La intérprete estadounidense, una de las mejor pagadas de Hollywood, produce A ciegas, el nuevo éxito de Netflix del que también es protagonista, tiene un imperio inmobiliario y un restaurante en Texas.
“He visto a muchas de mis colegas más brillantes que trabajan sin parar cuando tienen 20, 30 o 40 años encontrarse en un completo desierto cuando llegan a la década de los 50.
Y no trabajar significa no tener ingresos.
Me molesta haber presenciado cómo sobrevivían muchos actores mediocres y la desaparición profesional de muchas mujeres brillantes”.
Sandra Bullock, sin embargo, fue muy consciente de que podía llegar a esa situación desde los primeros años de su carrera, así que encontró el antídoto perfecto: generar sus propios proyectos.
En los años 90 creó su propia productora, Fortis Film (de la que su padre John fue el CEO durante un tiempo y su hermana Gesine Bullock-Prado vicepresidenta), lo que le permitió involucrarse en el proceso creativo y crear películas a su medida.
Ya en 1998 se encontró con su primer caso de éxito gracias a Siempre nos queda el amor, una comedia romántica de ambiente rural que protagonizó con el cantante Harry Connick Jr. Después llegaría Un blanco perfecto, al lado de Liam Neeson, que fue un fracaso de crítica y público, aunque no desalentó a la estrella, que sí acertó con las divertidísimas Miss Agente especial y su secuela, la inquietante Asesinato 1,2,3, la encantadora Amor sin preaviso, junto a Hugh Grant, o La proposición, donde interpreta a una sofisticada editora literaria canadiense a punto de ser deportada de Estados Unidos al expirar su permiso de residencia (película en la que hizo, además, todo un despliegue de vestuario y complementos: zapatos de Loubutin, un Prada Cervo Antik de 2008, el emblemático Birkin de Hermès) y que arrasó en taquilla.
Sin embargo, no todo han sido alegrías en este sentido, ya que tiene la espina clavada de no haber sacado adelante el proyecto de Million Dollar Baby, porque los estudios no mostraron en ese momento ningún interés por una historia que narraba las dramáticas vivencias de una mujer boxeadora.
Finalmente, Clint Eastwood sí lo consiguió, fue un gran éxito y su protagonista, Hilary Swank, se llevaba en 2005 su segundo Oscar, cinco años después de Boys Don’t Cry.
Nada que ver con el papel de Sandra Bullock en su última película, de la que también es productora, Bird Box (A ciegas), que llegó a Netflix el 21 de diciembre y ha tenido un éxito inusitado.
Las plataformas de streaming no acostumbran a hacer públicos los resultados de audiencia de sus productos, pero en este caso han hecho una excepción y han desvelado a través de las redes sociales que ha sido reproducida por más de 45 millones de cuentas, lo que supone todo un récord.
Aunque estas cifras generan algunas dudas, porque no indican cómo se han contabilizado o si se ha tenido en cuenta quiénes la terminaron de ver o no, por ejemplo.
Hay expertos que han extrapolado estos datos y han llegado a la conclusión de que podría haber recaudado más de 600 millones de euros si se hubiera estrenado en los cines.
Análisis que no tiene en cuenta que tal vez muchos de esos espectadores no se hubieran levantado de su sofá para desplazarse a una sala o no hubieran pagado una entrada, lo que no quita mérito al fenómeno en que se ha convertido.
Esta es solo una muestra más del olfato como productora de Bullock.
Dirigida por la danesa Susanne Bier, ganadora del Oscar a mejor película extranjera por Un mundo mejor, interpreta en ella a una mujer que intenta escapar con dos pequeños, un niño y una niña, de unas criaturas sobrenaturales que provocan el suicidio cuando se las mira.
Un argumento en el que ella misma ha encontrado cierto paralelismo con su vida personal, pues ha confesado que a veces tiende a ser sobreprotectora con sus dos hijos, Louis y Laila (de ocho y seis año), a quienes adoptó en 2010 y 2015.
