La actriz recibe en Sevilla el premio de la Academia de Cine Europeo a toda una carrera.
Rocío García
“Pablo Iglesias sabe bien lo que yo pienso y me alegra que se esté echando atrás en muchas cosas”, ha asegurado la actriz madrileña en un encuentro con periodistas en Sevilla, donde, a sus 73 años, recoge este sábado por la noche el premio de la Academia de Cine Europeo a toda una carrera.
Será el tercer galardón que reciba de la institución cinematográfica europea, que preside Wim Wenders.
“Pablo Iglesias sabe bien lo que yo pienso y me alegra que se esté echando atrás en muchas cosas”, ha asegurado la actriz madrileña en un encuentro con periodistas en Sevilla, donde, a sus 73 años, recoge este sábado por la noche el premio de la Academia de Cine Europeo a toda una carrera.
Será el tercer galardón que reciba de la institución cinematográfica europea, que preside Wim Wenders.
El primero se lo llevó, vestida de
rojo, por su papel en Mujeres al borde de un ataque de nervios, de Pedro Almodóvar, en 1988.
El segundo llegó dos años más tarde, para gran sorpresa suya, por su interpretación de ¡Ay, Carmela!,
que dirigió Carlos Saura.
“Lo mejor de recibir premios es ver la
alegría de tus amigos, tus vecinos, tu portero, mi familia, la poca que
tengo, los admiradores que te quieren. A mí me gustan los premios, pero
no es algo que me vuelva loca”, explicaba divertida.
El galardón de esta
noche lo compartirá con las “actrices pequeñitas que empiezan y con las
mayores que han llegado" a su "edad”.
40 años de carrera, más de 150 películas, un icono del cine español, toda una estrella en Francia y actriz fetiche para directores como Pedro Almodóvar o Álex de la Iglesia, Carmen Maura, desmitificadora y directa siempre, hizo un repaso a su vida y a su oficio.
Un oficio que, lamentó, está dominado en la actualidad por las series de televisión.
“Empieza a ser un agobio la televisión en casa. Tienes tantas películas para ver, tantas series que te recomiendan, que se vuelve toda una angustia”, ha asegurado, antes de criticar con dureza a la Academia de Cine en España por no apoyar con ninguna candidatura a la película Petra, de Jaime Rosales, para los próximos Goya, ni a su actriz protagonista, Bárbara Lennie.
“Es una injusticia. Estoy muy decepcionada”.
Una absoluta resistente, “más de la vida que de la profesión”, el oficio de actriz, ha asegurado, le ha venido dado y sin un claro deseo vehemente.
“Me ha costado madrugar, a veces aguantar a gente que no tiene dos dedos de frente, el frío, trabajar con fiebre, todo cosas tontas al lado de las verdaderas dificultades de mi vida personal”.
Nunca ha pedido la repetición de una escena en un rodaje, ni ha repasado su trabajo en la cámara del director.
“Yo cuando vuelvo a mi casa ya me he olvidado de todo”.
Carmen Maura se ha vuelto a subir a un escenario teatral con el drama La golondrina, obra con la que está de gira en la actualidad y que llega a Madrid a primeros de año.
“Estoy disfrutando como una enana.
Tengo tiempo para mí.
Todo el mundo habla de la satisfacción de hacer teatro frente al público, pero reconozco que nunca sentí eso de manera tan abrumadora.
Es gratificante, pero igual que cuando haces un plano en el cine y ves la cara de satisfacción de un director como Álex de la Iglesia, o cualquier otro miembro del equipo. El público del teatro en el cine es el equipo, los eléctricos, los maquinistas, el operador. No siento más con el público del teatro que con la mirada de un director”.
Tiene claro la actriz, y lo cuenta abiertamente, que ella lo que quiere es que sus proyectos vayan bien económicamente, porque es la manera que tiene de continuar.
“Me gusta ser negocio. Lo mejor de una película, más que los premios y las críticas, es que dé pasta.
Lo tengo clarísimo”, asegura Maura, una mujer tranquila a la que le gusta pasear, estar con su perra y en su casa.
Ella, que se reconoce una persona normal y relajada, nunca se ha sentido identificada con ese papel de mujer moderna y arrebatadora con la que inició su colaboración con Pedro Almodóvar en Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón, allá por los años de la movida, “un invento de los periodistas”. Lo que sí tiene claro es que aquellos momentos de libertad absoluta hoy serían difíciles en España. “Pepi hoy no se hubiera podido hacer. Estamos perdiendo mucha libertad. Es alucinante las cosas que entonces se podían hacer y hoy son impensables”.
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