El Teatro de la Zarzuela de Madrid estrena una obra basada en la peripecia biográfica de la lexicógrafa María Moliner.
El Teatro de la Zarzuela de Madrid, tan parco en estrenos, se ha
comprometido seriamente con la presentación mundial de esta nueva ópera,
basada en la peripecia biográfica de María Moliner,
la gigantesca lexicógrafa que realizó sola, en el salón de su casa, un
diccionario de uso del español de extraordinarias resonancias.
Excelente iniciativa esta ópera, realizada, eso sí, desde propuestas muy problemáticas.
Una ópera española actual no puede dejar de lado la extrema dificultad de cocinar bien los ingredientes.
Y de ellos, el más importante y el primero a considerar es el de una relación significativa entre texto y canto, algo que solo se alcanza cuando hasta el último espectador sale del teatro convencido de que esa historia no puede ser viable más que cantada.
Este enigma solo se acerca a su resolución cuando el texto supura poesía y lirismo.
No es este el caso. En María Moliner, esta primera premisa se soslaya antes de empezar.
Excelente iniciativa esta ópera, realizada, eso sí, desde propuestas muy problemáticas.
Una ópera española actual no puede dejar de lado la extrema dificultad de cocinar bien los ingredientes.
Y de ellos, el más importante y el primero a considerar es el de una relación significativa entre texto y canto, algo que solo se alcanza cuando hasta el último espectador sale del teatro convencido de que esa historia no puede ser viable más que cantada.
Este enigma solo se acerca a su resolución cuando el texto supura poesía y lirismo.
No es este el caso. En María Moliner, esta primera premisa se soslaya antes de empezar.
El espectáculo nació de la iniciativa de
Paco Azorín (como ha comentado), y ahí empiezan los problemas.
Una ópera
es un proyecto de un compositor, es él quien determina su dramaturgia
desde la música y la alquimia de un canto acoplado al texto como una
pareja ardiente de deseo. En esta ópera lo que se percibe es un buen proyecto teatral, una
libretista, Lucía Vilanova, que elabora concienzudamente una historia
bien teatralizada, pero desde un libreto atroz, un músico de buena mano
en las partes musicales y bordeando el naufragio en las líneas de canto
y, ya en la realización, un equipo artístico formidable y motivado que
defiende como puede la cojera inicial del proyecto.
Hay escenas teatralmente admirables; un reparto de lujo, en el que la gran mezzo María José Montiel se vacía para encarnar ese heroísmo tan femenino consistente en la generosidad máxima desde el ostracismo, Montiel proporciona terciopelo vocal y temperamento y si alguien puede hablar de éxito, es ella; una orquesta y un coro bien llevados por Víctor Pablo Pérez, muy seguro al frente de su propia orquesta, la ORCAM; un reparto equilibrado, del que destacan José Julián Frontal, como marido de María, Sandra Ferrández, Celia Alcedo, María José Suárez y Lola Casariego, en los papeles de esas otras mujeres que nunca llegaron a la RAE en una España obtusa, o el bien conocido Juan Pons como académico de la RAE casposo y taimado; hay también que señalar una música muy bien ajustada cuando acompaña, Parera Fons tiene un oficio sólido, gusto por las reducciones camerísticas de la orquesta que le dan muchas posibilidades expresivas, solo le falta ser el dueño de la dramaturgia lo que casi convierte su aportación en una música incidental de altos vuelos.
La teatralización de la historia de María Moliner circula bien por las dos horas de espectáculo y, a veces, consigue hacer olvidar su deficiencia operística.
Hay ambición y ganas.
Pero alguien debería considerar que una ópera española actual no se hace desde el automatismo.
Hay escenas teatralmente admirables; un reparto de lujo, en el que la gran mezzo María José Montiel se vacía para encarnar ese heroísmo tan femenino consistente en la generosidad máxima desde el ostracismo, Montiel proporciona terciopelo vocal y temperamento y si alguien puede hablar de éxito, es ella; una orquesta y un coro bien llevados por Víctor Pablo Pérez, muy seguro al frente de su propia orquesta, la ORCAM; un reparto equilibrado, del que destacan José Julián Frontal, como marido de María, Sandra Ferrández, Celia Alcedo, María José Suárez y Lola Casariego, en los papeles de esas otras mujeres que nunca llegaron a la RAE en una España obtusa, o el bien conocido Juan Pons como académico de la RAE casposo y taimado; hay también que señalar una música muy bien ajustada cuando acompaña, Parera Fons tiene un oficio sólido, gusto por las reducciones camerísticas de la orquesta que le dan muchas posibilidades expresivas, solo le falta ser el dueño de la dramaturgia lo que casi convierte su aportación en una música incidental de altos vuelos.
La teatralización de la historia de María Moliner circula bien por las dos horas de espectáculo y, a veces, consigue hacer olvidar su deficiencia operística.
Hay ambición y ganas.
Pero alguien debería considerar que una ópera española actual no se hace desde el automatismo.
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