Siempre entre las nubes hay esos huequitos de Sol que te dan valor.
Un Blues
Del material conque están hechos los sueños
9 jun 2019
Aquellas vacaciones de siempre
Una de las terrazas del jardín del hotel Can Bordoy, en Palma de Mallorca.L STUDIOLujo vintage en Palma
— Gente sofisticada y con una cuenta corriente desahogada. Eso es lo que busca atraer Can Bordoy, el nuevo hotel de gran lujo
inaugurado a finales de 2018 en el casco histórico de Palma. Concebido
como una residencia privada victoriana, el establecimiento “rompe con la
rigidez y la formalidad de un cinco estrellas convencional”, explica
Giovanni Battista, su director general. Aquí el desayuno se sirve a
cualquier hora, no hay prisa por dejar la habitación el último día y no
existe la clásica recepción de hotel. A cambio, tres mayordomos —Joan,
Clementina y Alexandra— “están a tu disposición las 24 horas del día”,
hasta el punto de que hacen de despertadores humanos: “Por la mañana
entran en tu habitación y, mientras te desperezas, te llenan la bañera y
te preparan la ropa”. Lujo vintage dirigido a aquellos que
necesitan una dosis extra de mimos y atención: “Hay huéspedes a los que
saludamos con abrazos porque ellos mismos lo piden. Tres o cuatro noches
con nosotros y ya es como si fuéramos tu familia”. Pero aquí el cariño no se regala. Cada una de las 21 suites que alberga
este imponente palacete, que antes fue un colegio de monjas, no bajan de
los 400 euros la noche, llegando a rozar los 700 las más exclusivas. Quizá por eso, desde su apertura nunca han estado ocupadas más de 12 o
13 al mismo tiempo. Cuando se remodeló el edificio, se decidió volver a
abrir las grietas que afectaban a la fachada para dotar a este hotel boutique del “romanticismo decadente de sus inicios”.
'Pîntxos' en la barra del bar Gran Sol, en Hondarribia.Álex Iturralde
Hondarribia, el ombligo de la gastronomía vasca
— Pocos pueblos del norte de España pueden presumir de concentrar en
tan pocos metros cuadrados una oferta gastronómica como la de Hondarribia. Tradicional retiro de la burguesía madrileña que huye de la canícula,
esta villa amurallada de casas blasonadas oferta multitud de
restaurantes y tabernas de pintxos.Dos sobresalen sobre el resto: La Hermandad de Pescadores y el bar Gran Sol. Al frente del primero están Iñaki Bergés y su mujer, Maite Martínez,
que tomaron las riendas de este templo de la cocina vasca en 2010.
Bergés aprendió el oficio de cocinero en alta mar. “Con 14 años tomó el
mando de los fogones y sus compañeros ya no le dejaban hacer otra cosa”,
recuerda su mujer. Su plato estrella es la sopa de pescado. “Tampoco
tiene secretos, es la que hacían toda la vida nuestras madres”, explica
Maite. A diario, también cuando aprieta el calor, preparan entre 40 y 50
litros. Y nunca sobra nada, aseguran. El caldo, cuyo ingrediente
principal es la merluza del Cantábrico, es el banderín de enganche para
las riadas de japoneses que acuden regularmente a probarla. En el bar
Gran Sol, en cambio, son sibaritas del pintxo, “la
quintaesencia de lo vasco”, según David Barrado, al frente de una barra
donde se despachan cada jornada 4.000 muestras de esta codiciada cocina
en miniatura. “Y todos se comen, está estudiado”. La chef Mika Pop
aporta la materia gris necesaria para que estos exquisitos bocados
rebosen sofisticación y originalidad, como el cerdo en tres texturas
envuelto en tinta de chipirón. El Capricho, proyectado por Antoni Gaudí en Comillas (Cantabria).Joana Kruse (Alamy)Comillas, un pueblo con pedigrí convertido en plató de cine
— Un novio despechado al que acaban de dejar plantado el día de su
