Un documental de HBO profundiza en la personalidad de una actriz, mito sexual, activista política y feminista enconada.
Se aviene Fonda a mirar al otro lado del retrato de Dorian Gray y acepta mostrar una coqueta decreptitud, no tan extrema como la de Gloria Swanson (El crespúsculo de los dioses) o la de Bette Davis (Que fue de Baby Jane), pero ilustrativa de un ejercicio de sinceridad en el umbral de los 80 años.
Los cumplió el pasado mes de diciembre con todos los síntomas de un pacto mefistofélico y conservan la actualidad en el documental que estrena HBO el 25 de septiembre en España con la implicación absoluta de la diva. No representa los 80 años y se ha esmerado el maquillaje y la ilum
inación para edulcorar los atisbos de ancianidad, pero la biografía accidental permite a la propia Jane Fonda rescatarse de su propia confusión:
“He llegado a no sentirme real”, confiesa en un pasaje introspectivo de la entrevista.
Y reconoce que la única manera de afrontar el último acto de su vida consiste en saber quién ha sido ella en los anteriores porque no está segura
Una actriz carismática y pluricondecorada —dos Oscar, cuatro Globos de Oro—, un mito sexual transgeneracional, una activista política, una feminista enconada, una mujer emancipada y superviviente, incluso una madrina del aerobic en la estética ochentera de los calentadores.
No le servía su propia versión de los hechos.
La tiene recogida en un best seller que repercutió en su talento como escritora —(My life so far, 2005)— y que atribuía a la devoción de Cristo el mérito de haberla transformado.
Fonda se describía orgullosa de cómo ha sido y arrepentida de sus errores, pero no le concedía la iniciativa del retrato a una voz exterior con cualidades inquisitivas.
Es el interés que reviste el documental de HBO, sustraerla a su espacio de confort, confrontarla con el criterio de otros protagonistas —Robert Redford, entre ellos— y someterla a una mirada retrospectiva en la que se le aparecen sus tres maridos: Roger Vadim, Tom Hayden y Ted Turner.
“Ninguno de mis matrimonios fue democrático porque se esperaba de mí que fuera de una cierta manera.
Tenía que comportarme no tanto como Jane Fonda, sino con la idea que ellos tenían de cómo debía ser Jane Fonda.
Tenía que ser perfecta para ser amada”, evoca en el documental, sin miedo a “reconocer” el perfeccionismo de las operaciones quirúgicas.
Guerra de Vietnam
Era Hanoi Jane el apodo que le atribuyeron cuando se opuso a la guerra de Vietnam.Volvió a expresarlo en la guerra de Irak y se ha multiplicado en el inventario de las causas justas, no solo desde la militancia y el idealismo, sino como remedio al solipsismo de la vida interior.
Jane Fonda tenía 12 años y tuvo que esperar casi otros tantos para desmentir la teoría del ataque al corazón que le había contado el patriarca.
Es el acto oscuro, igual que la crisis de bulimia.
O que la violación de la que fue víctima siendo niña.
O que su batalla contra el cáncer de mama.
No habría llegado a la plenitud sin haber tocado fondo. Y se observa a los 80 años Jane Fonda en la posición de loto, mascullando una conclusión hermética de la propia existencia: “Soy quien soy”.
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