Tras el sensacional éxito de 'Manual para mujeres de la limpieza', se publica una nueva colección de relatos y un volumen con escritos biográficos y cartas de la escritora,
Prácticamente desconocida hasta 2014, el rotundo éxito de la escritora Lucia Berlin llegó 10 años después de su muerte. Manual para señoras de la limpieza, una amplia recopilación de sus relatos reunida por Stephen Emerson y prologada por Lydia Davis, pronto se convirtió en un fenómeno literario de primer orden.
Crítica y público quedaron arrebatados por esa voz inteligente,
tiernamente observadora y llena de humor que era capaz de volver
candorosamente digeribles incluso crudas historias de adicción y caídas
en picado.
Berlin rebosaba vida, claros y oscuros, asombraba, enganchaba, y helaba la sonrisa.
Los derechos de aquella antología se han vendido a 30 países, y la traducción en español —una de las más exitosas en el mundo— apareció en el sello Alfaguara en 2015 y ya va por la 16ª edición.
El fulgurante ascenso de Berlin vino rodeado de un cierto aura de misterio.
¿Dónde había estado esta prodigiosa escritora hasta entonces? ¿Cómo había pasado desapercibida su voz?
Calificada como “el secreto mejor guardado de las letras estadounidenses”, la imponente belleza de la autora, su accidentada vida —tres maridos y cuatro hijos antes de los 30 años— y la dura batalla contra el alcoholismo en la que estuvo metida más de una década, añadían cierto malditismo a su figura, pero no zanjaban las preguntas.
La más acuciante para sus editores pronto pasó a ser: ¿qué más sorpresas escondía la bella Lucia?
Aunque permanecía inédita en otras lenguas, los relatos de Berlin habían sido publicados en varios libros por editoriales independientes en EE UU.
“Muchos de ellos quedaron reunidos por su buen amigo Emerson en Manual, pero esa era su selección.
Por otro lado, no queríamos sacar simplemente lo que había quedado fuera”, explica en conversación telefónica desde Nueva York Devon Mazzone, del sello Farrar, Strauss & Giroux.
Unos textos autobiográficos que conservaba la familia, y en los que Berlin trabajaba cuando murió, fueron el eje para armar dos nuevos volúmenes que ayudan a completar el retrato de la escritora. “Esos textos dialogaban con los cuentos y permitían conocer más a la autora”, dice Mazzone.
Así, esta semana se han publicado simultáneamente en el mercado anglosajón las dos novedades: la colección de relatos Una noche en el paraíso y Bienvenida a casa, libro que reúne apuntes autobiográficos, una selección de cartas y fotografías.
“En algún momento pensamos en sacar un solo libro, y hay algunos países que quieren hacerlo así, pero nosotros finalmente optamos por mantener cuentos y biografía separados”, explica Mazzone.
Las versiones en español y en catalán (editadas en Alfaguara y L'Altra, respectivamente) también han apostado por esta fórmula, pero además han decidido espaciar los dos volúmenes: el libro biográfico saldrá el próximo octubre.
“Creo que para los lectoras será agradable saber que aún queda otro Lucia Berlin el año que viene”, dice Pilar Álvarez, de Alfaguara.
Mientras tanto, esta semana han llegado a las librerías los 22 relatos de Una noche en el paraíso prologados por Mark Berlin, que falleció un año después que la escritora, en 2005.
El mayor de los dos hijos que Berlin tuvo con su primer marido, el escultor Paul Suttman, recuerda a su madre contándoles historias: “No importa qué cuento fuera, porque cada noche traía una historia con su dulce tonada, un acento mezcla de Texas y Santiago de Chile”.
Nacida en Alaska en 1936, hija de un ingeniero de minas y un ama de
casa, Berlin tuvo una infancia itinerante por Idaho, Kentucky, Montana,
Arizona y Texas, donde pasó la Segunda Guerra Mundial con su madre y sus
abuelos, antes de recalar en Chile en la adolescencia.
En la Universidad de Nuevo México fue alumna del novelista Ramón J. Sender y se enamoró de un mexicano, episodio que indignó a sus padres y que acabó llevándola a casarse con Suttman, en parte para evitar ser enviada a Europa.
Sus dos siguientes esposos fueron los músicos Race Newton y Buddy Berlin, este último padre de sus dos hijos menores y adicto a la heroína.
Siguió itinerante por Nueva York, México, Guatemala, Nuevo México y, más adelante, California, ya separada de Berlin, antes de dejar el alcohol y obtener gracias a su amigo Emerson una plaza como profesora en Colorado.
“Hubo momentos duros, incluso peligrosos”, escribe Mark.
“Mi madre escribía historias verdaderas; no necesariamente autobiográficas, pero por poco”.
La autoficción que muchos lectores intuyen en las páginas de Lucia Berlin es uno de los factores que, según Mazzone, han contribuido de alguna manera a su fenomenal éxito en un momento en el que este género está en auge.
