en solitario.
En apenas una década pasó de no haber dado una sola puntada en su vida a firmar una revolución en el mundo de la moda.
Lo consiguió a base de una determinación de hierro y una dedicación total a su proyecto.
Su habilidad para saber leer una época y las necesidades de la nueva sociedad y para revindicar la influencia de la indumentaria lo ha convertido en una de las personalidades más representativas e influyentes de la moda.
Su florecimiento como creador coincidió con el apogeo del feminismo y su revolución llegó en el momento justo. Adaptó el patrón del traje clásico británico y lo introdujo en el ropero femenino.
Liberó la silueta de la mujer, la alejó de los estereotipos y a inicios de los ochenta vistió a la nueva ejecutiva (además del ejecutivo) que comenzaba a sobresalir.
“Todas las que no queríamos llevar vestidos muy escotados o entallados, sabíamos que encontraríamos en Armani un fondo de armario que nos haría sentir como objetos sexuales”, ha observado la actriz Isabella Rossellini.
Ellas encuentran autoridad, feminidad, sofisticación y naturalidad en sus diseños.
“Me gusta que mi estilo dé confianza a la mujer, pero que no determine su personalidad”, declaró Armani hace años al diario The Guardian.
También ha sido el primer modisto en seducir al Hollywood contemporáneo, tanto en la pantalla como en la alfombra roja.
En 1983 se convirtió en el primer diseñador que estableció una oficina allí.
Su historia de amor con el séptimo arte había comenzado tres años atrás, cuando creó el guardarropa de Richard Gere en American Gigolo.
El proyecto supuso un punto de inflexión en la carrera de Armani y le sirvió para dar a conocer su estilo en todo el mundo y consagrarse como el rostro del nuevo glamur de la meca del cine. Ha vestido y conquistado a las grandes celebridades de la industria del cine, la música, y la televisión y también a exponentes de la realeza.
Su agenda de incondicionales está formada por una larga lista de estrellas, desde Sophia Loren, Claudia Cardinale, Glenn Close, Harrison Ford Robert de Niro, Michelle Pfeiffer, hasta Clint Eastwood, Jack Nicholson o Jeremy Irons, entre otros, pasando por la princesa Charlène de Mónaco, que lo eligió para su vestido de novia.
Armani es sinónimo de elegancia y minimalismo
y la estética que ha creado es tan definida que cualquiera podría
reconocer su estilo a simple vista.
En sus más de cuatro décadas de perpetua apoteosis, el pope de la moda ha sabido diversificar y explotar el concepto de marca de forma global.
Hoy Armani es una compañía que emplea a 10.500 personas, factura cerca de 3.000 millones de euros al año e imprime su nombre en ropa, accesorios, perfumes, bombones, flores y botellas de agua, además de tener ocho líneas textiles con sus respectivas colecciones.
Giorgio Armani celebra sus 85 años en pleno apogeo, demostrando que sigue en forma y con multitud de proyectos en mente.
Por lo pronto, vestirá a los atletas italianos en las Olimpiadas de Tokio 2020, siguiendo la tradición que inauguró en los Juegos Olímpicos de Londres 2012 y a la selección italiana de fútbol –masculina, femenina y sub21– las próximas temporadas.
Además, Mediaset está grabando una serie titulada Made in Italy que llevará a la pequeña pantalla el mundo de la moda e italiana de los años setenta y que recorrerá indudablemente la carrera de Armani.
Lo interpreta el actor Raoul Bova, que en la presentación del proyecto contó una divertida anécdota con el diseñador: “Me dijo: 'eres demasiado guapo para hacer de mí.
No quiero ser el protagonista de esta historia, contigo mi personaje tendría mucho peso'.
Después me llamó y me dijo: 'Lo he estado pensando. Yo también he sido guapo de joven. Tal vez más que tú”.
Es el propietario de una de las últimas marcas independientes que no ha sido absorbida por ningún conglomerado del lujo y que sigue siendo un ejemplo raro de gestión que concentra los aspectos administrativos y los creativos en una única figura.
Tras la retirada del diseñador Valentino en 2008 de las pasarelas y la desaparición de Karl Lagerfeld el pasado febrero, se ha confirmado como el último emperador de la moda.
Giorgio Armani nació en Piacenza (Emilia Romagna) en 1934.
