Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

21 may 2019

Valle-Inclán y Berlanga en el Wanda Metropolitano




La XIII Legislatura se abre con una estampa genuinamente española, la inefable mezcla entre la grandeza y lo grotesco-

Agustín Javier Zamarrón, presidente de la Mesa de Edad del Congreso.
Quiso el azar, que a veces es algoritmo, que el presidente de la Mesa de Edad, don Agustín Javier Zamarrón, diputado por Burgos de 73 años y primoroso en su desempeño, se diera mucho más que un aire razonable a don Ramón María del Valle-Inclán, que en paz descanse. 
Mataba Zamarrón así varios pájaros de un tiro sin recurrir a ninguna arma más allá de su singular y poderosa presencia: encarnar el espíritu de la jornada y facilitar notablemente la tarea de los cronistas sirviéndoles en bandeja tan golosísima metáfora. Había que estar ciego, perdón, discapacitado visual severo, para no ver un esperpento en la sesión de apertura de la legislatura.
 La inefable mezcla entre la grandeza y lo grotesco que tan bien nos retrata.
 Eso, con sus buenas dosis del mejor Luis García Berlanga, ha sido la apertura de la XIII Legislatura. 
Una estampa genuinamente española.
Solo había que imaginar a los diputados presos, Junqueras, Rull, Turull y Sànchez, levantarse aún de noche en la prisión de Soto del Real, quitarse las legañas, plantarse el terno y la camisa lavada y planchada por sus compañeros de trena en la lavandería penitenciaria, y subirse al furgón policial rumbo a sus escaños de padres de la patria —española— para revivir el espíritu de Todos a la cárcel.
 La escopeta nacional ya estaba representada por sus noveles señorías de Vox que, haciendo honor a su apropiación indebida del lema “la España que madruga” y con un enhiestísimo Santiago Abascal a la cabeza, llegaron los primeritos y se atrincheraron estratégicamente detrás del banco azul del Gobierno con manifiesto ánimo de echarle el aliento en el cogote al presidente Sánchez y a sus ministros, todos ellos en funciones de diputados electos hasta que se invista al jefe.
 Había que ver al pobre José Zaragoza, número dos del Partido Socialista de Cataluña, castigado por llegar pronto, encajonadito entre Abascal y Espinosa de los Monteros con cara de encomendarse a la Moreneta preguntándose por qué le habían abandonado los suyos en semejante tesitura y apurando tamaño cáliz.

 Todos y cada uno de los puntos más morbosos del orden del día, más allá de la cantada elección de Batet como presidenta de la Cámara en segunda y tediosísima vuelta, fueron satisfechos a su debido tiempo por sus protagonistas, conscientes todos de tener a las cámaras pendientes de cualquier arqueo de ceja.

 El saludo entre Junqueras y el presidente Sánchez, reducido a un apretón sin más ceremonia, fue la foto más esperada, aunque por el rato que el primero estuvo departiendo con los ministros Josep Borrell y Dolores Delgado de vuelta a su escaño tras depositar su voto, se diría que estaban puenteando a Marchena arreglando el procés y su problemática.

 También se materializó la libre circulación de los diputados presos por el hemiciclo y el ambigú de los recesos, pero eso fue en los ratos que les dejaba libres su desaforada actividad ¿whatsappera? con los móviles de que dispusieron durante toda la sesión parlamentaria. 

Y, por supuesto, se levantó acta de la frialdad entre los populares y los presos, Ciudadanos y los presos, y Vox y los presos, quienes, sin embargo, se deshacían en sonrisas con todos quienes les dirigían la mirada, presos, quizá, valga la redundancia, del síndrome de la soledad del talego al que volverían cumplido el trámite de acatar la misma Constitución que violentaron.


 Por lo demás, la vuelta al cole de los parlamentarios semejó, como todas, un reencuentro de colegiales después de las vacaciones. Besos, abrazos, risas, cuchicheos, empellones, recelos con los nuevos y compadreo con los repetidores, toma de posiciones en la fila y cálculo de futuras posibilidades con los profes, los amiguitos y los rivales del patio.
 En cuanto al uniforme, de los padres no me atrevo a opinar, porque un traje es un traje y los ternos siguen dominando la estética masculina del Congreso, sobre todo en las grandes ocasiones, pero apuesto a que el grueso de las madres de la patria contribuyeron generosamente al engorde de la cuenta de resultados del imperio de Amancio Ortega, dada la espectacular profusión de chaquetas blancas y rojas de entretiempo que lucían y que hacían del hemiciclo una réplica a escala del Wanda Metropolitano.

Dicho sea con el debido respeto al resto de equipos y a todos y cada uno de los grupos parlamentarios.
 

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