“Berlin no escribe sobre vidas perfectas, cuenta experiencias duras, pero no victimiza a la mujer. Son relatos cortos, pero con muchas capas de significado”, apunta. “Los lectores y la crítica sintieron que eran muy contemporáneos. El redescubrimiento de voces literarias femeninas y las estupendas reseñas de Manual ayudaron mucho”. El editor cita la novela Stoner como precedente de obra olvidada y redescubierta que causó sensación. También habla de la “eulogía colectiva” que la reedición de Berlin provocó, con muchos de sus amigos escribiendo sobre ella.
La leyenda ha seguido creciendo, pero al fin como Lucia decía a sus hijos “la historia es lo que cuenta”.
Berlin rebosaba vida, claros y oscuros, asombraba, enganchaba, y helaba la sonrisa.
Los derechos de aquella antología se han vendido a 30 países, y la traducción en español —una de las más exitosas en el mundo— apareció en el sello Alfaguara en 2015 y ya va por la 16ª edición.
El fulgurante ascenso de Berlin vino rodeado de un cierto aura de misterio.
¿Dónde había estado esta prodigiosa escritora hasta entonces? ¿Cómo había pasado desapercibida su voz?
Calificada como “el secreto mejor guardado de las letras estadounidenses”, la imponente belleza de la autora, su accidentada vida —tres maridos y cuatro hijos antes de los 30 años— y la dura batalla contra el alcoholismo en la que estuvo metida más de una década, añadían cierto malditismo a su figura, pero no zanjaban las preguntas.
La más acuciante para sus editores pronto pasó a ser: ¿qué más sorpresas escondía la bella Lucia?
Aunque permanecía inédita en otras lenguas, los relatos de Berlin habían sido publicados en varios libros por editoriales independientes en EE UU.
“Muchos de ellos quedaron reunidos por su buen amigo Emerson en Manual, pero esa era su selección.
Por otro lado, no queríamos sacar simplemente lo que había quedado fuera”, explica en conversación telefónica desde Nueva York Devon Mazzone, del sello Farrar, Strauss & Giroux.
Unos textos autobiográficos que conservaba la familia, y en los que Berlin trabajaba cuando murió, fueron el eje para armar dos nuevos volúmenes que ayudan a completar el retrato de la escritora. “Esos textos dialogaban con los cuentos y permitían conocer más a la autora”, dice Mazzone.
Así, esta semana se han publicado simultáneamente en el mercado anglosajón las dos novedades: la colección de relatos Una noche en el paraíso y Bienvenida a casa, libro que reúne apuntes autobiográficos, una selección de cartas y fotografías.
“En algún momento pensamos en sacar un solo libro, y hay algunos países que quieren hacerlo así, pero nosotros finalmente optamos por mantener cuentos y biografía separados”, explica Mazzone.
Las versiones en español y en catalán (editadas en Alfaguara y L'Altra, respectivamente) también han apostado por esta fórmula, pero además han decidido espaciar los dos volúmenes: el libro biográfico saldrá el próximo octubre.
“Creo que para los lectoras será agradable saber que aún queda otro Lucia Berlin el año que viene”, dice Pilar Álvarez, de Alfaguara.
Mientras tanto, esta semana han llegado a las librerías los 22 relatos de Una noche en el paraíso prologados por Mark Berlin, que falleció un año después que la escritora, en 2005.
El mayor de los dos hijos que Berlin tuvo con su primer marido, el escultor Paul Suttman, recuerda a su madre contándoles historias: “No importa qué cuento fuera, porque cada noche traía una historia con su dulce tonada, un acento mezcla de Texas y Santiago de Chile”.
En la Universidad de Nuevo México fue alumna del novelista Ramón J. Sender y se enamoró de un mexicano, episodio que indignó a sus padres y que acabó llevándola a casarse con Suttman, en parte para evitar ser enviada a Europa.
Sus dos siguientes esposos fueron los músicos Race Newton y Buddy Berlin, este último padre de sus dos hijos menores y adicto a la heroína.
Siguió itinerante por Nueva York, México, Guatemala, Nuevo México y, más adelante, California, ya separada de Berlin, antes de dejar el alcohol y obtener gracias a su amigo Emerson una plaza como profesora en Colorado.
“Hubo momentos duros, incluso peligrosos”, escribe Mark.
“Mi madre escribía historias verdaderas; no necesariamente autobiográficas, pero por poco”.
La autoficción que muchos lectores intuyen en las páginas de Lucia Berlin es uno de los factores que, según Mazzone, han contribuido de alguna manera a su fenomenal éxito en un momento en el que este género está en auge.
“Berlin no escribe sobre vidas perfectas, cuenta experiencias duras, pero no victimiza a la mujer. Son relatos cortos, pero con muchas capas de significado”, apunta. “Los lectores y la crítica sintieron que eran muy contemporáneos. El redescubrimiento de voces literarias femeninas y las estupendas reseñas de Manual ayudaron mucho”. El editor cita la novela Stoner como precedente de obra olvidada y redescubierta que causó sensación. También habla de la “eulogía colectiva” que la reedición de Berlin provocó, con muchos de sus amigos escribiendo sobre ella.
La leyenda ha seguido creciendo, pero al fin como Lucia decía a sus hijos “la historia es lo que cuenta”.
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