Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

16 ene 2019

¿Qué puedes aprender de un astronauta?

Chris Hadfield

Astronauta

 

 Hadfield es uno de los astronautas más experimentados del mundo, ha pasado casi 4.000 horas en el espacio y ha sido comandante de la Estación Espacial Internacional, donde dirigió un número récord de experimentos científicos.

 Con tan sólo nueve años su vida cambió cuando el hombre pisó la Luna, y decidió que él también sería astronauta algún día. Chris Hadfield se ha convertido en uno de los astronautas más populares de la historia gracias también a sus extraordinarias fotografías y vídeos educativos sobre la vida en el espacio. 

“La educación te permite alejar la ignorancia y ver más allá de los límites”, apunta. 

Su versión “sin gravedad” de la canción Space Oddity de David Bowie se considera el primer videoclip de la historia en el espacio. 

De entre las lecciones que un astronauta puede compartirnos, Hadfield, destaca la importancia de entender la diferencia entre el peligro y el miedo:

 “Debemos evaluar en nuestra vida ¿qué nos asusta y cómo está cambiando nuestra vida por las decisiones que tomamos?”. Hadfield ha trabajado como director de operaciones de la NASA, jefe de robótica del Centro Espacial Johnson y responsable de comunicación de la cápsula espacial en 25 lanzamientos.

 Además, ha recibido diferentes galardones como el Premio a la Promoción de la Ciencia del Consejo de Investigación de Ciencias Naturales e Ingeniería de Canadá, un premio que reconoce su divulgación de la ciencia y su habilidad comunicativa con el público general, y en especial con los más pequeños. 

“Involúcrate en crear quién eres. 

 No seas pasivo en tu propia vida. 

Solo tienes una. Intenta mejorar quién eres, y puede que en el futuro te conviertas en ese alguien con el que siempre habías soñado”, concluye el astronauta. 

Chris Hadfield.
 La nave espacial es una locura, pasan muchas cosas a la vez. Tienes que mantener la nave a punto, los experimentos, el trabajo, hablar con la gente de la Tierra… 
Pero mientras, estás dando vueltas alrededor del mundo cada 92 minutos, y el mundo gira debajo de ti, así que cada vez que das una vuelta lo haces por un nuevo lugar. 
Pasado un tiempo, si tienes el sol en un punto, la mitad del tiempo estás en la oscuridad: noche, día, noche, día… El sol sale y se pone cada 46 minutos y el mundo cambia constantemente por el tiempo. Era como si se lavara y enjuagara cada vez que dábamos una vuelta.
 La primera vez que ves la Tierra es algo increíblemente bello, quieres mirar a tantos sitios que no puedes concentrarte. 
Todo lo que puedes ver es aquello que estás preparado para ver, las cosas que puedes reconocer.

Cuando miras Europa, todos lo que puedes decir es: “Ah, mira, ahí está Londres, vale. Londres, y ahí está París.
 Eso es Madrid, puedo ver donde está Madrid y en la costa puedo ver Barcelona, ¡qué bonita!”. 
 Pero cuando vuelves a pasar por encima ya sabes donde están Londres y París y dices: “Eso debe ser el estuario del Támesis”, la vez siguiente ves el río Severn y en la siguiente descubres donde está Stonehenge. 

Entonces empiezas a buscar todas las vías romanas y de pronto empiezas a ver el mundo con una claridad que nunca antes habías tenido.
 Y todo eso pasa en 90 minutos.
 Así que no pasa solo con el lugar que conoces sino con todos los sitios: los siete mil quinientos millones de personas y los cuatro mil quinientos millones de años de historia que tiene la Tierra están justo debajo de ti, como un regalo interminable.

Los astronautas tenemos mucho trabajo en la nave, pero no puedes evitar acercarte a la ventana constantemente para ver lo que hay debajo de ti.
 Es irremediablemente bello y extremadamente sugerente ver el mundo de esa manera. 

