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7 sept 2018
La condena a muerte de los pacientes de sida en Venezuela
Se estima
que 150.000 venezolanos tienen VIH. La falta de antirretrovirales,
sumada a la grave crisis que sufre el país, empuja a los enfermos a
emigrar.
Un paciente recibe cuidados en una clínica venezolana.AFP
En diciembre de 2017, Leonard Delgado recibió el diagnóstico de VIH
positivo y la receta de antirretrovirales que debe tomar en medio de la
peor crisis de abastecimiento de estos fármacos en Venezuela.
Con el
resultado también le dieron una indicación tácita de que debía irse del
país.
A los dos meses de iniciar su tratamiento, la medicina que debe de
tomar de por vida se acabó.
Este mes emigrará a México para poder tratar su enfermedad.
Contactó con una ONG en Querétero a través de la cual podrá obtener los
medicamentos y realizar de forma gratuita los exámenes de CD4 y de
carga viral, que deben hacerse cada seis meses para medir la resistencia
del virus en la sangre, pero que hace dos años dejaron de hacerse en el
sistema público venezolano.
“Quedarme en Venezuela es morirme de sida. Yo no me quiero ir porque aquí tengo trabajo,
todavía gano bien, quiero a mi país, pero ahora solo pienso en mi salud
y por eso me voy. Tengo un amigo que se fue en marzo y ya tiene
tratamiento y sé de otros que se han ido a Perú y Chile por esta
situación y allá están mejor”, cuenta este hombre de 31 años desde la
recepción del Servicio de Infectología del Hospital General del Oeste
(HGO), una planta de aspecto abandonado en el que se acumulan camas
viejas y equipos averiados y donde unos 1.500 pacientes acuden a
consulta. La grave crisis humanitaria que se vive en Venezuela
ha potenciado un enorme éxodo que las Naciones Unidas ya ha comparado
con el que la guerra de Siria empuja en el Mediterráneo. Según los datos
de la agencia un total de 2,3 millones de venezolanos han huido del
país desde 2014, dirigiéndose principalmente a Colombia, Ecuador, Perú y Brasil. La grave situación económica y el desabastecimiento de alimentos y de
medicinas, que en el caso de los antirretrovirales llegó a ser total en
abril pasado, expulsa a los venezolanos a otros países, aunque el
Gobierno de Nicolás Maduro ha insistido en negar la situación y el
propio mandatario ha dicho que los que emigran se van engañados por los
medios de comunicación.
Pasillo de un centro hospitalario venezolano.AFP
“Cada semana se me mueren dos pacientes. Están llegando ya en fase de
sida y esos casos de recién diagnosticados están muy inmunosuprimidos. Esto ha incidido en un aumento significativo de las muertes por VIH. Estos meses hemos tratado la crisis, discriminando entre aquellos
pacientes que están mejor, repartiendo dosis para una semana de
tratamiento, usando los fármacos que van dejando los pacientes fallecen o
recetando el esquema incompleto, aunque estamos conscientes de que eso
favorece la aparición de VIH resistente. La situación ha sido tan grave
que yo he recomendado a los pacientes emigrar o, si tienen la
posibilidad de que se los traigan de afuera que lo hagan, pero eso es
algo insostenible para muchas familias”, dice Pérez, que desde hace 20
años trata a pacientes con VIH.
Luis Meneses emigró hace siete meses Colombia. Es activista por los
derechos de la comunidad LGBTI y desde hace dos meses trabaja con su
fundación, Fuvadis, para apoyar a los venezolanos con VIH
que han emigrado a ese país, donde es difícil ingresar al sistema de
salud. En dos meses ha registrado a 35 seropositivos en Barranquilla,
donde está instalado. Les ayuda a insertarse en el sistema sanitario
colombiano y les consigue donaciones de medicinas, suplementos
alimenticios y atención. El plan es elaborar una base de datos en el
resto de los departamentos colombianos. En poco tiempo también han
contabilizado muertes. “Esta semana lamentablemente falleció uno de los
pacientes que estaba en nuestro registro. Pasó cuatro meses sin
antirretrovirales en Venezuela y acá todavía no se los habíamos
conseguido. En agosto tengo el reporte de otros cuatro casos de
venezolanos con VIH fallecidos en Colombia”.
Un año sin comprar fármacos
En Venezuela se calcula que hay 150.000 pacientes con VIH,
de los cuales solo 73.000 están inscritos para recibir tratamiento a
través del Ministerio de Salud. Esta última cifra se redujo en 10.000
con respecto al año pasado entre los fallecidos y las personas que han
emigrado, asegura Eduardo Franco, secretario general de la Red Gente
Positiva, que agrupa a las personas con la enfermedad. Se trata de una
estimación a ciegas porque el Gobierno no publica información
epidemiológica desde hace años y este 2018 el despacho de salud eliminó
su portal web.
“Tenemos más de seis meses con una escasez total, el Gobierno no ha
comprado nada y tampoco hay noticias de que vaya a comprar. Muchos
pacientes con VIH y con otras patologías crónicas se han ido para poder
salvarse en países como México, Brasil, Argentina, Chile y Perú, donde
los sistemas de salud tienen mayores facilidades de acceso, pero esta
carga da problemas a esos Estados y por eso es parte de la emergencia
migratoria que hay. Muchos otros se han muerto en el camino”, dice
Franco. La presión de las ONG ha hecho que desde la Organización Panamericana de la Salud
se haya enviado un lote de antirretrovirales que sumado a otras
donaciones han paliado los tratamientos de algunos, pero no alcanzan
para todos. El Gobierno venezolano cumple este septiembre un año sin
hacer las compras regulares de antirretrovirales para dotar el Programa
Nacional de VIH-Sida. Con las muertes de pacientes, que Franco calcula en 5.000 en lo que va
de año, crece también otra cifra, la de los nuevos infectados, que
superan los 11.000 al año y van en aumento, advierte. “Tememos un
repunte entre los jóvenes y también en adultos mayores, porque no hay
campañas de prevención y en medio de esta crisis es muy costoso adquirir
condones”, agrega el activista.
En el consultorio de Pérez no hay diplomas colgados. Un cartel
escrito a mano muestra su mayor preocupación: “Sin medicamentos para el
VIH todos mis pacientes tienen sentencia de muerte”, indica el letrero
pegado detrás de su escritorio. La falta de reactivos para pruebas de
despistaje y de control hacen que solo se pueda brindar una atención
presuntiva [aproximada] del paciente. Los diagnósticos se están haciendo
muy tarde cuando el paciente ya requiere ingresar a una emergencia,
añade. Tratar otras enfermedades en estos pacientes, como tuberculosis,
citomegalovirus y neumonía, también es una tarea cuesta arriba en
hospitales prácticamente inoperativos. “Y cada vez quedamos menos
infectólogos en el país”, remata.
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