Si tiene un coche eléctrico, es probable que no lo reciban con aplausos en su taller mecánico: estos vehículos no necesitan cambiar o reponer líquidos, sustituir piezas o comprobar las emisiones.
El resultado de la revisión: media hora de espera y una factura de 18 euros.
Esta II Vuelta (Eléctrica) a España
de Endesa está siendo muy reveladora.
Tanto que, al volante del coche,
no dejan de surgir preguntas que la mayoría de los conductores no se
hace habitualmente.
Por ejemplo: ¿de cuántas piezas consta un motor de
combustión? Es difícil saberlo, pero no se pueden contar con los dedos
de una mano; ni siquiera con los de varios cientos de manos.
Eso, sin
añadir a la suma elementos como el embrague o la transmisión.
La revelación llega a la hora de hablar de motores eléctricos: esta cifra se reduce de manera drástica.
Si se levanta el capó de un coche de combustión, la presentación es
impecable; todo queda cubierto por plásticos, logos y alguna
inscripción.
Solo quedan a la vista los tapones para comprobar el nivel
de aceite o rellenar algunos líquidos.
Una bonita imagen que oculta todo
lo que sucede debajo, donde cientos de piezas se mueven al unísono en
un baile perfectamente acompasado y medido a la micra.
Al levantar el de
un eléctrico sucede algo parecido pero, en este caso, ni siquiera hay
forma de comprobar el nivel de aceite o rellenar el líquido
refrigerante: no usa.
El motor eléctrico que se esconde debajo tan solo
necesita electrones para funcionar.
Mientras el de combustión cobra vida
haciendo explosionar una peligrosa mezcla de gasolina y aire, el de
batería lo hace de manera mucho más sencilla, segura y eficiente.
De
hecho, esta sencillez mecánica multiplica hasta por tres la eficiencia
de los propulsores de combustión.
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