Chris Hadfield. ¿Dormirías bien la primera vez que vas a dejar la Tierra? Esa noche te vas a la cama pensando que el día siguiente va a ser bastante especial. Pero me han preparado para ello.
 Yo decidí ser astronauta cuando tenía diez años, he estado entrenando, aprendí a volar en la adolescencia, estuve en las fuerzas aéreas, me convertí en ingeniero, fui piloto de pruebas y, finalmente, recibí entrenamiento para ser astronauta durante varios años.
 Así que fue un gran día, pero era un día para el que estaba preparado.

Por eso, aquella noche dormí bien.
 La mañana del lanzamiento me levanté, recibí todas las instrucciones, me puse al día con todos los cambios de última hora y esas cosas.
 Entonces, comienzan a construir el traje alrededor de tu cuerpo, tienes que llevar un traje presurizado por si se produce alguna fuga en la nave, ya sabes, cuando se sale el aire y todo el mundo muere. Entonces te ponen un traje revestido de goma para que si hay una fuga en la nave, el traje se hinche como un globo y te mantenga a salvo. 
Te ponen el traje y comprueban que todo está correcto, es grande, pesado y da calor. No es nada cómodo. 

Y es como si pudieras oír el tiempo pasar porque sabes que están a punto de ocurrir grandes cosas, sientes que se dan muchos pasos pero que esos pasos llevan a algún sitio.
 Los trajes son naranja brillante porque así si tienes que saltar desde el transbordador pueden localizarte en el océano.
 Así que llevas este traje de calabaza, como nosotros le llamamos, es del mismo color que esta silla, naranja brillante.

Así que vas por el pasillo, subes al ascensor, sales y hay miles de personas, flashes que te ciegan y todo este montaje. 
Nos subimos a la furgoneta y comienza a llevarte hacia la lanzadera, que está en Florida, en el centro espacial Kennedy. 
Está a varios kilómetros, así que hay tiempo para hablar y reír mientras esperamos.
 Lo mejor sucede al girar una esquina y, desde la distancia, al otro lado de la carretera puedes ver tu nave por primera vez, esperando en la lanzadera.
 No es una nave cualquiera, es la tuya.


Avanzas esos últimos metros, nos dejan bajo la nave, y no hay nadie alrededor porque la explosión es tan grande que la gente debe estar al menos a cinco kilómetros de distancia.
 Entras en el ascensor y este va subiendo, y uno a uno tenemos que ir gateando hasta la nave, llegas a tu asiento, estás de espaldas, alguien te pone todos los cinturones, el oxígeno y los accesorios para realizar todas las comunicaciones y conexiones.
 Entonces te dan un beso en la frente, quizá una nota de tu esposa, por último cierran la compuerta y, de repente, estás solo en la nave.

 

Se hacen comprobaciones de presión, de comunicación, el reloj corre, todo el mundo que hay por allí va desapareciendo estás un par de horas ahí tirado de espaldas.
 Pero el reloj cada vez está más cerca de la hora
. Puedes pensar que estás asustado, pero no lo estás, estás preparado. 
El único miedo real es no poder salir ese mismo día porque hay mal tiempo o porque en el lugar concreto del océano donde van a caer los propulsores, puede que haya un barco y no podamos despegar hasta que se vaya.
Ese es tu mayor miedo, porque estás preparado para enfrentarte a lo que va a suceder. 
Pero también lo niegas porque has estado soñando con ese día desde que tenías nueve años, y aquí estoy 26 años después, y nunca creí que este día iba a llegar.
 Nunca me permití pensar ni un momento que iba a ir al espacio. Pero en ese momento estás tan cerca y al reloj solo le faltan diez minutos y después cinco, y empiezas a pensar: 
“Quizá sí que vamos a ir al espacio hoy, ¡cómo mola!”.
 Y ves que tras treinta segundos el vehículo se ha separado de la tierra y funciona por su cuenta, cuando está a seis segundos se empiezan a encender los motores y todo el mundo se centra en que los instrumentos funcionen correctamente y cuando llega a cero, los enormes cohetes se encienden y sientes una gran fuerza producida por la energía del vehículo.