“Tengo que estar constantemente intentando superar mis miedos”, ha declarado a People, al mismo tiempo que ha admitido que es muy consciente de que en ocasiones le impiden realizar ciertas actividades:
“A veces te tienes que parar y preguntarte por qué les has dicho que no”.
Sandra Bullock, al igual que otros avispados actores de Hollywood como Matt Damon, Brad Pitt, Angelina Jolie, Michael Douglas o Jane Fonda, productores habituales de sus propios proyectos, ha sido inteligente también para negociar sus salarios.
Por ejemplo, por Gravity, película de Alfonso Cuarón (director ahora de plena actualidad por la aclamada Roma, también disponible en Netflix) obtuvo un sueldo de 20 millones de dólares, pero, además, firmó una cláusula por la que se llevaría un 15% de sus beneficios.
Nadie se esperaba que esta película que cuenta la historia de una ingeniera médica atrapada en el espacio con su comandante, a quien daba vida George Clooney se convirtiera en un éxito de taquilla, así que se calcula que finalmente se embolsó unos 70 millones de euros.
Sobre el patrimonio real de la actriz hay discrepancias entre los medios de comunicación estadounidenses, porque, lógicamente, son datos privados, pero algunos lo cifran en más de 200 millones de dólares.
Por el contrario, lo que sí ha trascendido es su más que notable listado de propiedades inmobiliarias.
El pasado mes de septiembre se publicaba que la actriz había vendido su mansión de estilo californiano de Beverly Hill por el doble del millón y medio de dólares que pagó por ella.
Aunque la tenía alquilada por unos 15.000 dólares mensuales, parece ser que no quería conservarla, pues allí vivió los episodios más felices, pero también los más turbulentos de su matrimonio con Jesse James, de quien se separó en 2010 al trascender que le había sido infiel.
Solo en Los Ángeles, la actriz tiene dos apartamentos en el emblemático edificio Sierra Towers, situado entre West Hollywood y Beverly Hills (uno de ellos fue propiedad de Mathew Perry, de la serie Friends) y una mansión de 15.000 metros cuadrados de estilo Tudor en las lujosas colinas de Beverly Hills, de la que también había sido propietario el poderoso productor David Geffen, y que adquirió en 2011 por algo más de 16 millones.
En Austin cuenta con distintos bienes raíces de menor valor y también en esta ciudad texana ejerce de empresaria de restauración, pues es propietaria de Walton’s Fancy and Staple, un popular restaurante en el que también se venden delicatessen, flores y artículos de regalo.
Otras de sus propiedades son una casa en el valle de Jackson Hole en Wyioming, para cuando le apetece disfrutar de los deportes de invierno; una casa victoriana de más de 600 metros cuadrados en Garden District, una de las más elegantes zonas de Nueva Orleans, y un refugio en las isla de Tybee, en Georgia, que adquirió en el verano de 2001 por casi millón y medio de dólares y que alquila por unos 1.400 dólares la noche.
Cuando viaja a Nueva York no necesita quedarse en ningún hotel porque dispone de un apartamento en el Soho por el que pagó 3,5 millones de dólares en 2000.
La relevancia y el poder de la actriz ha quedado refrendada por numerosos reconocimientos, que más allá de su verdadero valor, son también elementos que apuntalan su popularidad y, por tanto, su caché.
En 1996, la revista People la incluyó en su famosa lista de las 50 personas más guapas del mundo.
Tres años más tarde Empire la situó en la posición 58 como una de las 100 mayores estrellas de cine de todos los tiempos.
En 2005, consiguió su anhelada estrella en el Paseo de la Fama y en 2010 Time no se olvidó de ella en su ranking anual de las 100 personas más influyentes del mundo.
En noviembre de 2013, The Hollywood Reporter la situó entre las mujeres más poderosas del mundo del espectáculo y Entertainment Weekly la nombró la estrella del año gracias al éxito de Cuerpos especiales y Gravity.
Estos son solo algunos ejemplos de una lista interminable que sigue creciendo.
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