A diferencia de otros grandes diseñadores, no procede de una familia de sastres, su padre era contable y su madre, ama de casa. Probó a estudiar medicina y después de tres cursos lo dejó para hacer el servicio militar.
De ahí pasó a trabajar como montador de escaparates en unos exclusivos almacenes de Milán y más tarde, después de un tiempo como ayudante de fotografía y dependiente de la sección masculina de una tienda llegó al taller del estilista Nino Cerruti, a inicios de los años sesenta.
Sin ninguna formación en diseño, creó una colección completa de hombre.
Tuvo éxito y comenzó a trabajar para otras marcas.
Hasta que en 1975, con 41 años, despegó en solitario.
En apenas una década pasó de no haber dado una sola puntada en su vida a firmar una revolución en el mundo de la moda.
Lo consiguió a base de una determinación de hierro y una dedicación total a su proyecto.
Su habilidad para saber leer una época y las necesidades de la nueva sociedad y para revindicar la influencia de la indumentaria lo ha convertido en una de las personalidades más representativas e influyentes de la moda.
Su florecimiento como creador coincidió con el apogeo del feminismo y su revolución llegó en el momento justo. Adaptó el patrón del traje clásico británico y lo introdujo en el ropero femenino.
Liberó la silueta de la mujer, la alejó de los estereotipos y a inicios de los ochenta vistió a la nueva ejecutiva (además del ejecutivo) que comenzaba a sobresalir.
“Todas las que no queríamos llevar vestidos muy escotados o entallados, sabíamos que encontraríamos en Armani un fondo de armario que nos haría sentir como objetos sexuales”, ha observado la actriz Isabella Rossellini.
Ellas encuentran autoridad, feminidad, sofisticación y naturalidad en sus diseños.
“Me gusta que mi estilo dé confianza a la mujer, pero que no determine su personalidad”, declaró Armani hace años al diario The Guardian.
También ha sido el primer modisto en seducir al Hollywood contemporáneo, tanto en la pantalla como en la alfombra roja.
En 1983 se convirtió en el primer diseñador que estableció una oficina allí.
Su historia de amor con el séptimo arte había comenzado tres años atrás, cuando creó el guardarropa de Richard Gere en American Gigolo.
El proyecto supuso un punto de inflexión en la carrera de Armani y le sirvió para dar a conocer su estilo en todo el mundo y consagrarse como el rostro del nuevo glamur de la meca del cine. Ha vestido y conquistado a las grandes celebridades de la industria del cine, la música, y la televisión y también a exponentes de la realeza.
Su agenda de incondicionales está formada por una larga lista de estrellas, desde Sophia Loren, Claudia Cardinale, Glenn Close, Harrison Ford Robert de Niro, Michelle Pfeiffer, hasta Clint Eastwood, Jack Nicholson o Jeremy Irons, entre otros, pasando por la princesa Charlène de Mónaco, que lo eligió para su vestido de novia.
En sus más de cuatro décadas de perpetua apoteosis, el pope de la moda ha sabido diversificar y explotar el concepto de marca de forma global.
Hoy Armani es una compañía que emplea a 10.500 personas, factura cerca de 3.000 millones de euros al año e imprime su nombre en ropa, accesorios, perfumes, bombones, flores y botellas de agua, además de tener ocho líneas textiles con sus respectivas colecciones.
Giorgio Armani celebra sus 85 años en pleno apogeo, demostrando que sigue en forma y con multitud de proyectos en mente.
Por lo pronto, vestirá a los atletas italianos en las Olimpiadas de Tokio 2020, siguiendo la tradición que inauguró en los Juegos Olímpicos de Londres 2012 y a la selección italiana de fútbol –masculina, femenina y sub21– las próximas temporadas.
Además, Mediaset está grabando una serie titulada Made in Italy que llevará a la pequeña pantalla el mundo de la moda e italiana de los años setenta y que recorrerá indudablemente la carrera de Armani.
Lo interpreta el actor Raoul Bova, que en la presentación del proyecto contó una divertida anécdota con el diseñador: “Me dijo: 'eres demasiado guapo para hacer de mí.
No quiero ser el protagonista de esta historia, contigo mi personaje tendría mucho peso'.
Después me llamó y me dijo: 'Lo he estado pensando. Yo también he sido guapo de joven. Tal vez más que tú”.
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