Y sientes como te haces pequeño debido a la gran explosión que ha ocurrido a tu alrededor. 
Pero estás a salvo en el centro de tu cápsula. 
Es como si de pronto un tornado te hubiera envuelto y empezara a sacarte del camino muy rápido. Sientes una fuerza increíble en la espalda, una gran vibración, la torre se cae… En el momento de abandonar la torre vamos a 160.000 kilómetros por hora y subiendo, vamos a la velocidad del sonido en 45 segundos.
 Vas más rápido que el Concorde en un minuto y medio.

Es muy violento, te tambaleas y vibras, ni siquiera puedes concentrarte en los instrumentos. 
En dos minutos has atravesado el cielo y los grandes cohetes que te impulsan por encima de la atmósfera se quedan sin combustible y explotan dejando al vehículo envuelto en llamas, y ahora es muy suave porque solo usas los motores de hidrógeno.
 Pero cada vez te sientes más pesado mientras vas acelerando más y más. 
 Ves que vas a la velocidad del sonido, cada mach implica ir al doble de la velocidad del sonido.

Poco a poco, el vehículo ha ido haciendo su trabajo, está a una correcta velocidad y altitud, perfectamente situado en la dirección correcta, el motor se apaga y ya no hay gravedad. 
Sientes que ya se ha acabado, que has hecho lo más difícil, pero a la vez está empezando. 
En ese momento tienes el permiso para hacer todo aquello por lo que estás ahí.
 Es un viaje de nueve minutos increíble. 
Lleva tu vida desde un lugar que solo habías soñado hasta un reino de oportunidades, hacia una nueva realidad.
Solo como resultado del ingenio, de la capacidad y del poder de las cosas que podemos inventar. 
Depende del vehículo, de si es un cohete Apolo o una lanzadera.
 Yo volé en un cohete ruso, el Soyuz, en mi tercer vuelo.
 Pero todos tardan sobre los nueve minutos. 
Es lo que tardan en subir por el aire y acelerar, suelen ser nueve minutos. 
Yo nací en 1959, por lo que en 1969, el año del primer alunizaje, iba a cumplir diez años. 
Era el verano del 69, un mes antes de mi cumpleaños. 
Era un niño de nueve años inquieto, como todos los niños de nueve años, pero en mi cabeza toda la ciencia ficción de Star Trek, de 2001: Una odisea del espacio y de todos los libros que había leído se estaban volviendo realidad.

La gente estaba viajando al espacio: Yuri Gagarin ya había viajado, Alan Sephard, John Glenn… 
Y ahora la gente se estaba esforzando en andar por la Luna. Para mí fue como… Imagínate que hubieras estado leyendo sobre los X-Men y, de repente, pasaran los X-Men de carne y hueso. 
Te darías cuenta de que ya no es una ficción, es real. 
No es solo posible para ellos, sino que a lo mejor puedo hacerlo yo también. Fue cautivador.
¿Qué quiero hacer con mi vida?”.
 En esa noche, la del 20 de julio de 1969, mucha gente se reunió en nuestro salón porque estábamos en una cabaña pasando el verano y no todo el mundo tenía televisión. 
Estábamos todos en el salón: un montón de adultos, mi hermano y yo.
 La gente se amontonaba para ver la pequeña televisión en blanco y negro. 
En esa pequeña televisión estaba Walter Cronkite narrándolo todo.
Vimos a Neil Armstrong y Buzz Aldrin alunizar, bajaron y Armstrong dio unos pasos y dijo lo de: “Es un pequeño paso para el hombre…”. Ya no volví a mirar a la Luna de la misma manera.
 La Luna ya no era solo una luz en el cielo, era un sitio donde había estado la gente y al que iban a continuar yendo. 
Eso cambia tu relación con tu propio futuro.
Pensar: “Es algo que podemos hacer”. Esto me ayudó a tomar muchas decisiones en mi vida.
 Esa gente asumió riesgos para abrir una puerta que nadie había abierto antes. 

