Pactos, trifulcas entre cónyuges y desapariciones clamorosas, así reaccionan las familias de las celebridades para preservar su intimidad o aprovecharse de su popularidad.
Apple es la hija de 14 años de una expareja muy bien avenida, la que forman la actriz y empresaria Gwyneth Paltrow y Chris Martin, el cantante del grupo Coldplay.La armonía que han mostrado durante todo su proceso de divorcio y posterior separación hacen de ellos unos padres ejemplares que han conseguido un ambiente de armonía para los dos hijos que tuvieron juntos y que mantienen a pesar de que ambos tienen nuevas parejas.
Pero gestionar la fama de los padres, por muy bien que intenten hacerlo, no debe ser tarea fácil para sus hijos cuando éstos aún no saben qué hacer con la exposición a las que les somete la fama de sus padres.
La fotografía que colgó Gwyneth Paltrow en su cuenta de Instagram en la que aparecía junto a su hija Apple es buena muestra de ello.
En la imagen la actriz aparece a cara descubierta, casi sin maquillar y en un telesilla de una estación de esquí junto a una joven con casco y enormes gafas de nieve de la que solo se pueden reconocer un bonito contorno de cara, la nariz y los labios.
La única pista sobre su identidad la da su propia madre con dos emoticonos: una manzana y un corazón.
Una inocente imagen para expresar el amor y el orgullo que siente hacia su primogénita.
De nada ha valido y Apple ha contestado a su madre públicamente: “Mamá ya hemos discutido esto. No puedes poner fotos mías sin mi consentimiento”.
A lo que Paltrow le contesta: “¡Pero si no se te ve la cara!”.
Una justificación que probablemente no tiene en cuenta el agobio que puede suponer para una adolescente que su imagen cuelgue de una red social en la que su madre tiene 5,3 millones de seguidores, de los cuales más de 150.000 han dado al símbolo de ‘me gusta’ para esta fotografía.
Demasiados ‘likes’ para Apple.
Este es solo un ejemplo del debate sobre el derecho a la privacidad de los hijos de los famosos, una discusión que provoca pactos entre padres e hijos, trifulcas entre cónyuges y clamorosas desapariciones virtuales conscientemente buscadas.
Es cierto que existen muchos ejemplos de vástagos que aprovechan el tirón de sus mediáticos progenitores para lanzarse a Internet y hacer negocio como prescriptores, o para emular las carreras de sus padres.
Kaia y Presley Gerber, hijos de Cindy Crawford y Rande Gerber, la progenie del matrimonio Beckham o la numerosa prole del clan Kardashian son buenos ejemplos de ello.
Pero otros quieren crecer sin ser conocidos, disfrutar del anonimato, no someterse a la crítica o el halago constante de los seguidores o haters de sus padres y simplemente ser ellos mismos.
En Estados Unidos este debate está en plena efervescencia y en ocasiones son los propios hijos los que ponen límites, como ha ocurrido con la hija de Paltrow.
En España, los medios suelen pixelar la imagen de los menores, pero cuando cumplen la mayoría de edad se abre la veda.
Ha habido ejemplos recientes como Cayetana Rivera (hija de Francisco Rivera y Eugenia Martínez de Irujo), Alba Díaz (hija de Manuel Díaz El Cordobés y la diseñadora Vicky Martín Berrocal), Lucía Rivera (hija de la modelo Blanca Romero y adoptada por el torero Cayetano Rivera), Alejandra Rubio (hija de Terelu Campos y Alejandro Rubio) o Andrea Molina (hija de los actores Lydia Bosch y Micky Molina).
En estos casos no parece haber molestado mucho a las afectadas, pero no ocurrió lo mismo cuando se despixelaron las fotografías de Andrea Janeiro, la hija de la televisiva Belén Esteban y el torero Jesulín de Ubrique.
Sin comerlo ni beberlo se convirtió en un personaje buscado, perseguido, criticado y fue incluso objeto de chirigotas. Su madre pidió respeto y ella lo exigió:
“Con motivo de la presión mediática a la que me estoy viendo sometida,
muy especialmente desde que alcancé la mayoría de edad, quiero pedir
públicamente a los medios que pongan fin a dicha situación y a la
vulneración de mis derechos al honor, la intimidad y a la propia
imagen”, dijo en un comunicado que emitieron sus abogados.
Y añadía: “He
sido, y soy, coherente y consecuente con mi voluntad de permanecer
ajena a los focos, y trato de preservar mi intimidad en la medida de lo
posible pese a mis específicas circunstancias familiares”.
Andrea puso
tierra de por medio y se marchó a Birminghan (Reino Unido) donde se ha
librado de fotógrafos que la persigan y puede continuar tranquilamente
con sus estudios para convertirse en locutora de radio.
Las mismas “circunstancias familiares” han sido el fondo de la
polémica que en los últimos meses enfrenta a otros dos famosos
nacionales: David Bisbal y su expareja Elena Tablada.
La cuestión que ha alterado el clima entre ambos es la exposición en redes sociales de Ella, su hija de nueve años.
Bisbal ha llegado a presentar una demanda en un juzgado de Madrid para pedir que se proteja la intimidad de su hija a quien él ha mostrado en algunas ocasiones de forma que no se la reconozca, mientras la madre de la niña publica fotografías en las que se la distingue de manera más evidente.
El debate es a qué peligros se exponen quienes aparecen en las redes de personajes seguidos por millones de personas.
Los expertos tienen claro que la premisa fundamental es que los padres deben entender que los hijos son seres independientes que no les pertenecen y que en el presente o en el futuro pueden no sentirse cómodos con que compartan contenidos suyos sin que ellos decidan si les gusta o no.
En un reportaje publicado en la revista Icon en enero de 2018, Javier Urra que fue el primer defensor del menor en Madrid se mostró claro y contundente:
“La intimidad, la dignidad y el honor son tres conceptos fundamentes para cualquier ser humano; por lo tanto, también para un menor.
Y todo lo que atente contra eso (usar la imagen de alguien sin su permiso, por ejemplo) debe ser perseguido”.
La cuestión que ha alterado el clima entre ambos es la exposición en redes sociales de Ella, su hija de nueve años.
Bisbal ha llegado a presentar una demanda en un juzgado de Madrid para pedir que se proteja la intimidad de su hija a quien él ha mostrado en algunas ocasiones de forma que no se la reconozca, mientras la madre de la niña publica fotografías en las que se la distingue de manera más evidente.
El debate es a qué peligros se exponen quienes aparecen en las redes de personajes seguidos por millones de personas.
Los expertos tienen claro que la premisa fundamental es que los padres deben entender que los hijos son seres independientes que no les pertenecen y que en el presente o en el futuro pueden no sentirse cómodos con que compartan contenidos suyos sin que ellos decidan si les gusta o no.
En un reportaje publicado en la revista Icon en enero de 2018, Javier Urra que fue el primer defensor del menor en Madrid se mostró claro y contundente:
“La intimidad, la dignidad y el honor son tres conceptos fundamentes para cualquier ser humano; por lo tanto, también para un menor.
Y todo lo que atente contra eso (usar la imagen de alguien sin su permiso, por ejemplo) debe ser perseguido”.
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