Continúa en Madrid, viaja, sigue los partidos de fútbol de sus cuatro hijos y colabora con proyectos solidarios.
El pasado 13 de mayo Zinedine Zidane anunciaba por sorpresa que dejaba el banquillo del Real Madrid.Hacía cinco días que había ganado su tercera Champions consecutiva en solo dos años y medio como entrenador del club blanco.
Hubo interpretaciones para todos los gustos, aunque se asentó y se dio por válida la que apuntaba como razón de su decisión que, a pesar de su buena relación con el Real Madrid y su presidente, Florentino Pérez, su dimisión respondía a que había pactado una renovación de parte de la plantilla y finalmente se dio carpetazo al proyecto.
Zidane se marchó del club con la misma discreción y estilo tranquilo con el que había llevado sus días de gloria y las críticas por las derrotas.
Desde entonces, quien ha sido estrella como jugador en el Juventus, el Real Madrid y en la selección francesa, y sorpresa por sus resultados como entrenador novato, se deja ver poco, aunque su nombre esté en boca de muchos.
Parece que nadie, salvo él, se resiste a encontrarle nuevo empleo lo más rápido posible.
Nada más dimitir de su cargo los analistas lo tenían claro: “Zizou aspira a ser entrenador de la selección francesa”.
Tras el triunfo en el Mundial del equipo galo bajo la batuta de Didier Deschamps cerraron esa puerta para él y han abierto otra en cuanto el Manchester de Mourinho ha empezado a dar tumbos.
Zidane sigue a lo suyo y disfruta de un año sabático en el que las prisas y la presión no forman parte de su vocabulario.
Aunque cueste creerlo, no tiene urgencia por volver al banquillo. Lo tuvo claro cuando colgó las botas en el fútbol de alto nivel en 2006.
“Lo sé, se preguntan dónde está Zidane, qué hace. Pero yo soy libre y quiero hacer lo que me plazca y me interese.
No me estreso. Me tomo mi tiempo”, dijo entonces.
Ahora lo tiene y está decidido más que nunca a aprovecharlo.
Sigue viviendo en Madrid, en la casa que tiene en la urbanización Conde de Orgaz, donde residen otros exfutbolistas como Rafa Martín Vázquez o Luis Figo.
Pasea por los alrededores, se le ve con asiduidad haciendo la compra en el centro comercial Arturo Soria, va al gimnasio, da clases de yoga en el centro de la ciudad, y acude a ver los partidos de sus hijos, todos futbolistas o aspirantes a serlo.
Enzo, de 23 años, juega esta temporada en el Rayo Majadahonda, por lo que no resulta extraño ver a su padre en la gradas del Wanda, el nuevo estadio del Atlético de Madrid. Luca, de 20 años, es el portero del Castilla, el segundo equipo del Real Madrid.
Theo, de 16 años, juega en el equipo cadete del equipo blanco y en la Selección francesa Sub-16, y Elyaz, de 12 años, pertenece al equipo infantil B del mismo club.
A todos estos encuentros asiste únicamente como espectador, tratando de pasar desapercibido en la grada sin conseguirlo casi nunca, pero con la naturalidad de un padre que tras ver los partidos dará consejos de experto a sus hijos, si se dejan.
“Zidane es muy sereno, le enseñó Carlo Ancelotti.
Es un hombre tranquilo, pero que vive con pasión lo que hace, con unos valores muy humanos y una credibilidad que ha sido uno de sus activos como entrenador frente a jugadores que se creen más a alguien que ha estado en su lugar y que no cae en sus provocaciones porque él también ha sido una superestrella”.
No se puede pedir menos a un técnico encargado de manejar una plantilla como la del Real Madrid, valorada en 870 millones de euros cuando él tomó las riendas del equipo en 2016.
Pero las cifras no marean a este hombre que nació en una humilde familia de origen argelino y a quien el dinero no se pone por delante de lo que desea en un momento dado.
“A veces se le cruza la vena y da el portazo”, afirma una fuente que le conoce bien.
Ha conseguido crear su propia marca personal y puede tomar sus decisiones con calma.
Sonríe más que nunca en las imágenes que cuelga en su cuenta de Instagram —en la que acumula 20,7 millones de seguidores—, donde ha compartido sus vacaciones familiares en Ibiza este verano, excursiones por los Alpes y una escapada a Londres con su esposa, Véronique Lentisco-Fernandez, una bailarina profesional francesa de origen español con la que se casó hace 24 años y cuyas opiniones tiene en mucha consideración.
Sigue siendo imagen de la firma deportiva Adidas, colabora como comentarista con Canal + Francia y con Danone, y mantiene su actividad como embajador de honor de ELA, la asociación europea que lucha contra las leucodistrofias.
Una función por la que siente una predilección especial y que en estos meses le ha hecho salir varias veces de su retiro mediático con el fin de recaudar fondos donando una escultórica réplica en cristal de su certero pie izquierdo y volviendo a calzarse las botas para jugar un partido benéfico junto a algunos de los compañeros con los que hizo historia ganando el Mundial de 1998 para Francia.
Este francés argelino con sabor español en su corazón está disfrutando de su retiro voluntario y, quienes le conocen, afirman que no lo abandonará hasta que encuentre algo que le ilusione y que signifique para él dar otro salto diferenciador en su vida.
En este escenario no apuestan por un futuro en Manchester y ven con más posibilidades que el afecto de Zidane por la Juve y el Real Madrid le inclinen a asumir nuevas etapas en alguno de estos clubes.
“La carrera de sus hijos y dónde quiera vivir su mujer serán también determinantes porque él sabe bien lo duro que es estar lejos de la familia desde muy joven para cumplir sus sueños”, asegura una fuente cercana.
De momento Zizou se dedica sin aspavientos a ser feliz, algo que agradará a Smaïl, su padre, que cuando era pequeño siempre que iba al colegio a hablar de su hijo preguntaba: “¿A que mi hijo es un cielo? ¿A que siempre sonríe”.
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