La Tierra se convierte en un planeta que ves a lo lejos, como la Luna o Marte, ya no estás allí. Entonces, hay una separación psicológica que te aleja del mundo.
 Así que te sientes cómodo, te acostumbras y te sientes productivo allí.
 Pero el calendario sigue su curso y llega el día en el que tienes que volver a casa. 
Sentí muchas emociones diferentes, claro. 
Sentí una gran sensación de realización porque habíamos logrado muchos hitos para la ciencia en la estación espacial.
Tuvimos un gran problema mecánico en la estación espacial y tuvimos que realizar un bloqueo espacial de emergencia, cuatro días antes de volver a casa.
 Pero lo resolvimos, triunfamos, arreglamos esa parte de la estación espacial, así que todos esos años de entrenamiento valieron la pena. Compartimos la experiencia con millones de personas usando nuestra nueva capacidad para unir internet con la vida en una nave espacial.
Fue muy satisfactorio.
 Estaba muy contento de poder volver y ver a mi familia, porque podría volver y ver a mi mujer y a mis hijos.
 Podía volver a mi vida.
 Pero también es el final de algo, y diez minutos antes de meterme en el Soyuz me acerqué a la ventana y floté en ingravidez una última vez, solo para fijar en mi memoria lo que se sentía. 

Y juegas con la ingravidez, le das la vuelta a las cosas que hay delante de ti hasta el último segundo, porque es magia. 
Es como si pudieras hacer un truco, hacer que las cosas vuelen y floten, incluso a ti mismo.
 Pero después me puse el traje, me metí en el Soyuz, y mi cabeza solo pensaba en volar con el Soyuz hasta la Tierra.
 Es bastante peligroso porque no has volado en seis meses y tienes que concentrarte. 
Además, los instrumentos están en ruso, que no es mi lengua materna. 
 Tienes que hacerlo todo otra vez mientras desciendes y estás aplastado contra el asiento, y tienes que hacer un montón de cosas mientras te precipitas hacia la atmósfera, al final se abre el paracaídas y de repente eres ligero como una pluma. 
Entonces cae en el suelo y da un par de vueltas, es un regreso muy violento, muy abrupto.
El equipo de rescate ruso abre la compuerta y ya sabes, los rusos te saludan y ayudan muy amablemente, te sacan de allí.
 Los médicos quieren hacer un seguimiento de cómo se readapta tu cuerpo, así que te tratan muy amablemente, cargan contigo durante un rato. 
Quieren que tu cuerpo se readapte despacio, no es instantáneo.
Pero es abrumador. 
Estás agotado porque llevas 24 horas trabajando, estás sintiendo la gravedad otra vez, y es bastante…
Injusto.
 Tienes que esforzarte por levantar el brazo y tu corazón tiene que levantar tu sangre por primera vez en seis meses. 
Tu sangre pesa por primera vez en seis meses.
 Te cuesta mantener el equilibrio, te dan náuseas y es bastante agotador volver a la Tierra, pero también es encantador.
 Alguien me dejó un móvil para que llamara a mi mujer y empezara la siguiente fase de mi vida.

Es un día muy importante. Es un día necesario en el proceso.
 Es uno de esos días donde recuerdas muchos pequeños detalles, porque es un día bastante inusual de tu vida.
creo que el vértigo o el miedo a las alturas produce unos espasmos de piernas involuntarios, se te encoge el estómago por el miedo a las alturas… 
No sé cómo te sientes tú, pero cuando salgo a un balcón y la barandilla está muy baja o si estoy cerca de un precipicio, mi cuerpo me manda todas las señales que puede para que me aleje y me marche de allí. 
Porque, en realidad, por un pequeño fallo, un golpe de viento, o que alguien me golpeé puede acabar en tu muerte.