boda vuelve al lugar donde veraneaba de niño para intentar reconquistar a
su amor platónico. Así arranca Primos (2011), la taquillera película de Daniel Sánchez Arévalo filmada íntegramente en Comillas,
bastión del veraneo aristocrático en Cantabria. “Cada vez que hay un
rodaje y buscan figurantes acuden todos los comillanos”, relata con
orgullo la alcaldesa, María Teresa Noceda. La Ruta del Cine que organiza su Ayuntamiento hace paradas en 10 rincones inmortalizados por directores como Narciso Ibáñez Serrador, Juan Antonio Bardem, Mario Camus
y, más recientemente, Carlos Therón, Miguel Martí o el propio Sánchez
Arévalo. Pero la ficción del cine no ha alterado la realidad sociológica
de Comillas, que sigue siendo uno de los destinos preferidos de la alta
alcurnia, una foto fija sin apenas cambios en generaciones. Aunque en los últimos tiempos, explica la regidora, esa vieja
aristocracia se ha visto eclipsada por “la llegada de grandes
empresarios del Ibex 35”. La gran concentración de poder y dinero no
impide que en sus calles empedradas cuajen sitios sencillos como La
Gilda, un gastrobar situado en una casa solariega frente al palacio de
Sobrellano. Al frente del negocio, inaugurado en 2018, está la bilbaína
Pilar Corral, que aplica en sus recetas lo aprendido en Nueva York, donde se formó como cocinera. En su original propuesta sobresalen el po’boy
de vieras y langostinos, “un sándwich típico de Nueva Orleans que
solían comer los trabajadores”, y las rabas de calamar con mayonesa
picantona, “las mejores de la zona”. Todo a precios comedidos, aunque
quizá esto no sea lo más importante en Comillas.
Meditación y yoga en Lanzarote.CALIMA SURF
Lanzarote, yoga y surf en tierras volcánicas
— Más allá de la omnipresente huella artística de César Manrique,
Lanzarote es un paraíso volcánico que tardó en ser descubierto por el
turismo de masas. No abandonó su marginalidad hasta los ochenta, gracias
a la pujanza de los nórdicos, sobre todo daneses, convirtiéndose en uno
de los destinos alternativos favoritos para europeos y españoles. También es una meca del surf, que se practica con denuedo en las playas
del norte, cuyas arenas blancas se extienden en un suave manto que
recubre los sedimentos volcánicos y las rocas del fondo.Famara es un majestuoso arenal
de seis kilómetros azotado recurrentemente por los vientos alisios,
circunstancia que convierte a este lugar en el ideal para cabalgar olas
en sus aguas prístinas. Por algo le llaman la Hawái de Europa. En el
pueblo de La Caleta hay establecidas varias escuelas de surf. Una de las decanas es Calima,
puesta en pie por los hermanos Cruz —Michael y Deborah— en 1996. Abierta todo el año, ahora también imparte yoga. “Te ayuda a mejorar tu
equilibrio, reduce el riesgo de lesiones y calma la ansiedad”, explica
Deborah. La mayoría de los que llaman a su puerta (1.500 alumnos al año)
buscan adquirir los rudimentos básicos para no caerse de la tabla, pero
muchos acaban rendidos a la meditación. Dos horas diarias de surf y una
buena ración de espiritualidad también les hace estrechar lazos. “Al
verano siguiente vuelven como parejas, algunas incluso con niños”. Muy
cerca de allí, a pie de playa, está el restaurante El Risco, que elabora “una comida de kilómetro cero con guiños a otras latitudes”, explica Marcos Rodríguez, uno de sus tres socios. Al entrar, un enorme mural de Manrique preside el comedor, “un homenaje a
los pescadores de La Graciosa”, islote del archipiélago Chinijo, la
mayor reserva marina de Europa, que luce descomunal desde su terraza.
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