Dos arqueólogos independientes y las universidades de Upsala, Cranfield, Estocolmo, Oxford y Complutense buscan una respuesta al crimen múltiple de la mallorquina Sa Galera.
Vicente G. Olaya
Ocupa unos 1.800 metros cuadrados (la cuarta parte de un campo de fútbol) y nunca ha sido habitado por humanos, aunque muchas culturas lo han pisado.
Sin embargo, oculta enigmas que traen de cabeza a los arqueólogos Ramón Martín y José Argüello que, desde 2012, lo han excavado junto a 80 voluntarios.
Algunas de las interrogantes de esta planicie de roca ya han sido resueltas, pero otras continúan en el aire: ¿por qué y quién fue responsable de la muerte violenta de diez personas en la isla y las tiró a diferentes oquedades hace 2.000 años?
¿Por qué asesinaron a dos mujeres embarazadas? ¿A quién correspondía el cadáver del hombre rico? Ahora, el equipo investigador de Sa Galera y las universidades de Cranfield, Upsala, Estocolmo, Oxford y Complutense de Madrid buscan en la genética una respuesta.
De momento, los especialistas ya han logrado reconstruir el rostro de uno de dos de los desdichados.
Las investigaciones se alargarán hasta 2024.
Los cartagineses arribaron al islote entre los siglos IV y III antes de nuestra era, cuando excavaron un sistema de cisternas rituales y canalizaciones y un templo de unos 5 por 5 metros para crear un espacio sagrado.
En la edificación se emplearon grandes sillares, de hasta 120 centímetros de longitud y 70 de ancho, que se extrajeron de la misma isla (la cantera es visible hoy en día).
El edificio alcanzó los cuatro metros de altura y se veía desde cualquier punto de la bahía de Palma.
Antes de la Segunda Guerra Púnica entre cartagineses y romanos (218-201), el templo fue rodeado de una construcción más grande de 10 por 10 metros, y durante esa contienda fue objeto de dos destrucciones.
Primero sufrió un incendio, pero fue reconstruido por los baleares. Finalmente, fue arrasado por los romanos, como demuestra el hallazgo de una punta de escorpión (proyectil), disparada desde un barco de guerra.
De esa época se han hallado gran cantidad de cerámicas púnicas, íberas, norteafricanas e itálicas, que corresponden a ofrendas en el templo: ocho monedas, platos de pescado, cuencos, jarritas y un askos [especie de jarrón] ebusitano.
Casi todo, del siglo II a. de C., incluido un esqueleto dentro de una sepultura.
Su buen estado de conservación permite saber que se trataba de un hombre bien alimentado y posiblemente rico, de 1,65 metros de altura y de entre 35 y 40 años de edad. Se ha reconstruido su busto.
Y eso que los cartagineses y sus aliados baleáricos (eran sus honderos mercenarios) habían construido una muralla y un torreón en torno al edificio para defenderlo y para proteger el puerto de la costa.
En el siglo I, con Hispania ya sometida a la bota de Roma, alguien abandona los 10 cuerpos.
Entre ellos una chica de 22 años, boca abajo y embarazada de nueve meses o con el bebé recién nacido.
El estudio antropológico indica que podría ser mestiza (negroide subsahariana y caucásica), algo que se confirmará con análisis de ADN.
Su rostro se ha recuperado gracias al trabajo de los antropólogos y artistas plásticos. "Está claro", señala Argüello, "que sufrieron una muerte en extrañas circunstancias porque sus cuerpos fueron abandonados de cualquier forma”. ¿La cuestión es por qué?.
La posibilidad de que sus muertes fueran producto de un ritual es escasa y la investigación continúa".
El islote no fue vuelto a pisar por nadie durante más de mil años, hasta la Edad Media, de la que se han encontrado algunos materiales.
En la Edad Contemporánea, la cercanía a un matadero y sus consiguientes olores y desperdicios hizo que no fuera urbanizado. En el siglo XX, solo los militares lo utilizaron como campo de tiro. Desconocían que estaban bombardeando un yacimiento de 4.000 años frente a las costas de Palma, al tiempo que permitían que el islote se librase de la salvaje ocupación urbanística de los años 60 y 70, y llegase así, casi intacto, hasta nuestros días.
Con misterio incluido.
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