Así que no creo que sea un miedo irracional, creo que es un miedo natural y sano.
 La verdadera pregunta que hay que hacerse es: “¿Qué haces con tu miedo?”. Porque puedes tenerle miedo a las alturas y no subir nunca a un sitio elevado, pero ¿dónde está el límite? ¿Vas a subir a un edificio de diez plantas? ¿Vas a subirte en ascensor? ¿A una escalera? ¿Vas a pasarte toda la vida tumbado en el suelo?

Lo que decidí, obviamente, como hace la mayoría de personas, es que está bien subir a un sitio elevado siempre que sepas que no vas a caerte.
 Si estás dentro de un edificio de diez plantas, estas a una altura de diez pisos, pero no te vas a caer diez pisos porque tienes un suelo debajo.
 Si estás en un avión, puede que estés a diez kilómetros del suelo, pero tiene alas y no vas a caerte de repente.
En una nave estás en la ingravidez, puedes dejarte llevar y no te caerás.
 No puedes caerte, es imposible caerte de la nave.
 Así que mientras sepas que no vas a caerte, no hay de qué preocuparse.
 Esa es la gran diferencia: ¿cómo te tomas las cosas a las que temes con un miedo primitivo, animal? 
Y pensar en ello para reconocer que tienes miedo, pero, aunque estés al borde de un precipicio, si llevas un arnés superfuerte que está unido a una pared detrás de mí, no puedo caerme, no importa y no necesito estar preocupado. 
No soy un animal imprudente, soy un humano racional.
 Así es como le hice frente a mi versión particular de vértigo.
 Por eso he podido llegar tan increíblemente alto en mi vida.

 Creo que el primer paso, y el más importante, es tener un sueño. ¿Qué imaginas ser cuando eres honesto contigo mismo?
 Si piensas: “Para que mi vida fuera perfecta, ¿qué podría ser de mayor?”. Mantenlo siempre cerca de tu corazón y úsalo en cada decisión que tomes. 
“¿Qué libros debería leer?”, “¿Qué película debería ver?”, “¿Qué comida debería comer?”,
 “¿Qué cosas debería aprender para ser lo que sueño ser?”.
Y si sueñas con ser un astronauta, si sueñas con ser astronauta puedes hacer tres cosas muy importantes. 
La primera, necesitas un cuerpo sano, piensa en hacer un poco de ejercicio.
 Si quieres ser astronauta, lo primero es cuidar tu cuerpo.
 Lo segundo es que las naves espaciales son complicadas.
 Y las que vuelan lo son todavía más, así que vas a necesitar entender cosas complicadas.
 Así que intenta estudiar cosas complicadas, como hiciste tú. Intenta estudiar algo muy complejo a un nivel muy avanzado. Plantéate obtener un título universitario avanzado, no algo que te resulte fácil, sino algo que de verdad te haga pensar.
 Así que, lo segundo es plantearte tener una educación técnica avanzada en algo que te resulte interesante.
Lo tercero, aprende a tomar decisiones y mantenerlas.
 Es fácil decir: “No me pagan lo bastante para esto, ya lo decidirá otra persona”.
 O moverte sin rumbo por la vida. Es muy importante tomar decisiones, pequeñas, y mantenerlas. La toma de decisiones es una cualidad.
 Puedes mejorarla. “Voy a tomar una decisión: durante el próximo mes voy a hacer esto”.
 “El año que viene hará esto”. “Los próximos diez minutos haré aquello”.
 Lo que sea, aprende a tomar decisiones y a mantenerlas.
 Si tienes un cuerpo fuerte y sano, si has entrenado tu mente de forma avanzada y técnica, y tienes la habilidad de tomar decisiones y mantenerlas, estarás forjando tu camino para andar sobre Marte. O para hacer cualquier cosa que desees. 

 
 

 

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